Condenados a entenderse
Luego de meses de ingentes esfuerzos en el que jugaron roles protagónicos el presidente Danilo Medina y el canciller Miguel Vargas, el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana reiniciaron el diálogo este fin de semana, aquí en Santo Domingo.
Más que un interés político, para el Gobierno chavista se trata de un problema económico: la enorme deuda externa está consumiendo su capacidad de generar divisas sumiéndolo en una gravísima crisis. Sólo durante el último trimestre del año, los pagos de capital y de cupones de las deudas soberanas y de la petrolera estatal PDVSA superarán los $3,600 millones de dólares, y para el próximo año esos compromisos alcanzarán los $9,000 millones de dólares.
Venezuela no puede pagar esas astronómicas sumas con los actuales precios del crudo y con una economía menguada, producto de la incapacidad productiva de PDVSA. De ahí que los operadores financieros internacionales pronóstiquen un “default” para cualquier momento en los próximos meses… De hecho, la “Standard and Poor” ya adelantó ese ‘incumplimiento’ con pronósticos inmediatos, onerosos para Venezuela.
La deuda venezolana es considerada “basura”, a pesar de que --al menos hasta ahora--, ese país ha honrado sus compromisos de forma religiosa… Y la razón es simple: ¡Venezuela no puede dejar de pagar…! PDVSA es una empresa con miles de millones en activos -dueña de buques cargueros y de refinerías-; que serían objetos de embargo fuera de Venezuela por parte de los tenedores de bonos ante un eventual “default”, como también lo serían todos los activos de ese país.
Al tanto de esas consecuencias, el gobierno de Maduro ha privilegiado el pago de los compromisos internacionales a la adquisición de bienes básicos, y ahí la causa del desabastecimiento crónico de alimentos y medicamentos que padece ese pueblo; tan profunda, que ha provocado una verdadera tragedia humanitaria.
Ante esta disyuntiva, la única salida es la renegociación de la deuda. Pero eso no se hace por decreto, como el presidente de ese país dispuso en días pasados, si no mediante rondas de reuniones con los acreedores y ofertas reales y amigables de reestructuración de pagos en donde todos salgan ganando… Y un proceso de esa naturaleza, al día de hoy, es simplemente imposible mientras cuelguen sobre el yugo del régimen chavista las sanciones impuestas por Estados Unidos que, entre otras cosas, prohíbe a los ciudadanos y empresas de ese país negociar y comprar nueva deuda de Venezuela.
Aquí es donde entra la oposición, pues es ella la única que puede lograr que se morigeren esas duras sanciones…, para luego aprobar en la Asamblea Nacional nuevas emisiones de deudas dentro del marco de esa renegociación; porque ningún tenedor de bonos en su sano juicio aceptaría un canje de deuda por nuevos papeles “aprobados” por la patética e ilegal Asamblea Constituyente instalada por el régimen chavista. La oposición, en tanto, necesita un golpe de efecto, y por eso accedió a sentarse en la mesa de negociación, a pesar de los fiascos y engaños del pasado reciente. La Mesa de la Unidad Democrática tiene problemas, la unidad de los partidos opositores, que lleva más de una década es cada día más precaria, y la torpeza con que se ha conducido desde que ganaran las elecciones legislativas de finales del año 2015 sólo es superada por la de Maduro y el régimen chavista. Desde la MUD exigen un cronograma electoral de cara a las presidenciales del próximo año que incluya la designación de nuevas autoridades electorales, la libertad de todos los presos políticos, la apertura de un canal humanitario y la restitución de las facultades de la Asamblea Nacional, usurpadas por la Constituyente de Maduro.
Y desde el Gobierno piden el levantamiento de las sanciones internacionales, que la oposición se comprometa a apoyar una eventual renegociación de la deuda y que reconozca la Constituyente.
El chavismo está compelido a “elegir su veneno”: No pagar la deuda y asumir las consecuencias, o continuar “pagando sin poder” y profundizando la crisis de desabastecimiento, para aumentar el descontento y la impopularidad de Maduro, incluso en los sectores populares donde ha estado su base de apoyo fundamental.
Y la oposición necesita recuperar espacios y aprovechar la coyuntura para abrir un camino de esperanza hacia las elecciones de 2018, a expensas de continuar deshilachándose en medio de discusiones bizantinas, protestas callejeras que terminan en ningún sitio y procesos electorales donde les roban y manipulan los votos como si fueran niños a quienes les arrebatan unas paletas en las manos.
¡…Es por ello que esta vez, aunque no quieran, Gobierno y oposición están condenados a entenderse!