Un maravilloso significado
Desde la ciudad de Lexington, en Carolina del Sur, llena de alegría y nostalgia, saludo y felicito por Navidad y Año Nuevo a todos los que me hacen el honor de leerme en Tercer Camino. Digo alegría porque estoy disfrutando mis hijos y nietos, y nostalgia porque extraño mucho aquellos que se fueron, aún sin decir adiós.
Navidad es para mi una mezcla del disfrute del nacimiento de Cristo y el compartir de regalos, de tratar de estar listos para su llegada y al mismo tiempo de preparar nuestras casas para otros invitados. Sin embargo, en la noche de la espera por Jesús, se ha metido como el dador de regalos a Santa Claus, sin que muchos sepamos, ni nos interese saber, cuál es el verdadero significado para que tome el puesto del Niño Jesús y los Reyes Magos. Pero bueno, la transculturación le ha dado a Santa el protagonismo, como se estila aquí en Estados Unidos. Ya no hay camellos que se mueren de sed y de hambre como en tiempos anteriores, sino un trineo sin vida que nunca se daña y que llega como un bólido a su destino. Mis nietos lo esperaron con ansiedad, pero sin preocupación de buscar agua y yerba como era la costumbre en aquellos tiempos en que dábamos importancia a esos Reyes Magos que llegaron al pesebre donde nació Jesús, siguiendo a una estrella. Santa es otra cosa, llega contento y sin inconvenientes acariciando su barriga, símbolo de que comer mucho da alegría y felicidad. Aún con todos estos cambios que se han dado a través de los tiempos, la Navidad sigue teniendo un maravilloso significado: La reunión de la familia. Por eso estoy aquí, y muchos otros quisieron estar allá, porque estar con nuestros seres queridos es prioridad en esta celebración que se cobija bajo el manto de esa noche encantada en que vino al mundo nuestro Salvador, el Niño Dios.