Llévese a Dios
De todas las noticias terribles que se han vuelto cotidianas en nuestro días, hay unas que me conmueven de manera particular, son las que refieren a los suicidios de adolescentes y niños, cuyos padres afirman que ni sospechaban sus intenciones.
En especial, familias dominicanas, residentes en el exterior, han atravesado por semejante trance. Muchos padres criollos, que emigran a la caza de un mejor futuro para sus hijos, llegan a Estados Unidos con un niño o adolescente alegre, buen estudiante y con un círculo social sólido. Y, al poco tiempo, lo ven transformarse en alguien temeroso, solitario retraído y triste. Si las calificaciones bajan, indagan qué ocurre. Pero, en Estados Unidos, donde hijos y padres apenas se ven, o los primeros pasan muchísimo tiempo en la computadora, se puede cometer el error de asumir que están bien. Y enterarse cuánto sufren en el momento en que estos se suicidan.
Esas sociedades tan complejas que, pese a sus avances, anidan luchas raciales y culturales, en lugar de digerir a nuestros hijos, cuando estos buscan integrarse, a veces, los vomitan. Y no importa si estos son muy inteligentes, o malos estudiantes; hermosos, o poco agraciados. Pueden destruirlos, poco a poco, con el gravísimo detalle de que se trata de un sistema en que los abusadores están más protegidos que los abusados. A tal punto que retiran de la escuela al estudiante víctima de acoso, en lugar de los acosadores. Me consta porque ocurrió con la hija de una amiga, cuyo caso fue manejado por los maestros y los doctores, que solo se limitaban a medicarla para los nervios, de manera indignante.
A los padre dominicanos que toman a sus hijos adolescentes, empacan y se marchan a Estados Unidos, tal vez, sin prepararlos, ni preparase ellos, con relación al impacto que ese cambio va a suponer en sus vidas, quiero decirles, con todo cariño, que cometen un error.
Lo primero es que una época tan difícil como la adolescencia no es idónea para un cambio drástico que arranca a los muchachos de raíz para sembrarlos en otro lado. Y que este momento histórico que vivimos es especialmente complicado para educar jóvenes porque no tienes ni la más remota idea de con cuáles personas e ideas entrarán ellos en contacto a través de la internet o de compañeros de clases.
Pero si no queda más remedio que emigrar, se hace necesario buscar ayuda espiritual y psicológica antes de partir. Conviene orientarse sobre señales, casi imperceptibles, de depresión. Además, orientar a los hijos y tomar medidas precautorias.
Transmítale su fe, siempre que pueda, ore con ellos en casa. Y, en cuanto lleguen a su destino, trate de hacer contacto con la parroquia que le corresponda, para que se pueda integrar. No deje a Dios en República Dominica, lléveselo a donde vaya. Él no permitirá que la noticia sobre el suicidio de su hijo le sorprenda sin que usted siquiera lo haya sospechado.