200 razones
Cuando Danilo Medina Sánchez inició hace cinco años el programa de las visitas sorpresa, impactó no solo por lo beneficioso de la iniciativa, sino por lo extraño que se hacía ver a un Presidente de la República en contacto directo y permanente con la población. Fue una manera de desmitificar la imagen providencial que se tenía de la presidencia y acercarla a la gente que podía ver a un mandatario de carne y hueso, externarle sus afectos pero también sus quejas. Durante un buen tiempo la expectativa de adónde iría Medina el domingo y lo que allí acontecía capitalizó la agenda noticiosa del fin de semana. Y aunque la realidad es que de sorpresa las visitas solo tienen el nombre ya que las mismas obedecen a un cuidadoso levantamiento de necesidades a nivel nacional para combatir la pobreza y que ya han compilado 200 traslados, lo cierto es que con ellas el gobierno ha llevado soluciones a cada lugar donde ha ido.
Orientadas medularmente al campo y al sector agropecuario, las visitas y Danilo son una especie de uno para el otro. Constituyen una expresión fiel de su estilo de gobernar, cercano, directo y pragmático, donde de manera entusiasta se traslada con un equipo operativo (y a veces solo), comparte, escucha, supervisa y ordena acciones donde según cifras oficiales se han invertido más de 33,000 millones de pesos.
Es innegable que adjunto a la ausencia de una oposición política real, gran parte de la brisa de popularidad que ha impulsado la nave oficialista en cinco años de gestión se debe al contacto que el gobernante ha mantenido con la gente y el compromiso con aquellos desamparados sociales y financieros. Por eso y al margen de las críticas u objeciones que sectores interesados o afectados le puedan hacer, las visitas sorpresa son una realidad de reivindicación, mediante las cuales se han invertido miles de horas y se han podido otorgar miles de millones de pesos en créditos, organizar y cooperativizar a pequeños productores, titular parceleros y crear fuentes de empleo. Pero, sobre todo, mostrar a un Presidente que se remanga de brazos y que sacrifica el tiempo dominical de su familia para llevar esperanza y bienestar a sus conciudadanos.