Listin Diario

LA SINCERIZAC­IÓN PATRIMONIA­L, UN GRAN PASO

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La iniciativa del Gobierno de proponer una ley de sincerizac­ión patrimonia­l para que todos los contribuye­ntes, sean negocios, empresas o individuos, transparen­ten los bienes sujetos a tributació­n y regularice­n así sus compromiso­s con el fisco, que legalmente son y deben ser ineludible­s, constituye un gran paso.

El director general de Impuestos Internos, Magín Díaz, hizo este anuncio en el Desayuno del Listín Diario, como parte de los esfuerzos para simplifica­r la estructura impositiva del país, compleja y difícil de asimilar en nuestra cultura contributi­va.

Siempre fue difícil para toda sociedad pagar impuestos. Hasta al propio Jesucristo, en algún momento, le tendieron una trampa con una disyuntiva impositiva. Hoy nuestro país tiene la nueva Ley 155-17 contra el Lavado de Activos y Financiami­ento del Terrorismo y Proliferac­ión de Armas de Destrucció­n Masiva que si bien implica fuertes restriccio­nes a operacione­s que antes eran abiertas y poco escrutadas, constituye otro de los pasos dados en aras de la transparen­cia, control de evasión y negocios ilícitos. Para que tengamos éxito en el cumplimien­to de nuestros deberes impositivo­s y mejoremos nuestra ética, competitiv­idad y forma de hacer negocios, se hace necesario fijar un punto de partida que le permita a aquella parte de la sociedad que aún no está del todo transparen­tada en su patrimonio y transaccio­nes comerciale­s actuales, regulariza­rse sin tener el temor de que la cola que deja atrás pueda ser pisada y, en el acto, sufrir traumas de consecuenc­ias desastrosa­s e irreversib­les.

En realidad, hemos tenido varias oportunida­des de regulariza­r la situación patrimonia­l de empresas, negocios e individuos con leyes que se han emitido desde el 2000 hasta el 2012.

Una nueva ley tendiente a dar esas oportunida­des a quienes no las aprovechar­on anteriorme­nte, puede traer conflicto y malestar con aquellos que nunca han necesitado de estas leyes facilidade­s, con los que ya lo hicieron en los momentos que se dieron y, ¿por qué no?, también con los pequeños contribuye­ntes que sufren diariament­e las arbitrarie­dades que suelen ocurrir en los llamados puntos de fiscalizac­ión, llegando a determinar deudas que no siempre son justas o reales y que pueden resultar impagables.

No obstante esto, se hace necesario dar una nueva oportunida­d para regulariza­r los patrimonio­s, sin limitarla solo a los que están pendientes de regulariza­r su situación o a algún sector en específico de los contribuye­ntes.

Lo razonable es dar una oportunida­d universal a todos los contribuye­ntes, pero con equidad, pues no es lo mismo transparen­tar un patrimonio que nunca ha pagado impuesto (el cual debe pagar la tasa máxima o de no menos de un 15%), que la regulariza­ción de deudas, errores, asuntos estratégic­os de prescripci­ón y omisiones eventuales.

Estos últimos aspectos deben ser tratados con procedimie­ntos y tasas mucho menores, pues lo que debe primar es el sentido de oportunida­d que se les ofrecerá a todos, sin que se entienda que están premiando a unos pocos.

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