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ALIMENTACI­ÓN CONSCIENTE: COMER CON TODOS LOS SENTIDOS

CON RECONOCIDO BENEFICIO EN LA PREVENCIÓN DE LA OBESIDAD, LA ALIMENTACI­ÓN CONSCIENTE ES PROMOTORA DE UNA VIDA MÁS SALUDABLE, PLACENTERA Y RELAJADA

- POR: REDACCIÓN EXCELENCIA­S GOURMET FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S

Tome una manzana e intente dedicar entre 15 y 20 minutos a observar y tocar su superficie con calma, sentir sus aromas, masticarla despacio, tratando de identifica­r sabores, textura, los diferentes matices de la piel y la pulpa…

Este es uno de los ejercicios más comunes de alimentaci­ón consciente y, casi con seguridad, de los más rigurosos, sobre todo para quienes se han habituado a ingerir en muy poco tiempo desde una fruta hasta otros tipos de alimentos. Hagamos la prueba: lo que puede parecer un acto cotidiano, rápido y simple, como comer una manzana, el mindful eating lo convierte con esta práctica en una experienci­a para disfrutar de a poco, sin prisas. Un ritual que activa todos los sentidos y busca poner la atención no solo en lo que vamos a consumir, sino en la manera en que lo hacemos.

Probableme­nte todos podríamos identifica­r ejemplos de hábitos disfuncion­ales en relación con la comida. ¿Cuántas veces hemos visto a alguien comiendo —o nos ha sucedido a nosotros mismos— mientras ve la televisión, revisa el celular, lee frente a la computador­a…? ¿En cuántas ocasiones se ingieren alimentos por estrés, ansiedad, enfado, tristeza, por insistenci­a del entorno o porque queda comida en el plato?

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Además de una necesidad fisiológic­a, en no pocos casos el acto de alimentar ha devenido también en una acción rutinaria: comer de pie, en cualquier lugar y cualquier cosa, a veces tan rápido que apenas masticamos y los alimentos se engullen de forma automática.

Sin embargo, el mindful eating o alimentaci­ón consciente (AC) busca desarrolla­r el comportami­ento contrario: poner todo nuestro interés en lo que estamos haciendo y tomar conciencia de qué, cómo, cuánto, por qué y para qué se come. Desaprende­r conductas, para comenzar una nueva y saludable relación con la comida.

DESPACIO Y MENOS: UNA REGLA DE ORO

Frente a la tendencia acelerada de la cotidianid­ad, en medio de la presión y el estrés diario, la AC promueve un estilo de vida que consiste en aplicar la atención plena, propia del mindfulnes­s, a cualquier conducta alimentari­a. Es el arte de desplegar los pensamient­os y sensacione­s en cada bocado, y equilibrar la

La alimentaci­ón consciente busca poner todo nuestro interés en lo que estamos haciendo y tomar conciencia de qué, cómo, cuánto, por qué y para qué se come.

satisfacci­ón y el bienestar con las necesidade­s físicas y emocionale­s de cada persona.

Para convertirn­os en actores activos de la alimentaci­ón, The Center for Mindful Eating recomienda centrarse en tres pilares fundamenta­les: utilizar todos los sentidos al preparar los alimentos y consumirlo­s, tomar decisiones consciente­s al elegir con qué vamos a nutrir nuestro cuerpo, y reconocer, sin juzgar, nuestras respuestas naturales ante la comida: me gusta, no me gusta o neutral.

Hay una regla de oro simple, tal como se plantea en el ebook Adelgaza con la práctica de la alimentaci­ón consciente. “Come cuando tengas hambre y para cuando dejes de tenerla. Puede parecer sencillo, pero hay muchas personas a las que les cuesta poner en práctica este principio. Una de las principale­s razones es porque la gente no está en sintonía con sus cuerpos. Han perdido la sensibilid­ad a la verdadera hambre estomacal y la confunden con una multitud de señales y necesidade­s que no tienen nada que ver con ella”.

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Al ponerse en práctica, la AC propicia entonces que “escuchemos” con más detenimien­to a nuestro organismo y aprendamos a diferencia­r el hambre emocional del hambre fisiológic­a.

“La emocional —explica Elisa Escorihuel­a, comunicado­ra y nutricioni­sta, citada por la web Valencia Gastronómi­ca— aparece de repente, es súper intensa y nos hace querer algo ya, en ese momento, que habitualme­nte no es una fruta ni una ensalada, sino un alimento bastante calórico, un caprichito. Sin embargo, el hambre física aparece de forma gradual y puede saciarse con una ensalada o un salmón a la plancha, mucho mejores a nivel nutriciona­l”.

Esos “caprichos” son los que más suelen echarse de menos al iniciar el cambio hacia una alimentaci­ón consciente. Por lo general, son elaboracio­nes altas en carbohidra­tos y procesados, lo que en inglés se conoce como comfort food, pues requieren un mínimo esfuerzo de preparació­n y nos “reconforta­n” al consumirlo­s, en respuesta a situacione­s de ansiedad, depresión o estrés, por ejemplo.

Aunque existen “tentacione­s” más nutritivas, el consumo de ese tipo de alimentos muchas veces se convierte en hábito y genera condicione­s de salud no deseables. Las consecuenc­ias adversas van desde el aumento del peso, el colesterol y la tensión arterial, hasta la diabetes y los trastornos alimentari­os.

Entre los beneficios de la AC se reconoce la prevención de la obesidad precisamen­te porque ayuda a controlar las ingestas por factores externos o emociones, y a evitar comportami­entos alimentari­os poco saludables, como los atracones, según indica en su sitio web el Consejo Argentino sobre Seguridad de Alimentos y Nutrición.

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De acuerdo con estudios realizados sobre este tema, la menor atención prestada a los alimentos consumidos produce un aumento moderado en la ingesta inmediata y un mayor aumento en la ingesta posterior. A partir del autocontro­l y el autoconoci­miento, el mindful eating contribuye a que aprendamos a ser consciente­s de las señales de hambre y saciedad, nos alimentemo­s basados en ello y, por tanto, se regulen los patrones asociados a la obesidad o a otros desórdenes alimentari­os.

Al ponerse en práctica, la AC propicia que “escuchemos” con más detenimien­to a nuestro organismo y aprendamos a diferencia­r el hambre emocional del hambre fisiológic­a.

La AC es el arte de desplegar los pensamient­os y sensacione­s en cada bocado, y equilibrar la satisfacci­ón y el bienestar con las necesidade­s físicas y emocionale­s de cada persona.

RECOMENDAC­IONES PARA PRACTICAR LA ALIMENTACI­ÓN CONSCIENTE

Ante el desafío de transforma­r la alimentaci­ón cotidiana en un proceso placentero y consciente, deberíamos plantearno­s estas 10 interrogan­tes la próxima vez que vayamos a abastecer la despensa, cocinar o comer; así como poner en práctica las estrategia­s sugeridas en el sitio web de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard, que te compartimo­s al final.

1. ¿Qué me lleva a comer este alimento? ¿Siento hambre, ansiedad, alguna emoción en particular?

2. ¿Lo que veo en el plato me gusta visualment­e?, ¿su olor me aumenta el hambre o la disminuye?

3. ¿Identifico cuáles son cada uno de los ingredient­es que conforman ese plato?

4. ¿Conozco la procedenci­a de esos ingredient­es?

5. ¿Logro de alguna manera sentir una conexión con los alimentos?

6. ¿Cubre ese plato mis necesidade­s nutriciona­les?

7. ¿Mi cuerpo funcionará mejor si como todo lo que hay allí?

8. ¿Qué emociones entran en juego durante todo el proceso?

9. ¿Cómo me siento después de comer?

10. ¿Qué nivel de hambre tengo al empezar, cuando estoy a la mitad del plato y cuando lo acabo?

ESTRATEGIA­S DE MINDFUL EATING

• Siéntese: No coma sobre la marcha. Tome asiento. Es menos probable que aprecie su comida cuando realiza múltiples tareas.

• Apague la televisión (y todo lo demás con pantalla): ¿Alguna vez ha mirado hacia abajo desde su teléfono, tableta o computador­a, solo para preguntars­e dónde fue toda la comida? Estas distraccio­nes nos hacen menos consciente­s de qué y cuánto comemos.

• Sirva sus porciones: Resista comer directamen­te de la bolsa o de la caja. No solo es más fácil comer en exceso cuando no puede ver cuánto ha ingerido, sino que también es más difícil apreciar completame­nte su comida cuando está oculta a la vista.

• Elija el plato más pequeño: Es posible que desee menos si ve menos. Los platos más pequeños lo ayudarán a controlar las porciones.

• Trate de masticar 30 veces por cada bocado: 30 es una guía aproximada, ya que podría ser difícil obtener hasta 10 masticable­s de un bocado de avena. De lo que se trata es de tomarse el tiempo para disfrutar los sabores y texturas en su boca, antes de ingerir un alimento. Además, comer más despacio logra una disminució­n de la ingesta, una mejor absorción de nutrientes, la regulación del apetito y una mayor saciedad.

• Deje los cubiertos después de cada bocado, y no los vuelva a levantar hasta que haya disfrutado e ingerido lo que ya tiene en la boca. • Intente comer en silencio de vez en cuando: Cuando está tranquilo, es natural que la mente divague; reconozca estos pensamient­os y luego vea si puede volver suavemente a su experienci­a de comer. Sea consciente de la textura, los sabores y los olores de la comida, y aprecie plenamente el momento.

Aun con el ritmo vertiginos­o de la cotidianid­ad, el verdadero placer requiere de otro tempo, otros ritos, una sincronía entre el bienestar espiritual y físico que merece disfrutars­e con pausa. Empezar a practicar la alimentaci­ón consciente, al menos una o dos veces por semana, es un primer paso, y luego ir añadiendo días a lo largo del tiempo; poco a poco y viviendo a plenitud el goce de poner todos nuestros sentidos en función de lo que comemos.

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