Patología farmaceútica
En su historia, la industria farmacéutica ha sido económicamente una de las más rentables del mundo; pero hoy, que caminamos hacia el nuevo orden criminal, la farmacéutica no ha sido la excepción de la mano del crimen organizado. En Europa, países como Francia, padecen el salvajismo de producir medicamentos para ciudadanos sanos, creando enfermedades por “marketing”, haciendo dependientes de estos medicamentos a millares de personas. Lo que en los años 70’s era una industria para preservar y respetar la vida humana, hoy una parte representa una red mafiosa donde el principal activo es la manipulación inescrupulosa de la vital necesidad del hombre, en su lucha por lograr su salud para mejorar su calidad de vida. El ejemplo europeo francés es elocuente en el viejo Continente. De forma inhumana, empresas dirigidas por patológicos facultativos en materia farmacológica, han lanzado una ofensiva salvaje, en base a la creación de enfermedades para vender medicamentos, publicitando la “falsedad” de la existencia de enfermedades como osteoporosis, colesterol, menopausia; con la complicidad de médicos y autoridades de la salud. Hoy día, el abuso de la industria farmacéutica y su objetivo, es transformarnos en enfermos y así lograr el éxito de sus ventas, sensibilizando a la gente con una gran campaña mercadológica acompañada de congresos a médicos e investigadores, y así patentizar subrepticiamente el consumo de sus productos. Datos escalofriantes en Francia señalan que la media de consumo per cápita es de 581 euros al año, de 30 millones anuales del total de su población, con un saldo de 20,000 muertes por el uso inadecuado del medicamento y sus efectos secundarios; 100,000 hospitalizados por la patología creada por estos medicamentos, en una industria que mueve 634 millones de euros en Europa. “Pensando” en este salvaje proceso contra el ser humano en un país tercermundista como el nuestro, la práctica de estas mafias es conseguir grandes fortunas con la falsificación y adulteración de los medicamentos, en un sistema donde el principal cómplice es la justicia, que no acaba de dar un ejemplo para detener uno de los peores atropellos de salvajismo, en una sociedad que se disuelve en el caldo de la criminalidad y la inescrupulosidad.