La presciencia de Charles De Gaulle
L“No hay poder sin culpa” Aforismo griego. a política dispone de una gramática particular que cultivar a la hora de pensarla, sobre todo, desde una de sus perspectivas más transcendentes como lo es la que ha de enfocar lo procesual.
El proceso de globalización que vive nuestro mundo no hace excepción de los ámbitos político o comercial para verificarse; por el contrario, los reclama. Por tanto, la política de hoy, el Estado mismo, muestran una vocación casi “instintiva” para el globalismo en la gestión de los intereses económicos de las naciones, ya por iniciativas particulares, ya por iniciativas colectivas.
Y es por lo anterior que los principios ideológicos que, acaso sirvieron de plataforma a los países más grandes para establecer su poderío militar y económico, son con frecuencia desdeñados a la hora en que ellos tienen por reto mantener sus niveles de penetración en los mercados foráneos. Igual conducta asumen los pequeños en aras de su sobrevivencia.
Esa dinámica propicia algo así como el “estado de naturaleza” de Hobbes: la guerra de todos contra todos. Para mí una guerra en la que los países grandes consumen el manjar y suministran a los pequeños, lentamente, la cicuta cuya conina determina la propia degradación de sus aptitudes para levantarse, para salir a flote.
El “tablero mundial” de hoy está definido por un rey llamado mercado y los pequeños no se pueden rezagar, por aquello de que “quien no avanza retrocede”; y aún así, se nos hará muy difícil quitarnos de encima ese estigma de “concurrentes tardíos” al banquete; comeremos por mucho tiempo “la sobra y los recortes”, nuestras potencialidades son muchas, pero también mucha la competencia.
En medio de un escenario así se acabaron los “amigos eternos y los enemigos irreconciliables”, y siempre harán falta hombres dispuestos a cargar con el peso de sus decisiones si -claro- la juzgan no solo propicias, sino oportunas y beneficiosas para sus países; hombres con un sentido de grandeza activado, no a partir de sus egos, sino de los intereses de sus respectivas naciones. Es la actitud que ha asumido el presidente Danilo Medina en el caso de la ruptura de las relaciones diplomáticas con Taiwán y la apertura de las mismas con China Popular.
Ninguna ruptura está libre de traumas. Ninguna decisión de esa naturaleza deja libre a quien la toma, para bien o para mal estará ligada a él; pero si ha estado inspirada en el sentido de grandeza de un país, en la promoción y búsqueda de un mejor destino, siempre estará justificada.
Charles De Gaulle comentaba a Richard Nixon, en el viaje de este último a Francia en 1969, “mis decisiones políticas son para los diarios de pasado mañana”. Tal aseveración implica que no hay que dejarse presionar por los titulares de los diarios de hoy; un presidente con “presciencia” -que según el propio De Gaulle, no es más que la aptitud de saber por qué camino se ha de avanzar- no teme, actúa, y eso ha hecho Danilo Medina.