OTEANDO Amnesia selectiva
“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Ramón de Campo Amor.
Un joven “poeta menor”, en el sentido borgiano, apela a la metáfora estacional para destacar en un comentario televisado- que el avance experimentado por el país, su crecimiento, en modo alguno se debe al esfuerzo de los políticos ni mucho menos del gobierno actual.
Un joven abanderado de quienes representan el “capitalismo salvaje”, empleado de una multinacional y amigo del empresariado “toma las armas” y relata al país, en un programa nocturno, claro que en su dimensión del vaso “medio vacío”, cómo, del pesimismo decimonónico dominicano, hemos pasado a un realismo -que aclara no es mágico- donde la desigualdad se recrudece ante la indiferencia de quienes viven en la burbuja de un bienestar que no es.
Un joven se coloca en la perspectiva de su particular interés, o de aquellos a quienes representa, para, haciendo uso de una amnesia selectiva, olvidar que el problema de la desigualdad no es nuevo, que comienza con la interacción humana, en los agregados sociales primitivos y subsiste aún hoy por una causa común a todos: la naturaleza humana, egoísta y codiciosa, que coloca a unos enfrente de otros en una lucha eterna por ser mejores, primeros, por tener más prestigio, más poder, más dinero; por lo que todos tenemos una cuota de responsabilidad en la desigualdad y todos debemos obrar y aportar nuestro concurso para su mitigación. Un joven muy talentoso y admirado por mí olvida, en fin, que la desigualdad, la exclusión y la pobreza son los factores determinantes de la delincuencia que convierte en “maldita” su primavera y la nuestra, pero que esas causales no residen de manera exclusiva en la negligencia de este ni otro gobierno, sino que más bien se generan en muchos espacios y tienen muchos responsables, incluidos algunos representantes de una clase económica poderosa que solo invoca el papel regulador del gobierno cuando de pacto fiscal se trata, porque su enfoque del mismo le beneficiará; algunos representantes de una clase económica poderosa que, en muchos casos, se resisten a aplicar un pírrico aumento salarial dispuesto por las vías legales; algunos representantes de una clase económica poderosa que, si bien han contribuido al crecimiento de nuestra economía, “a pesar de” -para tomar prestada la expresión de nuestro talentoso joven-, no lo han hecho como los “santos cachones” ni en el ejercicio de una laboriosidad cándida e inmaculada; en fin, de muchos representantes de una clase económica poderosa que bien han sabido lucrarse a expensas de las falencias institucionales, evadiendo, en muchos casos, los impuestos que generarían ingresos suficientes al Estado para enfrentar con eficiencia preventiva la delincuencia de su “maldita primavera”.
Es verdad que algunos políticos deben dejarse de culpar la “percepción” y ver la realidad; pero también es verdad que el estatus quo imperante no fue definido solo por los políticos y los gobiernos, sino también por ciertos representantes de la clase económica más sobresaliente que, en esta y todas las latitudes, se solazaron y embaucaron a políticos y gobiernos vendiéndoles la teoría kuznetsiana de que, en el camino hacia el crecimiento, el ingreso se concentra al principio, pero que luego esa tendencia se revierte y mitiga de manera importante la desigualdad.
Lo conveniente sería, talentoso joven, que sus comentarios “distribuyan” mejor las culpas y sirvan de instrumento disuasivo a los políticos ineptos y ladrones -que siempre los hay-, pero también a muchos representantes de esa clase económica que lo quiere todo y que tienen por patria el capital y por país sus intereses; a no ser que usted pretenda, parodiando a Yuri, que “pase ligera su maldita primavera y le haga daño solo al gobierno”.
¡Ya leyó mi opinión, amigo (a) lector (a)! “¡Después de eso, usted tiene la palabra!”