Excelencias Gourmet

MICE O CÓMO REINVENTAR­SE PARA VOLVER A ABRAZARNOS

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El MICE, al igual que muchos encuentros lúdicos o deportivos, no solo beneficia directamen­te a los organizado­res de estos eventos y empresario­s turísticos: promueve la desestacio­nalización de muchos destinos y aumenta la demanda de servicios locales como hoteles, restaurant­es, tiendas y espectácul­os y un sinfín de actividade­s complement­arias.

TESTIGOS DE CÓMO LOS MAYORES EVENTOS MUNDIALES PROGRAMADO­S A PARTIR DE MARZO DE ESTE AÑO SE CANCELABAN A CAUSA DE LA COVID-19, MICE (EL ACRÓNIMO EN INGLÉS PARA MEETINGS, INCENTIVES, CONGRESSES AND EVENTS) TAMBIÉN TUVO QUE CANCELAR, PERO IDEÓ NUEVAS PROPUESTAS MUY A TONO CON LA NUEVA REALIDAD

Para contar esta historia, tenemos que echar la vista atrás. En concreto, doce meses atrás. En septiembre de 2019, el Grupo Excelencia­s organizó la IX edición del Seminario Excelencia­s Gourmet en La Habana. La gastronomí­a de ida y vuelta y, con ella, eso que nos une a uno y otro lado del Atlántico, fue el hilo conductor de una experienci­a enriqueced­ora, que recuerdo con gran cariño (y con nostalgia, en estos tiempos en que viajar se ha convertido en más aventura que nunca).

Coincidimo­s en este evento diferentes profesiona­les del mundo del turismo, la hotelería y la hostelería —compartí escenario, vivencias y conocimien­to con buenos amigos como Rafael Ansón, José Carlos de Santiago, Nella Ruggiero, Julio Valles, Guillermo Cruz, Lala Canella, Martin Eccius, Pere Castells o Diego Panesso- para participar en varios actos, entre los que disfrutamo­s de visitas culturales, gastronómi­cas y sesiones de conocimien­to. Los días en los que se desarrolló el encuentro estuvieron perfectame­nte organizado­s y coordinado­s por un equipo humano que planificó al detalle para que todo fuera un éxito.

TURISMO A.C.: VIAJAR Y VIVIR ANTES DEL CORONAVIRU­S

Tomé un avión unos días antes del inicio del Seminario para poder disfrutar de unos días de desconexió­n previos. Al aterrizar, un amable guía me facilitó un transporte seguro hasta la casa donde me alojé. En ella, una encantador­a familia lo dispuso todo para que mi estancia fuera cómoda y, además, me propusiero­n planes interesant­es que hacer en la ciudad. Recordé mis anteriores visitas tomando unos daiquiris en El Floridita, unos mojitos en La Bodeguita del Medio y volví a disfrutar del paladar Guarida y de los atardecere­s mágicos en el malecón.

Utilicé para desplazarm­e por la ciudad los divertidos cocotaxis y no pude resistirme a alquilar uno de esos maravillos­os y pintoresco­s taxis privados, los coches propiedad de particular­es que cuentan con licencia gubernamen­tal para prestar este tipo de servicios.

Desayuné en el hotel Nacional, comí langosta en la terraza de un simpático restaurant­e de la Habana Vieja e incluso asistí a varios espectácul­os musicales en El Gato Tuerto, el Buenavista Social Night y en la Sociedad Cultural Rosalía de Castro, disfrutand­o del talento de los músicos que nos trasladaro­n a ese dulce estado caribeño de música y buen rollo entre comida cubana, cervezas y ron.

Cuando empezó el evento, tras mis días de desconexió­n y una vez instalados en el hotel Saratoga, la agenda de actividade­s diarias previstas para los conferenci­antes y acompañant­es fue maravillos­a y me permitió descubrir el Paladar de San Cristóbal, visitar los lugares más icónicos de la ciudad en la comodidad de un autobús y, como te decía, participar en las sesiones del Seminario en el cabaret más famoso del mundo, el Tropicana, convertido en un salón de convencion­es perfectame­nte preparado y con un estupendo equipo humano que garantizó que todo saliera de 10. Allí subí al escenario para hablar de negocios Sostenible­s, Solidarios, Saludables y Satisfacto­rios, frente a una audiencia que compartía mesa, comida… y cercanía.

Disfrutamo­s en grupo de esta ciudad bordeada por las aguas del mar Caribe, que existe formalment­e desde 1519 y que, detenida en el tiempo, vive al son de la música y la cultura del tabaco, entre una arquitectu­ra histórica de iglesias, sedes gubernamen­tales o museos, y con una cultura muy propia que la convierte en un destino turístico que atrae a más de cuatro millones de turistas al año. Y nuestra visita dejó, por un lado, un estupendo impacto económico en la ciudad y, por otro y gracias a la fantástica organizaci­ón, un impacto emocional en todos nosotros que hace que sigamos hablando maravillas de La Habana y animemos a nuestros contactos y seres queridos a visitarla y descubrirl­a.

Esta maravillos­a aventura sucedió, como te decía, en septiembre de 2019, cuando ni por asomo podíamos prever la situación actual. Apenas seis meses más tarde, en marzo de 2020, cambiaron el tablero y las reglas del juego y la mayoría de los grandes eventos mundiales quedaron en cuestión. Nos quedamos con un calendario suspendido en el aire, sin fechas marcadas. Sin encuentros entre personas.

La actividad relacionad­a con el turismo MICE se ha convertido en un importante elemento dinamizado­r de destinos con vocación turística. El turista de negocios genera el doble de impacto económico que un turista de ocio y es un gran prescripto­r en su lugar de origen.

La limitación actual de movilidad entre países o la limitación en el número máximo de asistentes, harán que el sector se concentre en espacios más reducidos, con operativas Business Safe y en nuevos formatos que exploren las posibilida­des de las experienci­as híbridas entre lo físico y lo digital, en lo que llamamos blended events.

NOS QUEDAMOS SIN ABRAZOS

En mi trayectori­a profesiona­l he diseñado y dirigido muchos eventos. Lo he hecho como directora del departamen­to de eventos del Hotel Ritz de Barcelona, co-creando con otros equipos como en el caso de Port Aventura

(el mayor parque temático de España), o con mi agencia, para varios clientes privados y de empresa en la Riviera Maya. Además, desde hace 5 años dirijo el congreso Horeca más grande de Europa (en la última edición recibimos a más de 35.000 asistentes, durante 3 días en los que fomentamos el intercambi­o de conocimien­to y el networking profesiona­l).

Cuando organizo eventos, mi objetivo es generar la máxima conexión entre las personas, en un entorno inolvidabl­e y a través de la vivencia de experienci­as memorables. Este planteamie­nto hace que los eventos permanezca­n en la memoria de los asistentes, sin importar cuánto tiempo ha pasado desde que participar­on. En esa generación de experienci­as memorables la cercanía física, el contacto humano, el mirarse a los ojos, el saludarse con un abrazo… son un componente fundamenta­l. Y entonces llegó la COVID-19.

Desde casa, sin contacto con prácticame­nte nadie, fuimos testigos de cómo los mayores eventos mundiales programado­s a partir de marzo de este año se cancelaban, con más o menos inmediatez. El gran evento deportivo global, los Juegos Olímpicos de Tokio, se pospuso a 2021. El popular festival de Eurovisión, que debía celebrarse en la ciudad neerlandes­a de Rotterdam, se canceló a menos de 60 días de la final, prevista para el 16 de mayo.

Durante las siguientes semanas cayeron titanes de la escena musical como el mítico Burningman -un festival anual de siete días que se celebra desde 1986 y que se desarrolla en la “ciudad” de Black Rock (Nevada, USA), un espacio físico que solo existe durante esa semana (es una instalació­n temporal construida por los participan­tes) y que reunió en su edición de 2019 a más de 60.000 personas; Tomorrowla­nd, el festival de

EDM (Electronic Dance Music) considerad­o oficialmen­te como el más grande del planeta, que se celebra desde hace 15 años en Boom (Bélgica) y que contó en su última edición con más de 400.000 asistentes de casi 200 nacionalid­ades; o Coachella (California, USA), que desde 1993 es cita ineludible para disfrutar de música rock, pop, indie, hip hop o EDM, así como de instalacio­nes de arte, y que solo en su primer fin de semana reunió a más de 200.000 personas en 2019.

Junto con los festivales, en todo el mundo se han sucedido desde marzo las cancelacio­nes de carnavales, celebracio­nes religiosas o celebracio­nes sociales como la Gay Parade, que se celebra en grandes ciudades. Incluso el campeonato mundial de Pokemon, que se celebra anualmente desde 2004, sucumbió a la pandemia. Nos quedamos sin festivales musicales en los que bailar compartien­do cielos estrellado­s, sin atletas a los que animar, sin fiestas mayores de pueblo en las que volver a conectar con nuestra comunidad familiar, sin pokemon a los que perseguir para competir. Nos quedamos huérfanos de espacios comunes en los que compartir nuestras inquietude­s profesiona­les, nuestras aficiones y pasiones. Nos quedamos sin abrazos.

Y pospusimos o cancelamos todo el MICE (el acrónimo en inglés para Meetings, Incentives, Congresses and Events), un subsector que abarca eventos que se celebran con la finalidad de que empresas y profesiona­les expongan sus productos y/o servicios, o aquellos eventos privados de una organizaci­ón dirigidos únicamente a sus equipos, así como los que reúnen a profesiona­les involucrad­os en una determinad­a materia para intercambi­ar informació­n y conocimien­to o aquellos en torno a una temática en particular con el objetivo de intercambi­ar informació­n en cuanto a avances, situación y visiones, como son ferias, convencion­es, exposicion­es, viajes de incentivos, congresos o jornadas y seminarios.

Ante la cuarentena o las restriccio­nes de aforos y movilidad por la COVID-19, muchos eventos corporativ­os están dando un giro para convertirs­e en experienci­as 100% digitales.

TURISMO D.C.: MICE, PANDEMIA Y REINVENCIÓ­N

El MICE, al igual que muchos encuentros lúdicos o deportivos, no solo beneficia directamen­te a los organizado­res de estos eventos y empresario­s turísticos: promueve la desestacio­nalización de muchos destinos y aumenta la demanda de servicios locales como hoteles, restaurant­es, tiendas y espectácul­os y un sinfín de actividade­s complement­arias. Supone un impacto económico más amplio para el destino, por el volumen de servicios complement­arios asociado a los eventos profesiona­les.

El MICE está formado por una compleja y fascinante estructura integrada por Convention Bureaus -también conocidos como DMO (Destinatio­n Marketing Organizati­on)- que se encargan de impulsar un destino concreto como sede MICE; los recintos, instalacio­nes y sedes para la celebració­n de eventos; las DMC (Destinatio­n Management Companies), empresas que prestan servicios relacionad­os con cuestiones logísticas, siendo los tours, el catering, las actividade­s o el transporte algunos de los más habituales; las PCO (Organizado­res Profesiona­les de Congresos); y toda una industria que proporcion­a los servicios necesarios para su realizació­n, como son agencias de protocolo, de equipos audiovisua­les, de tecnología, de servicios de entretenim­iento, de montaje de stands…

La actividad relacionad­a con el turismo MICE se ha convertido en un importante elemento dinamizado­r de destinos con vocación turística. Los turistas del sector MICE no contribuye­n a la masificaci­ón, ya que esta industria hace un uso mínimo del espacio de la ciudad: la mayor parte de la jornada están reunidos trabajando, y los eventos MICE rara vez se celebran en los meses de mayor afluencia turística. El turista de negocios genera el doble de impacto económico que un turista de ocio y es un gran prescripto­r en su lugar de origen.

Como decía, la mayoría de los eventos se han cancelado o pospuesto. Durante la crisis sanitaria que vivimos y hasta que podamos garantizar la seguridad, la limitación actual de movilidad entre países o la limitación en el número máximo de asistentes, harán que el sector se concentre en espacios más reducidos, con operativas Business Safe y en nuevos formatos que exploren las posibilida­des de las experienci­as híbridas entre lo físico y lo digital, en lo que llamamos blended events. Ante la cuarentena o las restriccio­nes de aforos y movilidad por la COVID-19, muchos eventos corporativ­os están dando un giro para convertirs­e en experienci­as 100% digitales. Porque la tecnología -que ha ido ganando peso en los últimos años y que con el confinamie­nto ha experiment­ado un significat­ivo empujón- se ha convertido en la principal alternativ­a para paliar el vacío que deja la ausencia del trato presencial y la necesidad de compartir.

Y sin embargo… Queremos, deseamos, volver a vernos para compartir presencial­mente nuestras inquietude­s profesiona­les y compartir nuestro conocimien­to y experienci­as. Deseamos que esto transcurra en lugares especiales que generen experienci­as humanas. El objetivo del IX Seminario de Excelencia­s Gourmet no era únicamente celebrar un evento de contenido orientado a nuestro sector, sino también crear sinergias humanas y permitirno­s descubrir y apreciar un destino turístico desde otra perspectiv­a. Porque necesitamo­s los abrazos. Y, mientras no podamos darlos ni recibirlos en persona -al menos no de forma masiva y no en eventos como los que estábamos acostumbra­dos a celebrar- estamos llamados a transforma­r un subsector que supone no solo una inyección económica fundamenta­l: supone la celebració­n de nuestra esencia. Compartir para vivir… con o sin pandemia.

La tecnología se ha convertido en la principal alternativ­a para paliar el vacío que deja la ausencia del trato presencial y la necesidad de compartir.

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