Marcando el éxito de las áreas protegidas
Iván Gómez: Hace muchos años las sequías eran muy estacionarias y muy marcadas, sobre todo desde diciembre hasta Semana Santa, pero esto ha cambiado. Ahora se puede subir todo el año...
El objetivo del 80 por ciento de los excursionistas que llegan a estas áreas protegidas es alcanzar la cima del pico Duarte, explica Aramis Sosa, administrador del parque Armando Bermúdez y de los puntos de interés del José del Carmen Ramírez, entre ellos el pico Duarte y el valle del Tetero.
El resto, que es una buena cantidad tomando en cuenta que en los últimos dos años se han registrado casi 6000 ascensos anuales a toda la zona, se queda en los valles intramontanos como El Tetero y Bao, a 1500 y 1800 metros, respectivamente, sobre el nivel del mar.
Durante la temporada alta, que va de enero a marzo, en el Tetero se “meten hasta 2000 personas”, dice Iván Gómez, presidente del Grupo Desde el Medio, cuya agencia de viajes organiza una de las más exitosas excursiones anuales a la cima más alta de las Antillas: “Del pico al cielo”.
“Esto parece un pueblo. El viaje al Pico es un viaje de mucho esfuerzo, aquí llegan y duran dos o tres días acampando”, comenta Iván.
En coordinación con el Ministerio de Medio Ambiente, la fundación Desde el Medio participa en las mejoras que se ejecutan desde el año pasado en ambos parques.
Gómez sostiene que la idea de arreglar poco a poco todas las rutas, además del disfrute y la seguridad en los ascensos, es balancear un poquito la carga del parque.
“Hace muchos años las sequías eran muy estacionarias, se metían unas sequías desde diciembre hasta Semana Santa muy marcadas, pero esto ha cambiado. Ahora se puede subir todo el año, los 365 días. Porque, ¿qué pasa? Cuando se nos meten en temporadas calientes como ahora 1000 o 2000 personas en un parque, este sufre mucho. Se produce mucha basura, congestionamiento, mucha contaminación sonora, y no alcanzan los baños, las letrinas”, explica el montañista.
Los complejos de acogida se componen básicamente de una gran caseta para que los turistas duerman, un área de guardaparques (“están aquí por una semana, solitos, cuidando nuestros bosques: en la semana suben dos y bajan dos, duermen aquí”), un área de cocina y baños.
“En el Aconcagua, nunca se me olvida, nos cobraban 200 dólares para entrar al parque. Es mucho dinero, aquí cobramos 100 pesos, pero allí había un helicóptero que se llevaba el tanque de materia fecal todas las semanas. Había médicos que nos tomaban el nivel de oxígeno, había rescatistas, te daban una bolsa con un número para que tires todos tus desechos fecales, bajarlos y depositarlos en un sitio. Y así es que se debe conservar un área protegida. Entonces, cuando tengamos todo esto también vamos a subir el precio, pero tenemos que devolverle a los visitantes para que se sientan cómodos”, comenta Gómez.