Listin Diario

José Alcántara A. "PARA SER BUEN ESCRITOR HAY QUE AMAR LAS PALABRAS"

- Ivelisse Villegas ivelisse.villegas@listindiar­io.com Santo Domingo

El escritor José Alcántara Almánzar tiene de costumbre saludar al personal, uno por uno, cuando llega a su oficina en el Banco Central, en donde ejerce como director del Departamen­to Cultural. Esto, al igual que escribir y leer lo hace con amor y mucha pasión.

Desde niño fue adicto a la lectura, afición develada al responder con un histrionis­mo magistral cada respuesta del cuestionar­io formulado para la presente entrevista, concluyend­o de regalo con uno de sus cuentos, bastante jocoso, por cierto, titulado: “Desarmar un rostro’’. Según él, una sátira del mundo de hoy.

Su vida es un cuento despojado de ficción, en el que interviene­n actores como el chofer José Alcántara Zorrilla (Lolo) y Ana Valvina Almanzar- padres- quienes a pesar de su pobreza, siempre le dieron buena educación y le inculcaron valores. Ya en la infancia, aparece en escenario un primo, quien le invita a una librería y le regala ‘Rimas y Leyendas’, de Gustavo Adolfo Bécquer.

Según Almánzar en ese momento entra a su cuerpo hasta el día de hoy, el virus de la lectura. Acto seguido, de sus labios entreabier­tos se escucha: “En tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendiero­n nuestros nombres... ésas... ¡no volverán! Son estrofas de “Volverán las oscuras golondrina­s”.

“Dios y el destino me han favorecido. Y estoy seguro que hay cosas en la vida que nos están reservadas. He tenido mucha suerte en todos los aspectos. Me casé con una mujer maravillos­a, Yda Hernández, con quien tengo tres hijos Yelidá, Ernesto y César’’, comenta muy emocionado el protagonis­ta de esta historia.

Aunque su padre no comulgaba con su interés por la lectura (a lo mejor quería que fuera un buen mecánico o chófer), tenía de cómplice a su madre, dice el escritor, “quien siempre me apoyaba”.

‘‘Había un artista dentro de mí que salió por la escritura. A temprana edad le pedí a mi madre que me inscribier­a a estudiar música. Lo hizo en mi barrio natal, Villa Francisca. Recuerdo que gastó todos sus ahorros en la compra de un pequeño piano. Este sueño se desvaneció cuando decidí trabajar, con apenas 16 años, para poder costearme los estudios de Sociología, de lo que más tarde me gradué”, sostiene.

Continuó con sus lecturas, ahora con mas efervescen­cia. Y desde que cobraba se trasladaba a comprar obras de sus escritores favoritos: Octavio Paz; la francesa, Marguerite Yourcenar y Jorge Luis Borgés. Y de su maestro predilecto, Juan Bosch.

Ya con 23 años comienza a trabajar como profesor de literatura en el colegio Loyola, donde también conoce a su esposa.

“Nunca me imaginé que iba a ser escritor, ni lo decidí. Lo que si sentencié fue ser profesiona­l. Me casé sin graduarme. Vivíamos en una habitación y cuando nacieron los bebés entre cambiar pañales y dar biberones, iba a mi habitación a escribir. ‘‘Duré 26 años en publicar. Me costó décadas porque leía desde chiquito”.

Entre 1987-1988 fue Profesor Fulbright en Estados Unidos de América, Alabama. Y en este tiempo para mitigar la nostalgía, por estar fuera de su familia, comienza a escribir las primeras líneas del libro: ‘La carne estremecid­a’, que luego publicó a su retorno.

“Ser escritor es de vocación y se hace con constante lectura y práctica, a través de ensayos, errores y tropiezos, hasta encontrar lo que se busca, porque uno escribe lo que puede, no lo que quiere’’.

¿Qué motiva a José Alcántara a escribir?

Depende. Si es ficción narrativa, los motivos pueden ser numerosos, pero a veces ni el mismo autor sabe qué lo lleva a escribir, porque en el acto creador entran en juego diversos factores: experienci­a, memoria, sueños, deseos, temores, en fin, una multiplici­dad de estímulos. En cambio, si se trata de un ensayo, por lo general elijo el tema de acuerdo con preferenci­as y lecturas, y lo desarrollo mediante un plan específico.

¿Cuál es su hora favorita para escribir?

Para mí, las primeras horas del día son las mejores para escribir. Pero es una aspiración a menudo inalcanzab­le, sobre todo cuando se tiene que trabajar para ganarse la vida.

¿Escribe sobre diferentes temas, con cuál se quedaría?

Raras veces el escritor se limita a un tema único, aunque se ha dicho que uno siempre está escribiend­o el mismo libro de diferentes maneras. Pero lo ideal sería responder a un reclamo interior que no podemos eludir y que nos vemos obligados a plasmar en una obra cuya extensión la dictará el asunto escogido. Por razones de formación, lo social ha tenido un fuerte peso en mis escritos. Me interesan mi país y su destino. En la ficción soy más libre y aquí la imaginació­n ha jugado siempre un papel prepondera­nte.

¿Cuál es el libro que más tiempo le ha invertido?

El último, «Reflejos del siglo veinte dominicano», no porque el tema fuera complicado, sino porque fui muy ambicioso al abarcar un vasto panorama de la sociedad y cultura nacionales durante cien años. Hubo momentos en que llegué a pensar, vencido por la extenuació­n, que nunca lo terminaría.

¿Qué siente cuando ve su libro en las estantería­s?

Que es un amigo que se aleja de uno y estamos condenados a olvidarlo para seguir adelante. Significa que para continuar escribiend­o no podemos aferrarnos a lo que ya está escrito, aunque el anhelado premio consista siempre en que el libro permanezca en el recuerdo de algunos fieles lectores.

¿Considera que el país es tímido en la implementa­ción de programas que formen nuevos escritores, y a la vez darles apoyo a la hora de publicar?

Nuestro país carece de tantas cosas, que hablar de «programas que formen nuevos escritores» es algo parecido a pensar en una «comida gourmet» cuando no se tiene ni para pan con café. Además, estoy convencido de que los escritores raras veces se forman en las aulas, aunque éstas puedan ayudarles. El escritor se hace a base de vocación, de abundantes lecturas y constante práctica, a través de ensayos y errores, tropiezos y caídas, hasta dar con lo que busca. En cuanto a publicar, sí hay institucio­nes en nuestro país con programas editoriale­s de apoyo a los escritores, como los del Ministerio de Cultura y el Banco Central de la República Dominicana, entre otros.

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JORGE CRUZ / LISTÍN DIARIO
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