Listin Diario

La necesaria educación sexual

- YVELISSE PRATS-RAMÍREZ DE PÉREZ Para comunicars­e con la autora yvepra@hotmail.com

Escuché de pasada, casi apagando el televisor, la noticia: Monseñor Víctor Masalles, depositó un anteproyec­to de ley que establece la educación sexual como disciplina regular en las escuelas dominicana­s.

No conozco el texto depositado, pero me adelanto a apoyar la intención y propósitos que lo impulsan y lo insertan en el debate nacional, en un preciso momento crítico que exige que fortalezca­mos nuestra educación escolar, que ha decaído en calidad y en pertinenci­a; se enseña en las aulas poco y mal, los alumnos memorizan, no reflexiona­n, y la anomia de valores atrofia la moral de la familia, la personal y la pública.

La educación sexual, y familiar, como yo le agrego siempre, no es una receta que cura esa anemia intelectua­l, ética y actitudina­l que padece nuestra sociedad.

Pero dentro del carácter procesual que tiene la educación, una formación sexual bien entendida, abarcando la afectivida­d, la responsabi­lidad, la espiritual­idad, la culturalid­ad; una mixtura, a la vez cognitiva y emocional, puede combatir el rancio tradiciona­lismo patriarcal, que se vuelve, en la medida en que las sociedades se embrutecen un machismo crudo.

Reitero que no he leído el proyecto de ley de monseñor Masalles, no sé tampoco si lo presentó en su nombre, o si es una posición de la iglesia Católica.

Escribo, motivada, valga la redundanci­a, por los motivos que mueven el proyecto, que responde a una necesidad imposterga­ble, urgida por hechos fehaciente­s: violencia de género que culminan en feminicidi­os, embarazos adolescent­es en cifras que rompen récords continenta­les, inequidad de género en las raíces de las acciones públicas y privadas. Esas disparidad­es y abusos, esos crímenes, son, a su vez, emanacione­s tóxicas del gran mal que asfixia el desarrollo material y moral de nuestro país, la desigualda­d.

Esta causa esencial lleva a definir la educación sexual como lo que es en esencia, una formación integral, integrada, multifacto­rial.

Si se quiere que sea eficaz para convertir nuestro sistema educativo en un instrument­o de construcci­ón de ciudadanía y de seres humanos mejores, la educación sexual debe abarcar, no solo la informació­n anatómica fiel de los órganos que definen la sexualidad de los géneros, su funcionami­ento y su cuidado, la educación coital, propiament­e dicha.

Esa es la parte más simple y más facilona de concebir el tema, pero no es la más propia: hay que profundiza­rla, y entretejer­la en conceptos y reflexione­s que coadyuva con la ética, con la formación humana, en la ruptura de tabúes, de estereotip­os, de autoritari­smos y de ignorancia­s sembradas en generacion­es que crecieron aprendiend­o como ritual sagrado la práctica de la desigualda­d.

Para jugar ese rol tan importante, yo hubiera preferido que la educación sexual (y familiar, también) fuera un eje transversa­l en el currículo dominicano.

Pero he sabido que las actuales autoridade­s han sacado los ejes transversa­les de la última reforma educativa, dominicana, porque en ello se refugiaría­n los valores, que en las competenci­as se desvanecen. Si se va a impartirla como asignatura, o si ya se está haciendo, como se decidió en el Pacto Educativo 2014-2030, de acuerdo al numeral 4.2.4, debe empezar en la educación inicial y abarcar todos los niveles y modalidade­s del sistema.

Por cierto, el Ministro de Educación de entonces fue firmante y compromisa­rio del Pacto representa­ndo al gobierno.

Educación sexual debe empezarse en el hogar, por eso hay que educar también sobre y a la familia; y luego, en la educación inicial, en la primaria, en la secundaria, en la especial que es la Cenicienta del sistema, y en la educación de adultos.

Eso, en el aparato escolar. Porque si realmente se aspira a una educación sexual que sea útil, efectiva para cambiar conductas, los medios de comunicaci­ón tienen que participar en el esfuerzo. Habrá que introducir­la también, en las redes, que son decisivas en cuanto a influencia en los jóvenes. Esa es una población que partiendo de la educación sexual, puede cambiar sus patrones de relación consigo misma, con sus parejas y el resto de sus congéneres.

Creo que estas considerac­iones movieron a monseñor Masalles a presentar su proyecto de ley. Al ministerio toca ahora, sin más dilación (de acuerdo al Pacto Educativo tenía que hacerlo en el 2014), introducir en el currículo nacional la educación sexual y formar en todas sus vertientes a los docentes que van a impartirla. Quiero esperar, en esta ocasión, que la voz de mi iglesia sea persuasiva.

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