La Unesco, intocable
“Todito te lo consiento, menos faltarle a mi madre”.
La expresión popular desafiante surgió en mi mente, se disparó como cohete indignado ante la última “Trumpada” del presidente de Estados Unidos de América.
La campaña de Donald Trump para ganar las elecciones a Hillary Clinton se caracterizó por absurdas y radicales propuestas, que algunos vimos como recursos de “marketing” para captar votos extra conservadores, y además para marcar diferencias con las indecisas y sosas posiciones de la candidata demócrata. Pero cuando ganó, Trump demostró de inmediato que iba en serio: el muro, la guerra abierta contra los inmigrantes, el desmonte del Obama Care, el peligroso tú a tú con el dictador de Corea del Norte, su irrespeto a la libertad de expresión que amenaza la prensa norteamericana, son hechos consumados.
Muchas reacciones de protesta se han producido en el mundo; pero como cada quien tiene su corazoncito, a mí me ha rebelado particularmente la más reciente barbaridad de Trump: el retiro de los Estados Unidos de la Unesco.
Esta organización internacional es un símbolo de esperanza para los que aún porfiamos en creer que la educación es un derecho de todos, que culturas distintas puede entenderse, que de la investigación científica depende el progreso, y que los libros no muerden, sino besan.
La Unesco es uno de los pocos reductos que en el mundo quedan, donde se preservan los valores, esos que la revolución francesa eligió como lema: libertad, igualdad, fraternidad.
La Unesco, aún en aquella horrenda época de la guerra fría, ha ofrecido su colaboración a los países que la necesitan sin preferencias ni excepciones.
La primera vez que visité su sede en París en 1983, me asombró en sus pasillos la heterogeneidad de funcionarios y empleados: europeos, africanos, asiáticos, latinos, una mezcla de idiomas, de vestuarios, el mejor ejemplo de asumir la otredad como enriquecimiento. Eso representa la Unesco, un oasis de entendimiento en medio de un mundo cada vez más inclinado al odio, al enfrentamiento.
¿Merece la Unesco que Trump la acuse de malgastar fondos que se dedican, ya sea a alfabetizar en el África, a contribuir a que los sistemas educativos de Latinoamérica mejoren en la planificación indispensable, en los currículos pertinentes, en la formación de excelencia de sus docentes?
¿No son esas y tantas otras continuas actividades que desarrolla urbe et orbe Unesco, mucho más dignas de inversión que la construcción de su muro, señor Trump, o del enorme incremento al presupuesto militar de su país, o al desarrollo del armamento nuclear?
Mientras escribo estas líneas miro una fotografía que preside mi escritorio. Es de Amador Mahtar M’Bow, quien fue Secretario General de la Unesco, que auspició el Programa Especial de Educación Ciudadana(PEEC) que se realizó en nuestro país cuando fui Ministra de Educación, y que fue declarado como modelo para América Latina,
Recuerdo el humanismo de M’Bow, su alterocentrismo, y su simpatía. Era un líder, fue candidato a la presidencia de su país y enriqueció la bibliografía educativa mundial con obras que aún mantienen su vigencia. La República Dominicana le debe mucho a la Unesco. Además del PEEC, la organización ha auspiciado otros proyectos de trascendencia.
Por mencionar uno, el que intentó renovar la Educación Media, y que enlazó las tres grandes universidades de entonces: la UASD, la PUCMM, y la UNPHU. Era un programa ambicioso en el que representé a la UASD en el área de la lengua, y, que de haberse aplicado, hubiera mejorado la calidad de nuestros docentes, y en el cual quienes participamos aprendimos mucho.
Por cuanto ha hecho por nosotros, y porque la Unesco es un modelo de lo que necesita este mundo confuso para asumir la cultura de la paz, creo que los educadores dominicanos debemos pronunciarnos defendiéndola y protestando contra la agresión del presidente Trump.
Su retiro de la Unesco lo motiva una forma egoísta, individualista, materialista, sin alma, de analizar los problemas del mundo.
Con la fuerza de los versos que el pueblo ha hecho suyos, confronto a Trump, y reitero mi solidaridad con la Unesco, mi progenitora espiritual.
“Todito te la consiento, menos faltarle a mi madre”.