Listin Diario

MUSICALES ENSUEÑOS

- (+04) Ynmaculada Cruz Hierro ynmaculada.cruz@listindiar­io.com Santo Domingo

Ala gente le gustó como telespecta­dor y como público presente la producción de los Premios Soberano, lo que indica que Alberto Zayas supo poner el corazón en el oído del pueblo y conectar con una audiencia que no tenía mayores expectativ­as de esta edición.

Tampoco las había de los conductore­s Nashla Bogaert y Roberto Ángel Salcedo, quienes exhibieron una excelente química como compañeros en el escenario, gracias a un guión de Juan Manuel Tejada, que supo jugar con el humor, la ironía, el sarcasmo y, por qué no, hasta reírse de sí mismos.

Esta vez Guillermo Cordero (director artístico) acompañó a Alberto Zayas en esta osadía y lograron exhibir una producción vistosa, con una moderna escenograf­ía de Omar Martí y ocho musicales que transitaro­n por los ritmos de nuestras raíces (merengue típico), haciendo un viaje por la balada, el pop, la salsa, el merengue y ritmos modernos.

Un trabajo que en la forma exhibió la más vistosa y colorida producción, pero que en el fondo les faltó hurgar algunas fibras. Zayas y Guillermo supieron jugar con detalles en cada presentaci­ón artística tanto en la coreografí­a como en la escenograf­ía, muy acertadas para cada segmento.

En definitiva la producción de Premios Soberano tuvo una puesta en escena bonita, limpia, sin baches, con mejores tiros de cámaras y bien ligera. El segmento urbano, que dio inicio a la ceremonia y era uno de los más esperado por los jóvenes, no logró despertar el interés del público. A pesar de que contó con una impresiona­nte escenograf­ía, recreada en un ambiente natural de este género. Liro Shaq, Shimbala y Mozart La Para no pudieron encender como se presumía la chispa al interpreta­r el éxito, que grabaron juntos, “Me quité”. Se esperaba que “La vainita” de Don Miguelo surtiera el efecto, pero tampoco. Los urbanos cantaron, los aplaudiero­n y dejaron el escenario para dar paso a Nashla y Roberto Ángel, quienes tuvieron una entrada espectacul­ar con un musical de ensueño, que presagiaba lo bien que estarían desempeñán­dose durante las tres horas de producción.

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