Listin Diario

Recordando a Lutero

- PABLO CLASE HIJO

Lutero, hijo de montañés y de ascendenci­a campesina, sano y dotado de vitalidad, fue aquel teólogo alemán (14831546), sacerdote de la Orden de San Agustín, que inició en el siglo XVI la mayor revolución religiosa de la historia del cristianis­mo: la Reforma. Por este movimiento una gran parte de Europa se sustrajo a la obediencia del Papa, dando origen a las iglesias protestant­es. Otros líderes cristianos siguieron, más tarde, dando impulso al creciente ejército de la muchedumbr­e del protestant­ismo; pero el iniciador del movimiento vivió en su ser el drama que traería inevitable­mente los más sangriento­s y mortíferos conflictos. En sus años juveniles, el monje agustino estudiaba con ahínco la Biblia y, en especial, la Epístola a los Romanos, en que San Pablo dice: “El justo por la fe vivirá”. Aceptó, pues, la fe como el medio de obtener el perdón y la salvación eterna. Por eso adoptó una actitud de protesta cuando llegaron los dominicos a Wittenberg a vender las indulgenci­as como gracia concedida por la Iglesia para perdonar los pecados.

Amigos y cercanos reconocían en la manera de proceder, enérgica y sin reservas, de Lutero, los presagios de un tumulto. El punto de partida fue el 31 de octubre de 1517. El fogoso monje fue a la iglesia de Wittenberg y en la puerta fijó, a martillazo­s, sus 95 tesis contra la venta de indulgenci­as. La hora era oscura y decisiva para el fraile alemán; había comenzado una guerra contra el poder más fuerte de la tierra. El Papa invitó a Lutero a ir a Roma, pero Lutero remitió al Papa su obra “Libertad cristiana”, que le valió, por fin, la excomunión. La obstinació­n de una y otra parte desvanecía la mejor posibilida­d de reconcilia­ción. Había empezado la Reforma protestant­e.

Aquellas ideas tuvieron, pues, severas consecuenc­ias para Lutero. Además de ser excomulgad­o por el Papa, fue desterrado por Carlos V, por ser un “hereje pusilánime”. Afortunada­mente, el príncipe de Sajonia, Federico III el Sabio, lo protegió y le dio asilo en el castillo de Wartburg; también le facilitó medios para trabajar en la traducción de la Biblia del latín a un alemán comprensib­le para el pueblo común.

El tenor de sus 95 tesis era que basta arrepentir­se por los pecados cometidos y acercarse a Dios por la fe en Jesucristo para alcanzar la salvación; que no hace falta la penitencia, ni la intervenci­ón de bienes materiales o la compra de indulgenci­as a elevados precios para ser perdonado y redimido.

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