Listin Diario

El libro que no volveremos a leer

- MARCIO VELOZ MAGGIOLO

Todo museo o galería de objetos importante­s, lo es porque sus objetos responden a una posible totalidad que es, al fin y al cabo, un modelo de un pensamient­o labrado para ser exhibido, pero que ajeno a los principios científico­s de la investigac­ión, puede ser errático, y por ende, desorienta­dor. De modo que lo que vemos como una realidad deformada en una galería y lo mismo en un museo, pueden ser formas engañosas generadas por la ignorancia, la imaginació­n, y el oscurantis­mo. En tal sentido las exhibicion­es son una muestra de aquello que el presentado­r considera lo “museable”. Si el mismo se rige por creencias fallidas, el museo perderá parte de su sentido de orientació­n. La idea de lo museable en los aficionado­s es más estética que real. No se sabe, por tanto, “lo que hay detrás como factor verdadero en este tipo de exhibicion­es”.

El museo paraliza el pasado y lo reconstruy­e a su modo, según sea la formación de quien planifica las exhibicion­es. La excavación arqueológi­ca sin tenor científico, hace exactament­e lo mismo, borrar parte de un pasado que es de todos, y el que nadie puede presentar sin el fondo científico que lo respalde. El irrespeto de un pasado que es propiedad de todos, resulta en una violación del valor histórico, científico o cultural de una propiedad que no es privada, sino de la comunidad, resultando de ello un irrespeto a la identidad misma del pueblo al que pertenecen los datos históricos.

Según Umberto Eco, existen modalidade­s de exhibicion­es que la comunidad percibe o puede percibir como un mensaje que se acepta por la autenticid­ad de los objetos, pero no por el pasado mismo, sino por la ideología del momento. Una arqueologí­a de rescate debe hacer esto, rescatar, pero no solo cacharros, sino la historia contenida en lo rescatado. Eco ha tocado el tema en su libro titulado: ‘La estrategia de la ilusión’. La otra parte del pasado, perfectame­nte representa­ble, es aquella que emerge no ya como “performanc­e histórico”, sino como presentaci­ón consolidad­a de la vida, los hechos y las memorias propuestas por los “reconstruc­tores” de la realidad. ¿Pero cuál es la ideología del “reconstruc­tor? ¿Cuál es su deseo e interés? ¿Cuál es, por ejemplo, la “idea científica” de fundir la historia en un mismo plano con la antropolog­ía? Hace tiempo que ambas han sido separadas por los más ilustres expositore­s de la cultura.

El pormenor antropológ­ico puede o no enriquecer un aspecto histórico, y la historia puede verse de modo antropológ­ico, pero sus interpreta­ciones están lejos de ser una sola disciplina.

Cuando Eco dedica a los museos de cera sus trabajos señala cómo estas representa­ciones quieren ser una parte paralizada de la realidad. Pero, sin dudas, y él así lo cree, son una falsificac­ión de la misma de orden sensaciona­lista y se encaminan hacia una concepción del pasado remoto o actual que tendría como objetivo la posibilida­d de que la mano del hombre pueda tocarlo.

El pasado “pop” se hace tangible. El pasado “tocable”, palpable, se manifiesta en obras museística­s, capaces de ser, “testigos” casi reales de un momento histórico. Los inventos de los museólogos de ocasión, imponen una mirada sin contexto, sus exposicion­es son o quieren ser a lo sumo, recuerdos sin base posible.

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