El mejor de los tiempos
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto.”
Hace cuatro días, el pasado 30 de abril, esta frase, una de las más famosas de la literatura universal, cumplió 159 años de su publicación. Con ella inicia la novela “Historia de dos ciudades”, escrita por el inglés Charles Dickens.
Este miércoles, mientras leía noticias, sobre el suicidio de Avicii, el pinchadiscos sueco; veía un cartel publicitario con las enormes nalgas desnudas de un hombre y las informaciones locales de un hijo que apuñaló a su papá; de un padre que embarazó a su hija y de otro hijo acusado por un hermano de haber planeado la muerte del padre de ambos, pensé, como dice Dickens, que este era el peor de los tiempos. Pero cuando conversaba con mi hija sobre Avicii, cuyo apodo rendía culto al infierno, y dije que él lo tenía todo, juventud, belleza, millones, talento, fama y familia, mi hija agregó la palabra “aparentemente”. Rectifiqué y le dije, es cierto, le faltaba Dios.
Luego, mi madre señaló la cantidad de milagros de los que somos testigos hoy día, de cómo el Señor se pone en evidencia de manera clara. Se refería al testimonio de una persona cercana que le hizo al Padre una petición y, luego, se enteró que Éste se la concedió al instante. Y pensé en que cada vez conozco más creyentes. Así que rectifico. Esta es la época de las tinieblas, pero también de la luz. El peor de los tiempos pero, también, el mejor de los tiempos. Un joven de 28 años acaba con su vida pero una muchachita de 18 reconoce que a alguien con dinero y fama puede faltarle todo. Y mientras ocurren tragedias en el seno de muchas familias, otras muchas dan testimonio de cómo sana, transforma y cura el amor de Dios. En fin, es el peor de los tiempos, para quien no ha encontrado a Jesús; es el mejor de los tiempos, para el que cree.