Prefiero el “bulto”
El humorista Freddy Beras Goico dijo en una ocasión, con esa creatividad que siempre le caracterizó, que República Dominicana es un país donde “si alguien escupe se inunda”.
La frase expresada en broma retrata un mal que padece el país desde hace bastante tiempo debido a las deficiencias del sistema de alcantarillado en las grandes ciudades, pero también la realidad que padecen las personas que habitan en zonas vulnerables cuando se desatan temporales o pasa por el territorio nacional una tormenta o huracán.
Con cualquier simple aguacero se genera un caos que trastorna la circulación de vehículos y peatones, saliendo a flote la falta de conciencia ciudadana expresada en los desperdicios, principalmente plásticos, que bloquean los imbornales, alcantarillas y otros sistemas de desagüe.
Traigo esto a colación porque escuché a varias personas lamentarse del “aparataje” de las autoridades gubernamentales y el “bulto” de los medios de comunicación que a su juicio “magnificaron” la incidencia que tendría sobre el territorio nacional el huracán Irma, un poderoso fenómeno atmosférico que se desplazó por el Caribe con vientos máximos sostenidos de 295 kilómetros por hora y ráfagas superiores, dejando a su paso una estela de muertes y destrucción en la mayoría de las islas de esa región.
Esos argumentos los escuché de capitaleños incluso cuando Irma terminaba de impactar a Puerto Rico y todavía estaba desplazándose por el noreste del territorio nacional. Un error de residentes en la capital es pensar que el país se circunscribe exclusivamente a esa demarcación y que, si en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo no ha pasado nada, pues en el resto del territorio todo es igual. Todavía como nación nos falta mucho para crear las condiciones que permitan minimizar los daños y pérdidas de vidas que genera el paso de tormentas y huracanes, debido a las precariedades con que operan los organismos de socorro, a lo que se une la imprudencia de ciudadanos que hacen caso omiso a las recomendaciones de las autoridades de protección civil, antes, durante y después del paso de estos fenómenos atmosféricos.
En otras naciones –Cuba para citar un ejemplo- la gente que habita en zonas vulnerables no se resiste a abandonar sus viviendas porque tiene la garantía de que los delincuentes no se apoderarán de sus propiedades, una de las principales razones que genera la resistencia a abandonar sus hogares de personas con idéntica realidad en el país.
Otra tarea pendiente en materia de prevención es la construcción de refugios equipados con todas las facilidades para los eventuales damnificados, a fin de evitar que al llegar estas calamidades no sean ocupadas infraestructuras públicas, principalmente las escuelas, lo que termina afectando el curso del año escolar.
Todavía está muy fresco en la memoria de la población lo ocurrido el 22 de noviembre de 1998 con el paso del huracán Georges. Comenzó como una simple onda tropical siete días antes y por la indiferencia de las autoridades de la Defensa Civil ante su trayectoria, terminó siendo uno de los fenómenos más destructivos que han pasado por República Dominicana.
Pese a las debilidades en materia de prevención que históricamente arrastramos como país, prefiero todo el “aparataje” de las instituciones públicas y privadas y el “bulto” de los medios de comunicación que con insistencia llaman a estar atentos a las informaciones y a observar las medidas preventivas desde que un fenómeno atmosférico amenaza con impactar el Caribe.
Solo por las penurias y calamidades que enfrentan quienes habitan en zonas de alto riesgo, deberíamos sentirnos más que satisfechos cuando fenómenos tan destructivos como Irma toman un rumbo distinto al que inicialmente se proyectaba. Y que se “aguara la fiesta” de aquellos que se sintieron frustrados porque el poderoso ciclón, respecto al Gran Santo Domingo, no fue más que un aspaviento.
Siempre será mejor prever que lamentar.