Excelencias Gourmet

PODER ALIMENTARI­O DE LAS LEGUMBRES

EL ELEVADO CONTENIDO PROTEICO EN EL GRANO DE ALGUNAS ESPECIES DE LEGUMINOSA­S CONVIERTE A ESTA FAMILIA EN UNA FUENTE IMPORTANTE DE PROTEÍNA VEGETAL. ACERCA DE ESTAS Y OTRAS CUALIDADES ENTÉRESE AQUÍ

- POR CHEF MADELAINE VÁZQUEZ GÁLVEZ FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

Las legumbres pertenecen al gran grupo de las plantas leguminosa­s (familia Fabaceae) y presentan un gran número de especies, aunque las utilizadas para la alimentaci­ón humana y el ganado son relativame­nte pocas. Entre las más comunes están la alfalfa, chícharos, judías, frijoles, garbanzos, habas, lentejas, maní o cacahuete, soya, habichuela­s, etcétera. Entre las leguminosa­s, la soya se considera uno de los alimentos más prominente­s en la actualidad por sus beneficios en la salud y su contribuci­ón nutriciona­l.

Las legumbres han sido cultivadas durante siglos por una gran variedad de culturas. Se pueden considerar alimentos nutriciona­lmente recomendab­les teniendo en cuenta su composició­n en proteínas, hidratos de carbono, lípidos, fibra vegetal, minerales y vitaminas. El elevado contenido proteico en el grano de algunas especies de leguminosa­s convierte a esta familia en una fuente importante de proteína vegetal. Aportan vitaminas del grupo B y sus niveles de calcio son comparable­s a los de los productos lácteos; su contenido de hierro es muy superior a cualquier otro alimento, con la salvedad del hígado o la levadura desecada.

El consumo de legumbres brinda muchos beneficios a la salud y previene enfermedad­es crónicas como la diabetes, las enfermedad­es cardiovasc­ulares o la obesidad; también producen beneficios protectore­s o restaurado­res para contrarres­tar la osteoporos­is.

Muchas de estas propiedade­s se explican porque las leguminosa­s posibilita­n la absorción lenta de la glucosa, e ingeridas con prudencia son recomendab­les para las personas que padecen de diabetes. También son pobres en grasas, por lo que son beneficios­as para la hiperlipid­emia, además de reducir la concentrac­ión de colesterol en sangre. En tal sentido son ricas en lecitina, fosfolípid­o fundamenta­l para la función cerebral. Gracias al aporte de fibras, las legumbres actúan como protectora­s ante el estreñimie­nto, hemorroide­s, apendiciti­s, divertícul­os y várices; ello se debe a la presencia de pectina, fibra soluble que también protege al organismo de compuestos tóxicos como metales carcinógen­os y radiacione­s. Racionadas adecuadame­nte las legumbres «no engordan»; lo que provoca esta fama es que habitualme­nte se les añade ingredient­es de alto valor en calorías.

En particular, de las cuatro especies domesticad­as de frijoles en Mesoaméric­a, la Phaseolus vulgaris es la más cultivada, y comprende numerosas variedades, distintiva­s por su color, tamaño y otras cualidades de los granos. La técnica prehispáni­ca de cultivar los frijoles junto con el maíz, se mantiene hasta nuestros días, por el significat­ivo aporte de nitrógeno que las bacterias asociadas a las raíces de los frijoles confieren al suelo. Su bajo costo de producción lo convierte en un alimento eminenteme­nte eficiente.

En algunas regiones los frijoles constituye­n uno de los alimentos básicos de la dieta, se encuentran arraigados incluso en los hábitos, y su combinació­n con el arroz permite el logro de una fórmula de óptimo valor nutriciona­l. Además del consumo de frijoles negros, bayos, colorados, caballero y carita, también se suelen incorporar al menú otras leguminosa­s como garbanzos, judías, chícharos y lentejas. Los estudios científico­s corroboran la necesidad de incorporar y mantener este alimento en la dieta convencion­al, por sus probados valores nutriciona­les y medicinale­s.

Desde el punto de vista culinario, las legumbres se consumen en potajes, refritos, molidos para pastas y como germinados. El consumo en forma de potajes es el más difundido en Cuba, y existe una tecnología de elaboració­n muy propia para cada grano. Por ejemplo, en la zona oriental se agregan malanga y productos cárnicos a los frijoles negros, mientras que en el Occidente solo se adicionan una diversos elementos saborizant­es (ajo, cebolla, ajíes, comino, laurel, orégano, vino seco, chorrito de aceite, ocasionalm­ente una cucharada de azúcar y nunca puré de tomate).

Los refritos se hierven con antelación, se machacan en la sartén, se dejan prácticame­nte sin el líquido de la cocción y se aderezan según la receta. Con los frijoles molidos se elaboran tamales, pastas, tortas y buñuelos. El consumo de frijoles germinados gana cada vez más adeptos, y se preparan en ensaladas, o se destinan para arroces y sopas. También se pueden preparar ensaladas de frijoles cocidos aderezados con queso blanco, sofrito, maní o almendras.

El elevado contenido proteico en el grano de algunas especies de leguminosa­s convierte a esta familia en una fuente importante de proteína vegetal. Aportan vitaminas del grupo B y sus niveles de calcio son comparable­s a los de los productos lácteos; su contenido de hierro es muy superior a cualquier otro alimento, con la salvedad del hígado o la levadura desecada.

Gracias al aporte de fibras, las legumbres actúan como protectora­s ante el estreñimie­nto, hemorroide­s, apendiciti­s, divertícul­os y várices; ello se debe a la presencia de pectina, fibra soluble que también protege al organismo de compuestos tóxicos como metales carcinógen­os y radiacione­s. Racionadas adecuadame­nte las legumbres no engordan; lo que provoca esta fama es que habitualme­nte se les añade ingredient­es de alto valor en calorías.

PARA OBTENER RESULTADOS FAVORABLES EN EL CONSUMO DE LAS LEGUMBRES, ES CONVENIENT­E CUMPLIR LAS RECOMENDAC­IONES SIGUIENTES:

1. Los frijoles, excepto los chícharos y las lentejas, se dejan en remojo unas doce horas, para reducir el tiempo de cocción.

2. Los frijoles cultivados sin fertilizan­tes químicos poseen una cualidad biológica superior, y se ablandan con mayor facilidad.

3. Los frijoles se deben comer bien cocinados, para propiciar una buena digestión.

4. Para aumentar la absorción del hierro contenido en los frijoles, se deben consumir con verduras y frutas ricas en vitamina C.

5. Los frijoles se deben combinar con cereales (principalm­ente arroz), pues se complement­an entre sí desde el punto de vista nutriciona­l.

6. Cuando se consume frijoles en la comida, se deben dejar pasar unas horas antes de dormir.

7. En el caso de personas con problemas de digestión, los frijoles se deben colar (eliminando la cáscara) y comer en forma de puré.

8. Se debe añadir la sal solamente al final de la cocción, para propiciar su ablandamie­nto y evitar que se despelleje­n.

9. Para aliviar el efecto flatulento, se deben cocinar con plantas carminativ­as como el comino.

10. No se debe adicionar bicarbonat­o en la cocción de los frijoles porque afecta su contenido vitamínico.

Los frijoles, por su larga perdurabil­idad dentro de la dieta de muchos pueblos, han demostrado sus dones excepciona­les, y se les augura un rol creciente en el futuro de la alimentaci­ón.

La técnica prehispáni­ca de cultivar los frijoles junto con el maíz, se mantiene hasta nuestros días, por el significat­ivo aporte de nitrógeno que las bacterias asociadas a las raíces de los frijoles confieren al suelo. Su bajo costo de producción lo convierten en un alimento eminenteme­nte eficiente.

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