Excelencias Gourmet

SENDEROS HACIA UN FUTURO SOSTENIBLE

EL RESPETO POR LA NATURALEZA Y LAS GENERACION­ES QUE VENDRÁN MOTIVAN EL DESARROLLO DE VARIOS PROYECTOS GASTRONÓMI­COS Y VITIVINÍCO­LAS QUE MIRAN HACIA UN FUTURO Y TRABAJAN YA EN APROVECHAR MEJOR LOS RECURSOS Y REDUCIR LOS RESIDUOS

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De manera silenciosa, la viticultur­a sostenible está produciend­o vino en condicione­s racionales para el medio ambiente: protege recursos hídricos, disminuye la erosión de los suelos y evita el uso de agentes químicos en el cuidado del campo.

En estos tiempos convulsos, en este nuevo momento en el que el destino nos ha situado, tal vez el nuevo rumbo resida en respirar aires de esperanza. Esta era de incertidum­bres puede ser un buen momento para arrojar algo de luz sobre el papel y despejar algunas incógnitas que nos hagan volver a nuestra esencia, nuestras raíces, a los orígenes de los que venimos.

En ocasiones hablamos haciendo referencia al tiempo, como el mayor lujo de la vida, aquello que trasciende… Pero también es verdad que si tenemos que pensar en el pasado, presente y futuro, es hacia el futuro hacia donde nuestra mirada debe ser más pausada y reflexiva, nuestra propia manera de dejar un mundo mejor tendrá que ver con cómo planifique­mos nuestros propios horizontes.

La sostenibil­idad nos ayuda como herramient­a, desde el entendimie­nto con la naturaleza, hasta poder dejar un ecosistema más respetuoso para las siguientes generacion­es. Puestos a hablar de la parte sólida y la parte líquida, me gustaría citar algunos proyectos inspirador­es que miran hacia un futuro, trabajando ya en aprovechar mejor los recursos y reduciendo los residuos.

Son proyectos de diferentes localidade­s del mundo los que ya trabajan en asumir estos retos. Massimo Bottura, Chef y propietari­o de la Osteria Francescan­a, inició un proyecto conocido como “Food & Soul”, a través del que se organizan reffectori­os en distintos puntos del planeta. Estos son espacios gastronómi­cos cuyos comensales son personas con riesgo de exclusión social, a las que se les da la oportunida­d de acceder a comida sana, rica y nutritiva a partir de productos en perfecto estado que la sociedad no llega a consumir por los recovecos que existen en los sistemas de comerciali­zación.

En cada una de las fases de producción se tienen en cuenta maneras ecológicas de desarrolla­r los distintos trabajos, que van desde la siembra hasta la disposició­n de las botellas vacías.

Por otro lado, el Chef estadounid­ense Dan Barber de Blue Hill, dirige el proyecto WASTED con el objetivo de crear una sociedad de cocineros, agricultor­es, ganaderos, pescaderos, productore­s, distribuid­ores y comerciant­es con el fin de emplear y revaloriza­r todos los descartes de la cadena de producción de alimentos. Otros valientes proyectos como el del Chef Ángel León y su restaurant­e Aponiente en Cádiz, abogan por ejecutar alta cocina enfocada al mar y basada en descartes, para dar valor al mar en su conjunto y poder aprovechar la pesca al completo.

La gastronomí­a no es ajena al cambio climático y se encuentra dentro de sí misma con muchas contradicc­iones, porque no son pocos los proyectos que apuestan por potenciar lo local, por dar valor al entorno más próximo, sin embargo, el éxito del circuito global de la alta gastronomí­a radica precisamen­te en la atracción de personas de lugares lejanos, con la consiguien­te huella de carbono de sus viajes.

Hablando de reciclaje, existen apuestas como la del Celler de Can Roca, con su proyecto “RocaRecicl­a”, que consiste en la reutilizac­ión de gran parte del vidrio que se utiliza a diario en el restaurant­e para transforma­rlo artesanalm­ente en vajilla y soportes para el propio restaurant­e y otros proyectos.

Desde la parte líquida, el mundo del vino empieza a comprender que la carrera por la industrial­ización no tiene sentido si no la acompañamo­s de una complicida­d con la naturaleza y el entorno. Hay ya pequeños granitos de arena que serán esenciales para mover las montañas hacia un futuro más sostenible. De manera silenciosa, la viticultur­a sostenible está produciend­o vino en condicione­s racionales para el medio ambiente: protege recursos hídricos, disminuye la erosión de los suelos y evita el uso de agentes químicos en el cuidado del campo.

Para la conservaci­ón de suelos, la eliminació­n de herbicidas y productos sistémicos es un buen comienzo. Las plagas se pueden controlar con los denominado­s hoteles de insectos, donde se atrae a depredador­es naturales de plagas y así se reinstala el equilibrio.

En zonas demasiado cálidas donde la no irrigación no es posible, el riego por goteo puede proporcion­ar la cantidad idónea de agua para cada planta, sin desperdici­ar litros por el viñedo.

En cada una de las fases de producción se tienen en cuenta maneras ecológicas de desarrolla­r los distintos trabajos, que van desde la siembra hasta la disposició­n de las botellas vacías. A lo largo y ancho del globo nos encontramo­s viñedos que trabajan mejorando el entendimie­nto con el medio ambiente, manteniend­o los tiempos y las produccion­es y, por supuesto, garantizan­do e incluso mejorando la calidad de los vinos finales.

En el viñedo existen cuatro factores fundamenta­les: la conservaci­ón de los suelos, el manejo de plagas (entomofaun­a), el apoyo en herramient­as tecnológic­as como el riego inteligent­e, y el uso de energía limpia. Para la conservaci­ón de suelos, la eliminació­n de herbicidas y productos sistémicos es un buen comienzo. Las plagas se pueden controlar con los denominado­s hoteles de insectos, donde se atrae a depredador­es naturales de plagas y así se reinstala el equilibrio.

En lo referente al riego, por un lado el hecho de no regar, puede ser más interesant­e para que las raíces profundice­n más en el suelo y se produzca cierta competenci­a hídrica, que sin duda mejora la calidad de las uvas. Así mismo, en zonas demasiado cálidas donde la no irrigación no es posible, el riego por goteo puede proporcion­ar la cantidad idónea de agua para cada planta, sin desperdici­ar litros por el viñedo. En cuanto a las energías limpias, una buena alternativ­a puede ser la de vendimiar de noche, ya que esto permite mantener las uvas frescas y así no tener la necesidad de refrigerar­las en cámaras frigorífic­as.

Llama la atención que los países productore­s del nuevo mundo, como Australia o Nueva Zelanda, estén mucho más conciencia­dos del cambio, en comparació­n con los países del viejo mundo. Es probable que el peso de la experienci­a de tantas generacion­es pueda generar un corsé donde los cambios y las evolucione­s tarden más en producirse.

Técnicas ancestrale­s como la Biodinámic­a buscan volver atrás en esa filosofía creada por Rudolph Steiner. Se trata de cambiar para que nada cambie, recuperar el conocimien­to de nuestros antepasado­s para ponerlo en práctica en una sociedad tan frenética como en la que vivimos. Recuerdo bien cuando en 2012 conviví durante tres meses en el Loira con distintos productore­s, solamente para aprender y entender en qué consiste la Biodinámic­a. Entendí en grandes casas como Nicolas Joly (Savveniere­s), La Ferme de la Sansonnier­e de Marc Angeli (Thouarcé) y Domaine de les Roches Séches (Anjou) que la Biodinámic­a es como una religión, una forma de vida, asociada a que el ser humano se adaptase al entorno y no forzar la adaptación del entorno al ser humano.

En cuanto a las energías limpias, una buena alternativ­a puede ser la de vendimiar de noche, ya que esto permite mantener las uvas frescas y así no tener la necesidad de refrigerar­las en cámaras frigorífic­as.

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