Juventud y cuota
Alo largo de la historia de la humanidad, los cambios, en la mayoría de los casos, han sido marcados por episodios dialécticos que las fuerzas sociales pusieron en manos de conductores jóvenes, debido a la impetuosidad y el arrojo que suelen acompañar una mocedad desprovista del miedo a perder el patrimonio construido en un largo espacio de vida, y que no necesariamente está ligado a lo material, sino que muchas veces tiene estrecha relación con los hijos y otros apegos que el sentido de protección ancla en el conservadurismo.
Los jóvenes, por lo general, tienen sueños y sobre ellos construyen utopías. Se lanzan hacia el futuro preñados de causas, y en su avance hacia él se dejan llevar por los ríos desbordados de la comunidad humana en sus diferentes ambientes y escenarios. Les excita el tumulto, el cambio, los riesgos y el miedo que se van constituyendo en simiente para el futuro conservadurismo que acompañará a la mayoría de los mayores, cuyo agotamiento biológico y el abandono del compromiso, petrifican en un estado de confort que los deja en la desidia y la inacción.
La juventud expresa ímpetu biológico y espiritual, pero es sabido que en muchos casos hay personas con pocos años de vida y un notorio envejecimiento espiritual que lo lleva a la invisibilidad social, mientras que también hay individuos de edad avanzada que, al atesorar sus ideas y compromisos sociales con reciedumbre, conservan la fuerza de la creatividad como un adolescente que desafía las incertidumbres del futuro y se enreda en cuestiones de carácter existenciales.
Para hacer más digerible lo expuesto, tomo siempre de ejemplo a Juan Bosch, que desde adolescente emprendió el camino de la grandeza sin darse cuenta que lo hacía. No tenía ambiciones personales. Amaba a su pueblo. Arriesgó su vida por la libertad de los demás. Ese compromiso lo llevaría, siendo un jovencito, a construir una organización política para que a través de ésta sus compatriotas comenzaran a fraguar un destino amigable. Consumió su existencia sin descansar, porque a los 63 años de edad, no conforme con el papel del partido que ayudó a formar, se dispuso a construir y organizar otra formación política a la que dedicó más tiempo y empeño porque diseñó un esquema para la instrucción con perfil ideológico determinado e inconfundible. Con avanzada edad y su cuerpo cansado, continuó produciendo ideas orientadoras para los militantes del partido y la sociedad. Su condición biológica no lo inutilizó porque nunca abandonó su compromiso con el pueblo. Su espíritu de sacrificio le dio una cuota en la historia; sus espacios en la sociedad nacional y regional se los ganó desde jovencito por sus aportes. Tenía una propuesta literaria, y desde ésta, unas preocupaciones sociales que se constituían en denuncias y luego fueron compromisos de militancia.
El mérito de Bosch a sus poco más de 20 años no era su edad, porque ésta no es una virtud, es simplemente una condición biológica. Leonel, Danilo, Peña, Balaguer, Duarte, Luperón, Bolívar, Lenin, Lincoln, Hitler, Mussolini, Washington, García Márquez, Vargas Llosa, Neruda, Walt Whitman, Zapata, Perón, Mahoma, Jesús, Einstein y Galileo se ganaron una cuota en la historia por sus aportes. Los jóvenes tienen que hacerle espacio de cuota a las ideas, a los proyectos, con esto se romperían los diques y la falta de democracia interna en los partidos.