Jean Flori compara la Yihad con la Cruzada
Durante varios siglos de la Edad Media, la sociedad se dividió entre los “milites” y los “rustici”, es decir, los hombres armados y los campesinos indefensos, que eran la mayoría. El liderazgo de la Cruzada lo asumirán los Caballeros. Formaban la minoría que podía financiar el costosísimo equipo militar, incluyendo el caballo y todo lo necesario para su manutención. Ya en el siglo XI, los Caballeros tenían como fin proteger a los indefensos, pero a partir de las Cruzadas que iniciaron en el 1095 adquirirán otra finalidad sacral. Bernardo de Claraval lo expresó brutalmente: matar a un hombre era un “homicidium”, pero en la lucha contra los infieles, matar a uno de ellos era un “malicidium (la muerte de un mal), ya que el pagano que se propone oprimir a la cristiandad por fuerza de las armas no es otra cosa que un sostén activo del mal en el mundo” (Franco Cardini, “Guerra y Cruzada”, en el Diccionario Razonado del Occidente Medieval, Jacques Le Goff y Jean –Claude Schmitt (eds) 2003,310 – 318).
Jean Flori, doctor en Ciencias Humanas y Letras, dedicó muchos años a estudiar la Caballería y su evolución. Le damos la palabra.
Flori nos explica que la Yihad predica la conquista, la Guerra Santa [La Cruzada], la reconquista. Cronológicamente, los territorios del Próximo Oriente, de África, de España, eran territorios masivamente cristianizados. Por eso, las invasiones islámicas fueron consideradas desde el inicio como un castigo de Dios. Era un castigo temporal según la teología de la época. Si los cristianos se arrepentían de sus faltas, Dios se arrepentiría también del castigo y vendría a liberar a su pueblo, ya sea para volver al “status quo” de antes, o para establecer “su reino, al final de los tiempos”, esto implicaría “un combate final de dimensiones apocalípticas”. “El [sic] yihad es llevado a cabo por los creyentes para extender el <<territorio de la fe>> a partir de los santuarios que construye su corazón: La Meca, Medina, Jerusalén.” En cambio, Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela estaban ubicados en zonas vulnerables. Jerusalén fue conquistada, Roma fue saqueada, Santiago conquistada, los caminos de los peregrinos se volvieron peligrosos. La Cruzada “no fue un Yihad ordinario”, equivalió, para muchos cristianos “a lo que para los musulmanes habría sido una guerra santa destinada a reconquistar La Meca, si hubiera caído en manos de los <<incrédulos>>, de los no musulmanes”. El hecho de que Jerusalén hubiera permanecido por tres siglos en manos de los musulmanes no significaba nada. Dios mismo “decidió poner fin a aquél escándalo y pidió a sus fieles, por boca del Soberano Pontífice, que participaran en aquella reconquista, bajo su dirección, como antaño los hebreos tomaron posesión de la Tierra Santa ocupada por los romanos”.
“El Yihad es original de la religión musulmana; la Guerra Santa [La Cruzada] no lo es en el cristianismo. Fue el resultado de una evolución de cerca de mil años.” La Cruzada, en su intento de responder al Yihad, “dio la espalda a la doctrina del Evangelio y de la Iglesia primitiva para extraer de las <<Guerras del Padre Eterno>> relatadas en el Antiguo Testamento argumentos destinados a alimentar su nueva actitud. En las páginas precedentes hemos tratado de seguir su elaboración.”
La Cruzada comparte los caracteres de una guerra santa, pero fue más, porque su meta era “la liberación del Sepulcro de Cristo en Jerusalén, lugar santo por excelencia”. Es en esta meta en la que hay que apoyarse para definirla, más que en el voto, el signo de la cruz, la corona del martirio, la remisión de los pecados, incluso de la indulgencia.
Flori propone esta definición: “La Cruzada fue una guerra santa que tuvo como objetivo la liberación de Jerusalén”. Veamos los inicios de la primea cruzada.