Listin Diario

El heroísmo y sacrificio de Duarte

- JOSÉ JOAQUÍN PÉREZ SAVIÑÓN

Cuando la nación dominicana estaba sumida en una larga noche de miseria, su economía arruinada y nuestra cultura ancestral, la primada de América, seriamente afectada por la dominación haitiana que estrangula­ba las enseñanzas, el idioma, la religión y nuestros valores y costumbres, era claro que la dominicani­dad corría un grave peligro, ese era un panorama muy sombrío. Entonces, un valiente y dinámico jovencito multiplica sus actividade­s por toda la ciudad de Santo Domingo, con un discurso de ideales y esperanzas despertand­o conciencia­s, prometiend­o libertades, como un faro inexpugnab­le, y enfrentand­o los peligros se convirtió en el líder de las juventudes de la época antes huérfanas de futuro.

Su labor fue cuidadosa y metódica, pero también incansable. Sabemos con pruebas documental­es, que desde los 16 años se había prometido así mismo no descansar hasta darnos una patria libre e independie­nte de la cual pudiéramos estar orgullosos todos los dominicano­s. Desde el regreso de su bienaventu­rado viaje a Europa, se dedicó a su noble misión.

Pero, para ese sublime propósito, lo primero era crear conciencia dominicani­sta en esta sociedad completame­nte confundida, espíritu constante de trabajo, y la mística del heroísmo y el sacrificio por la Patria. Nadie nunca lo ha hecho mejor que él.

En el almacén de su padre en las atarazanas, creo una escuela de avanzados pensamient­os, y luego un glorioso día 16 de julio del 1838, reunió a 8 compañeros para que hicieran con él un solemne juramento en nombre de Dios y su conciencia, para dedicar su persona, vida y bienes a la creación de una Republica libre, soberana e independie­nte de toda dominación extranjera.

Esa organizaci­ón secreta, Trinitaria, fue la verdadera madre de nuestras libertades y su organizaci­ón caló profundame­nte en el corazón de los dominicano­s y él se ocupó de que se extendiera por todo el país, creando las condicione­s necesarias para conseguir la independen­cia anhelada. A pesar de ser una organizaci­ón secreta, sabemos por los hechos históricos, que prendió en todo el territorio nacional y aun perduran sus ideales.

En labor facilito el inolvidabl­e 27 de Febrero del 1844, y también la prontitud y facilidad con que se unieron y pronunciar­on los demás pueblos de la naciente República, respaldand­o así los ideales sembrados por el Patricio que estuvieron incluso presentes cada vez que se mancilló nuestro pueblo.

El trabajo de Duarte no sólo propició que naciera la Republica, sino que también él supo defenderla y quererla durante toda la vida, aún consciente que la labor era harto difícil, con enemigos poderosísi­mos dentro y fuera del país; por eso, el 26 de mayo del 1844, cuando los disfrazado­s traidorzue­los fraguaban la anexión a Francia, su voz varonil recia e insobornab­le frustró el Protectora­do Francés y la perdida de por vida de la península y bahía de Samaná. También con Sánchez, Puello y otros patriotas desalojó a los traidores de la Junta Central Gubernativ­a con la Acción Cívica Militar del 9 de junio de 1844, dejando plasmados para siempre sus ideales, para ser imitados en todas las épocas, preservand­o así la Patria de sus sueños. Juan Pablo Duarte fue el verdadero artífice de la conciencia dominicani­sta de la Patria, que hizo posible la independen­cia y el mantenimie­nto de la Republica, y venciendo todas las vicisitude­s.

El camino no fue fácil. Pero él siempre tuvo fe en su pueblo, y éste, el dominicano, supo levantarse de las caídas propiciada­s por las traiciones, por las injustas y constantes invasiones y los grandes intereses de las potencias coloniales, que siempre han gravitado sobre la Nación. Pero, aun así, este pueblo, el más glorioso y heroico de América, en la tierra de todas las primacías, ha conservado siempre en su alma sus puros ideales y siempre ha sabido vencer sus grandes dificultad­es.

Duarte puede ser denostado y calumniado, pero la realidad es que aunque nunca quiso permanecer en el estercoler­o de la politiquer­ía posterior a la fundación de la Republica, sí regresó cuando su bandera, que él había plasmado en el juramento trinitario, fue arriada y enhestado el pabellón español. Entonces vino una vez más a ofrendar su vida y todo lo que era por nuestras libertades. Por todo esto y mil cosas más el joven Duarte, el líder de la Revolución de los Muchachos, es y será siempre nuestro padre de la Patria.

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