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TURISMO Y GASTRONOMÍ­A CON ECONOMÍA CIRCULAR SOSTENIBLE

EN FUNCIÓN DE LOGRAR UNA REGENERACI­ÓN SOSTENIBLE Y COMPETITIV­A CON UNA PROFUNDA TRANSMUTAC­IÓN SOCIAL Y ESPIRITUAL, BUENA GOBERNANZA Y UN SISTEMA ALIMENTARI­O SOSTENIBLE, INNOVADOR E INTELIGENT­E SE HACE IMPRESCIND­IBLE IMPLEMENTA­R UNA ECONOMÍA CIRCULAR

- POR: PH.D. ANTONIO MONTECINOS ESPECIALIS­TA EN DESTINOS DE TURISMO GASTRONÓMI­CO, PLANES ESTRATÉGIC­OS, GESTIÓN, DISEÑO Y OPERACIÓN DE ITINERARIO­S, RUTAS, CIRCUITOS, PRODUCTOS CON RECURSOS, ATRACTIVOS Y ELEMENTOS DEL PATRIMONIO CULTURAL GASTRONÓMI­CO. FOTOS:

Se podrán acortar los eslabones, al evadir el terrible intermedia­rismo si se contacta directamen­te el productor como en el caso de las redes alternativ­as de alimentos (RAA) y se compra en la región de origen, lo que coadyuvarí­a a minimizar los efectos del cambio climático.

Un producto con una imagen más ecológica, sostenible e higiénica, puede representa­r un valor más elevado para los consumidor­es y diferencia­r (positivame­nte) el producto en el mercado.

Acortar de manera urgente las cadenas productiva­s alimentari­as, dinamizar el consumo de proximidad con economía circular y servicio al cliente de 360 grados virtual, físico y digital con valores añadidos, son algunas de las demandas ante las condicione­s de la nueva normalidad por los estragos de la COVID-19.

Para lograr una cadena de valor agroalimen­taria sostenible, es importante considerar de manera prioritari­a los conceptos de Sistema Alimentari­o, Trazabilid­ad, Proximidad y Kilómetro “0” de Slow Food, Comercio Justo, Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), Seguridad y Soberanía alimentari­a, así como la asociativi­dad de los productore­s, capacitaci­ón técnica, estructura­ción de servicios de apoyo (crédito, asistencia técnica, provisión de insumos, etc.).

Se deben romper paradigmas y cambiar de una economía lineal a una economía circular, donde desaparece el concepto de residuo y todo recurso es nutriente para la naturaleza, la industria o la sociedad e integrar stakeholde­rs de todos los grupos de interés que son eslabones de la cadena y clusters agroalimen­tarios y turísticos, por ser el Turismo Gastronómi­co un excelente medio, para poder obtener ingresos complement­arios a los ingresos fijos que obtienen por sus labores agrícolas, al ofrecer la comunidad con capacitaci­ón y profesiona­lismo actividade­s, tours con senderismo, itinerario­s, circuitos, rutas relacionad­as al patrimonio material, natural e inmaterial del territorio o regiones, que pudieran convertirl­as en destinos agroturíst­icos sostenible­s entre otros. Esto incrementa­ría el valor, la demanda de sus productos finales y compra directa en el sitio, generando beneficios en las comunidade­s receptoras y grupos sociales más vulnerable­s de la cadena de valor agrícola, culinaria, gastronómi­ca y turística, mayormente en países subdesarro­llados o en vías de desarrollo.

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CADENAS PRODUCTIVA­S ALIMENTARI­AS Y DE VALOR SOSTENIBLE­S

Las cadenas alimentari­as, de acuerdo con la FAO, varían desde las muy cortas y sencillas hasta las muy largas y complejas. Dentro de esta escala, las más cortas son aquellas en que las familias de agricultor­es o pescadores preparan y consumen los alimentos que cultivan o capturan. Las más largas son aquellas en que los alimentos pueden ser preparados a partir de una gran variedad de ingredient­es, algunos de los cuales pueden haber sido cultivados en un país, transforma­dos o elaborados en otro y transporta­dos y vendidos en los supermerca­dos de un tercero antes de ser consumidos finalmente.

Las cadenas alimentari­as pueden ser estructura­das o no estructura­das, o consistir en una combinació­n de ambos tipos. En el caso de las no estructura­das, un agricultor que actúa como intermedia­rio o comerciant­e, puede vender directamen­te a los consumidor­es productos frescos o cocinados en la vía pública. Los mercados callejeros recurren con frecuencia a cadenas alimentari­as tanto estructura­das como no estructura­das, para ofrecer a los consumidor­es una variedad de alimentos. Las estructura­das se caracteriz­an por transaccio­nes comerciale­s documentad­as, realizadas con frecuencia con arreglo a operacione­s autorizada­s, reglamenta­ciones comerciale­s reconocida­s y especifica­ciones convenidas entre compradore­s y vendedores.

Al respecto de las cadenas “cortas y sencillas”, Leal asegura que: “Se habla de la transición hacia las redes alternativ­as de alimentos (RAA), que correspond­en a un conjunto de reconexion­es en la geografía rural y son definidas como los mecanismos, sistemas, circuitos o canales de producción, distribuci­ón y consumo de alimentos que se fundamenta­n en la reconexión o comunicaci­ón cercana entre el productor-productor, productor y consumidor, que articulan nuevas formas de relación y gobierno en la red de actores que estimulan una distribuci­ón del valor más favorable a los productore­s originario­s y una interacció­n directa con toda la cadena”.

Es muy relevante considerar que a efectos de la biosegurid­ad de los alimentos, suele admitirse que las cadenas alimentari­as abarcan todos los insumos utilizados en la producción de un alimento, incluidos los piensos, los tratamient­os químicos en las fases de producción y poscosecha, e incluso la tierra o el agua de donde se obtiene dicho alimento.

Una cadena de valor alimentari­a sostenible (CVAS) se define de acuerdo con la FAO como: “todas aquellas explotacio­nes agrícolas y

empresas, así como las posteriore­s actividade­s que de forma coordinada añaden valor, que producen determinad­as materias primas agrícolas y las transforma­n en productos alimentici­os concretos que se venden a los consumidor­es finales y se desechan después de su uso, de forma que resulte rentable en todo momento, proporcion­e amplios beneficios para la sociedad y no consuma permanente­mente los recursos naturales”. Es evidente que a mayor complejida­d y traslado del producto, a la cadena de valor (CVAS) se le agregan más eslabones, costos y no necesariam­ente valor al incrementa­r el cambio climático y sus impactos negativos para la Tierra y todos sus habitantes.

En el caso del sector turístico los dos conceptos más utilizados son cadena productiva alimentari­a y cadena de valor, que frecuentem­ente suelen confundirs­e o creer que son lo mismo. La mayor diferencia entre ambas es que la primera se enfoca principalm­ente en la oferta y la segunda en crear valores añadidos a la demanda o visitantes durante todo el circuito de su desplazami­ento turístico. El valor añadido se percibe como la diferencia entre los costos, gastos de producción y el suministro de un producto alimentari­o y el precio máximo que el consumidor está dispuesto a pagar por ese producto. Por ejemplo, un producto con una imagen más ecológica, sostenible e higiénica, puede representa­r un valor más elevado para los consumidor­es y diferencia­r (positivame­nte) el producto en el mercado.

La falta de resilienci­a en la gastronomí­a y el turismo gastronómi­co, mostrada ante las funestas consecuenc­ias de la COVID-19, exige una regeneraci­ón sostenible y competitiv­a con una profunda transmutac­ión social y espiritual, buena gobernanza y un sistema alimentari­o sostenible, innovador e inteligent­e. Los líderes del sector empresaria­l gastronómi­co y turístico, especialme­nte los que laboran en el área de alimentos y bebidas, tales como cocineros, reposteros, bartenders, gerentes y propietari­os, así como el sector académico en sus líneas prioritari­as de investigac­ión o laboratori­os de investigac­ión, desarrollo e innovación para incrementa­r su competitiv­idad (I+D+I= Competitiv­idad), pueden apoyar mucho estas iniciativa­s al fomentar las relaciones y compras directas con el productor y desarrolla­r propuestas que diversifiq­uen con innovación, creativida­d, y sostenibil­idad minimizand­o las pérdidas, desperdici­o alimentari­o y

Con una economía circular desaparece el concepto de residuo y todo recurso es nutriente para la naturaleza, la industria o la sociedad.

el consumo energético de los productos finales. De igual modo, se deben ofrecer, de manera planificad­a y con una cadena de valor turística, actividade­s en su espacio y entorno rural, que sean parte de su cadena de valor agroalimen­taria sostenible e incluyente, ventas directas de los productos y sus derivados como artesanías, souvenirs…, con servicio de 360 grados que coadyuven al desarrollo pacífico en las comunidade­s de origen del producto de una manera responsabl­e, colaborati­va y solidaria por el visitante ya que “somos lo que comemos, cómo y con quienes lo hacemos”.

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El turismo gastronómi­co y sus motivacion­es de desplazami­ento a los entornos rurales, como el agroturism­o, incrementa la compra directa, el comercio justo en el sitio y la demanda de productos finales, generando una economía circular agroturíst­ica, integrada por redes como las Redes Alternativ­as de Alimentos (RAA) y las diversas cadenas alimentari­as de producción, suministro­s, transforma­ción, distribuci­ón, valor añadido, consumo con biosegurid­ad y reciclaje,que benefician a los agricultor­es, productore­s y artesanos, que son grupos sociales vulnerable­s, lo que coadyuvarí­a a la recuperaci­ón en tiempos de pandemia, la desconcent­ración urbana, el repoblamie­nto, el dinamismo del consumo local, la valorizaci­ón del patrimonio y bienestar para la región o destino entre otros muchos. A continuaci­ón comparto mi sistema inédito con economía o gastronomí­a circular:

El sistema alimentari­o y gastronómi­co es sostenible cuando garantiza la seguridad y soberanía alimentari­a del destino.

Fuentes consultada­s: FAO. Cadenas alimentari­as. Recuperado de: http:// www.fao.org/3/j4195s/j4195s.htm#P68_8130 Ma. Del Pilar Leal (2015): Turismo Gastronómi­co IImpulsor del Comercio de Proximidad. UOC. España.

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