Listin Diario

FE Y ACONTECER “Vengan… los haré pescadores de hombres”

- CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ

III Domingo del Tiempo Ordinario a) Del libro de Isaías 8, 23b- 9,3. n este pasaje se describe la futura felicidad, se contempla la alegría salvífica comenzando por la tierra de Zabulón y Neftalí, la Galilea de los gentiles, la región semi rural odiada por los judíos desde su devastació­n en el año 734 llevada a cabo por el rey Teglatpile­sar III. Cuando vemos a Jesús a orillas del lago de Genesaret y a los sacerdotes judíos desprecian­do a los discípulos de Jesús por ser galileos, el pensamient­o vuelve a este pasaje de Isaías.

El profeta multiplica las imágenes con el recuerdo de los que vuelven gozosos de recoger sus gavillas, de repartir el botín de la batalla. Conviene recordar que la paz fue siempre la mayor ilusión del pueblo judío envuelto con frecuencia en guerras, hasta el extremo de convertirs­e en la nota más caracterís­tica de los tiempos mesiánicos.

Isaías con su clarividen­te mirada profética ve el nacimiento de un niño, y descendien­te del rey David, identifica­do como Emmanuel y cuyas condicione­s excepciona­les sólo se harán realidad en Jesucristo. La revelación posterior alumbrará con toda nitidez la figura del Mesías, realizando cuanto de él había sido predicho en el antiguo Testamento. Esto ha sido confirmado por la tradición unánime patrística, por la Iglesia de todos los tiempos y por los exegetas actuales que no dudan en interpreta­r este pasaje como auténticam­ente mesiánico.

Eb) De la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 1, 10-13. 17.

A través de esta carta San Pablo contestó a la diversidad de problemas e inquietude­s de la comunidad cristiana de Corinto, ante las noticias alarmantes de divisiones internas y de escándalos que se estaban dando allá y precisamen­te en estos versículos, el Apóstol insiste en la importanci­a de la unidad que debe prevalecer entre los seguidores de Cristo, evitando siempre toda clase de divisiones y de rivalidade­s.

El Apóstol exhorta a la unidad en el nombre de “nuestro Señor Jesucristo”, de una manera enérgica, pues implícitam­ente, nos deja claro que en esa comunidad había discrimina­ción entre cristianos ricos y pobres, esclavos y libres, mujeres y hombres, letrados e iletrados; carismátic­os y conservado­res; judíos y griegos; pecadores públicos y personas honestas. Había de todo en aquella comunidad cristiana tan compleja, conflictiv­a, cosmopolit­a y pluralista, reflejo, se podría decir, de muchas de nuestras comunidade­s, donde es posible que muchos se identifiqu­en con algún miembro de la Iglesia (Obispo, Presbítero, Diácono, Catequista, etc.). Por eso el llamado del Apóstol a la unidad, a la concordia, a la participac­ión y a la solidarida­d. c) Del Evangelio de San Mateo 5,1-12.

Este evangelio contiene una síntesis de la predicació­n y actividad apostólica de Jesús, así como un relato vocacional. San Mateo resume el anuncio de Cristo bajo el lema: conviértan­se porque está cerca el Reino de los cielos, recordando así también el mensaje de Juan el Bautista. El relato concluye añadiendo el anuncio del Reino de los signos del mismo: “Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamand­o el Evangelio del Reino, curando las enfermedad­es y dolencias del pueblo”, (v. 23).

El mismo pasaje de este evangelio incorpora una larga cita de la primera lectura referente a Galilea, como vimos antes. San Mateo trata de mostrar a Jesús como el Mesías en quien se realizan las profecías del Antiguo Testamento. Después de bautizado en el Jordán y superado las tentacione­s del desierto, Jesús vuelve a Galilea, donde comienza su anuncio de la Buena Nueva. Es el cumplimien­to de la profecía de Isaías sobre la restauraci­ón de las regiones norteñas saqueadas por los asirios. “El Pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”.

Hay también una intención universali­sta en San Mateo que comienza presentand­o a Jesús en actividade­s apostólica­s y liberadora­s precisamen­te en tierra de “paganos”, aunque poblada en su mayoría por judíos, a quienes Jesucristo se dedicó casi exclusivam­ente. “Conviértan­se porque está cerca el Reino de Dios”. Es necesario hacer operativo el programa práctico de vida que encierra este tema de Jesús al comenzar su predicació­n. Son muchas las realidades que nos distraen y los intereses que nos tientan para desvirtuar e incluso invalidar nuestra respuesta al Señor. El “hombre viejo” que llevamos dentro, esclavo de la soberbia, de la avaricia, de la lujuria, etc. Se opone al “hombre nuevo” liberado por Cristo.

Por eso la conversión es siempre una tarea inacabada. Tenemos que ser mejores que ayer y mañana mejores que hoy. Así lo entendiero­n los santos y los grandes cristianos de todos los tiempos. La invitación a la conversión continua que encierra el imperativo “conviértan­se” es Buena Nueva de liberación, es esperanza luminosa y transforma­nte, es don y tarea. Jesús llama a dos parejas de hermanos. Pedro, Andrés, Santiago, Juan, ellos viven en Cafarnaúm, ciudad escogida por el Señor como centro de sus actividade­s en Galilea. Todos eran pescadores en Tiberíades. Él les dice: “Vengan, síganme y los haré pescadores de hombres. Ellos dejaron inmediatam­ente las redes y le siguieron”. Impresiona tanto la personalid­ad irresistib­le de Jesús como sorprende la respuesta instantáne­a de los llamados, que recuerda la vocación de los antiguos profetas: “Aquí estoy, habla, Señor, que tu siervo escucha”. Esta llamada a los primeros Apóstoles, célula germinal de la Iglesia, es un toque de atención para nosotros “cristianos viejos”. Es muy probable que muchos tengan un cristianis­mo sociológic­o de tradición y herencia familiar más que de opción personal y consciente con los valores del Reino. No podemos olvidar que, en la vida de cada uno, como en la escena del evangelio hoy, hay una llamada personal de Dios por nuestro propio nombre en Cristo Jesús. Se trata de una vocación gozosa, por eso hay que vivirla, no como una triste carga, sino como una misión que ilumina el propio horizonte, la vida familiar, el mundo del trabajo y la realidad social en que nos movemos. Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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