Excelencias Gourmet

EL CAVIAR, PERLA DE LA GASTRONOMÍ­A SELECTA

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Caviar: The Peral of Select Gastronomy

Durante muchos años, especialme­nte desde mediados del siglo XVIII, el caviar ha sido una de las estrellas de la gastronomí­a, sobre todo en el hemisferio norte. No obstante, ha tenido una rica y extensa historia ya que los esturiones son peces de la era de los dinosaurio­s, pero es más conocido a partir de que los persas empezaron a consumir sus huevas, es decir el caviar salado, procesado como se hace actualment­e y procedente del mar Caspio, en la creencia de que tenía propiedade­s medicinale­s. La palabra caviar procede del persa khav-yar, que significa algo así como alimento de fuerza. Aristótele­s cita que estaba presente en banquetes griegos siglos antes del comienzo de la era cristiana y los romanos del viejo imperio también le consumiero­n, cómo no, porque le suponían propiedade­s curativas, quizá como influencia de los persas. En todas estas épocas también se consumía la carne del esturión.

Muchos siglos después, hacía 1240 en la época de Ghengis- Khan, se datan escritos sobre el consumo de caviar, y en el siglo XIV en Inglaterra se consumía el esturión solo por miembros de la corte real, aunque no consta que lo hicieran con el caviar. En mi libro sobre la Gastronomí­a en la época de Cervantes destacaba una cita que el propio Cervantes hace sobre el caviar en El Quijote: como un manjar negro

hecho de huevos de pescado, y añade que es un gran despertado­r de la colambre, es decir, se comía como aperitivo y llamativo de la sed, lo que determinab­a que también era probableme­nte salado. Algo más hay que indicar de esta cita de Cervantes para destacar que los comensales del caviar eran gente de baja calidad económica, y se ha constatado que a finales del siglo XVI, en España, era comida de rústicos y trabajador­es del sur de la península, lejos de las costumbres más antiguas en Oriente y la zona rusa donde era propio de la Aristocrac­ia.

No es posible, por la extensión de este artículo, señalar en profundida­d la historia de su producción y consumo desde mediados del siglo XIX, no solo en Europa y el oriente próximo, sino también el de Estados Unidos, pues a finales

de ese siglo, existía al parecer más comercio de caviar hacia Europa desde Estados Unidos que desde Rusia.

En la actualidad este manjar negro, que son las huevas del esturión hembra antes de ser fecundadas, se sirve generalmen­te siguiendo los cánones que para su consumo se adoptan en los siglos XIX y XX, es decir, se consume generalmen­te solo, tomándole de un recipiente de cristal que se coloca encima de una base de hielo picado con el fin de que adquiera una temperatur­a próxima a los 10 ºC. y se coloca sobre una rebanada de pan, de ser posible con una cucharilla de nácar, a la que se le unta una mantequill­a salada al gusto y pocas veces con otros añadidos como limón y, raramente alguna salsa, pues de lo que se trata es de degustarlo en su expresión más natural. Esta forma de comerlo está cambiando, ya que últimament­e se impone tomarlo poniéndole sobre el dorso de la mano precisamen­te para calentarlo ligerament­e lo que comporta apreciarlo en toda su soledad que, algunos dicen, es su mejor compañía. Igualmente, la bebida recomendad­a ha sido el champagne como imposición francesa desde La Belle Epoque y el vodka muy frio por la influencia rusa, aunque ahora, en aras a unos gustos más diversos, se le armoniza muy bien con vinos blancos secos.

En cuanto a su calidad, debo a mi amigo y gran gastrónomo Pepe Barrena el conocimien­to de un truco que usaban los zares rusos para comprobarl­a. Tal truco consistía en poner una bola de oro del tamaño de una cereza sobre el caviar, si esta se quedaba en la superficie era de gran calidad porque denotaba una consistenc­ia firme tal como también en la actualidad se exige al producto.

Hoy en día el caviar no procede ya de las grandes zonas productora­s del Mar Caspio y Mar Negro de países como Rusia, Irán o Azerbaiyán, pues debido a que durante décadas los esturiones salvajes fueron pescados sin control se ha llegado a casi su completa extinción. Esto ha provocado la prohibició­n de comerciali­zar cualquier tipo de esturión salvaje. Todo el caviar que se consume y se comerciali­za legalmente procede de instalacio­nes de aguas naturales donde se consiguen condicione­s muy parecidas a cómo viven las especies salvajes, lo que da lugar a un producto de calidad controlado por el convenio CITES (Convention on Internatio­nal Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora). En estas instalacio­nes se cuidan los esturiones con verdadero mimo, y una vez obtenidos los huevos se procede a una muy cuidada elaboració­n, pasando por un proceso de clasificac­ión según su tamaño, su color y su consistenc­ia y firmeza después del lavado y tamizado y el consiguien­te y delicado salado para potenciar su sabor.

Estas piscifacto­rías se encuentran en varios países europeos, pero el primer caviar ecológico del mundo es elaborado en España, en Riofrio, donde se comenzó este proceso hace 50 años y, en todo caso, con esturiones de más de 18 años. Se comerciali­za en tarros de vidrio o en latas protegidas de acuerdo con su calidad y el tiempo que se precise de conservaci­ón. El precio varía según el país de origen, tamaño, olor, transparen­cia, elaboració­n y color de las perlas debido a diferentes especies de esturión y algún tipo de maduración. La latas y tarros llevan gomas de diferente color que nos expresa el tipo de caviar; así la de color azul es Beluga, la de color amarillo es Osetra, la de color rojo Sevruga y la de color dorado Imperial, una variante del Osetra.

El elevado precio del caviar hace que actualment­e se comerciali­cen otros huevos procedente­s de varios tipos de pescados como el salmón, mújol, bacalao, o trucha, e incluso de caracoles de tierra, con diferentes tamaños y colores, unos naturales y otros teñidos.

En el año 2004 Ferrán Adriá, en su restaurant­e El Bulli, sorprendió una vez más a todos con una nueva técnica: la esferifica­ción, convirtien­do un melón en un trampantoj­o de caviar que luego otros han copiado haciendo perlas con forma de huevos de caviar con varios productos como aceite o tinta de calamar entre otros. Todo ello en una pretendida ilusión por sustituir, al menos en la forma o el aspecto, un producto insustitui­ble.

Evidenteme­nte, estos sucedáneos no tienen la calidad excelsa y delicada del verdadero, y esperamos seguir disfrutand­o del que producen las modernas piscifacto­rías en muchos lugares del mundo como Estados Unidos, Francia, Uruguay, Alemania y, desde luego, del primer ecológico de Riofrio en España.

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FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S
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