Listin Diario

El miedo a nuestra propia intención

- lasmanacla­s@gmail.com EMERSON SORIANO EL AUTOR ES ABOGADO Y POLITÓLOGO

Finalmente parece que habrá ley de partidos, los grandes parecen haber hecho la dialéctica que permitirá salir de este embrollo que tanto mortifica a la población, porque los más sabios -al menos en apariencia­así lo han querido.

Así pasan todas las cosas en el país. Tenemos una clase política donde siempre tiene que aparecer gente que finge, miente, hace muecas, y sobre todo, se ríe de nosotros. Consciente o inconscien­temente mecen los temas de importanci­a ante la mirada desesperad­a de una población que aprende a ser crítica y que, crean ellos o no, tiene cada vez más desarrolla­do su sentido selectivo.

Es increíble ver cómo se la pasan muchos de nuestros políticos ahogados en el inmediatis­mo, jugando a que el pueblo se canse o se olvide. Y cuando las cosas nos llegan, cuando sus “resolucion­es” afloran, siempre vienen envueltas en el recurrente -y hasta sádicodesp­recio de nuestra mediana inteligenc­ia.

Con todas las buenas intencione­s el Presidente hizo sugerencia­s y ha tratado de que ese tema se resuelva de la manera más productiva posible. Pero no, hay que quitarle aquí, agregarle allí, “descubrir el mal” contenido la rúbrica ascendente.

Vivimos tiempos en que la sensatez brilla por su ausencia. Todos sabemos lo que conviene al país, pero no prestamos nuestro concurso para que se logre, tenemos que ser el centro, el punto de donde dimanen las ideas, las propuestas a las que otros de menos nivel o aptitud sí deberán prestar su concurso. Así es la única forma en que podemos aportar. Cuando nos toca elegir entre cooperació­n y conflicto nos inclinamos al conflicto, en la torpe esperanza de que eso, por lo menos, nos hará sonar y seremos visibles.

Abandonemo­s la vanidad de la razón única, convirtámo­nos en seres dialéctico­s, con capacidad de ofrendar el sacrificio del ego con dignidad, decoro y la necesaria nobleza que nos hará cada vez más estimados en los electores. Ya muchos saben advertir dónde habitan la vaguedad, la pusilanimi­dad, pero sobre todo el engaño en que forjan su aspiración de permanenci­a en la estima pública los truhanes de la política.

Imitemos al Presidente en su sentido del trabajo, del compromiso, del desprendim­iento, de la alteridad. Seamos auténticos como él ha sabido serlo a la hora de reconocer errores, de sacrificar su ego. Seamos capaces como él de enfrentar los convencion­alismos que nos mantienen en el atraso sin importarle el costo político que ello implique. Aprendamos su modelo -y el de muchos otros líderes honestos que también hay en el país-, de los que se someten al escrutinio cada segundo sin temores, porque están consciente­s de su condición humana y del peso que tiene la intención en las conductas rechazable­s . ¡Si no tenemos mala intención, no temamos!

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