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Durante los últimos años se han desarrollado disputas entre organizaciones nacionales e internacionales acerca de la necesidad de educar en sexualidad a los jóvenes y niños de las presentes generaciones. La alarma ante esta situación se ve obstaculizada por las interposiciones religiosas y morales de padres e iglesias; unos de acuerdo y otros en desacuerdo a que se eduque en sexualidad a sus hijos, por el temor o la creencia de que esto se refiere exclusivamente a sexo, genitalidad o a que se les esté invitando a una sexualidad prematura o sin responsabilidad.
Los expertos en la materia enfatizan en la importancia de que los jóvenes se conozcan y se eduquen, de modo que el incremento de enfermedades de transmisión sexual en adolescentes y casos de embarazos no deseados vayan en disminución.
La educación sexual se define como el conjunto de actividades relacionadas con la enseñanza, divulgación y difusión acerca de la sexualidad humana en todas las edades del desarrollo, derechos sexuales, reproductivos, orientación sexual y salud en general.
Los jóvenes hoy preguntan a qué edad o cuándo es que se les “da el permiso” para tener relaciones sexuales. No obstante, algunos ya han iniciado una vida sexual y no saben que un beso apasionado o cualquier juego sexual son relaciones sexuales y no son conscientes de ello, como explica la educadora Elaine Féliz.
La experta asegura que “como adultos y por la manera en que fuimos educados, a veces no tenemos las herramientas para educar a una generación que está recibiendo información de otras fuentes, cosa que no tuvimos y que no sabemos manejar”.
Se han presentado anteproyectos que ponen su eje en este tema. Organismos estatales han tratado de tomar cartas en el asunto y de llevar a cabalidad programas de educación que vayan desde el hogar y la familia, hasta la escuela y universidades, con el fin de desaparecer los tabúes con los que se ha crecido, y encaminar a los jóvenes a la toma de decisiones responsablemente.
Un artículo del psiquiatra y catedrático Nelson Moreno Ceballos dice: “La educación sexual también debe abarcar la explicación de la existencia de preferencias sexuales disímiles, las cuales tienen orígenes diversos; no para promoverlas o explorarlas ni practicarlas, sino para que aprendan a comprenderlas y tolerarlas cuando las observen en otros de sus compañeros, que siempre son una minoría, y protegerlos de las posibles inducciones a conductas que ellos no asumen ni tienen inclinación natural hacia ellas”.