Listin Diario

“¿No es este el carpintero, el hijo de María?”

- MARUCHI R. DE ELMÚDESI Para comunicars­e con la autora mtelmudesi@gmail.com

Y Jesús les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

Sabias palabras las de Jesús en el Evangelio de hoy. No querían aceptar, que aquel que hablaba con tanta sabiduría, fuera el hijo de María, “su vecina”, “su conocida”, la de “su barrio”. Eso les resultaba escandalos­o.

Para nosotros, nuestra familia, nuestro grupo, nuestra comunidad, puede ser esa tierra en la que muchas veces no podemos ser profetas. Queremos llevar la Palabra de Dios a todos los miembros de nuestra casa, pero algunos nos responden como a Jesús.

No nos hacen caso, porque conviven con nosotros, con esas debilidade­s de las que también habla San Pablo en su Segunda Carta a los Corintios. Y si le sucedió al Señor: “No pudo hacer allí ningún milagro...y se extrañó de su falta de fe”, (Mc 6,6) cuánto más a nosotros. Muchas veces pensamos que los que se encontraba­n en esa época, con Jesús tenían fe. Nosotros creemos hoy en día, más por la falta de fe de los discípulos (Santo Tomás) que por la fe de otros. Nos damos cuenta que ellos también dudaban y el Señor les sacaba de sus dudas. Después que palparon la resurrecci­ón, entonces se dieron cuenta que tenemos que creerle a Dios. Lo que promete, lo cumple. La fe es un don de Dios. Hay que orar y pedirle a Dios que aumente nuestra fe. Dios no hace fuerza, tenemos que pedirla. Él respeta nuestra libertad de creer o no creer. Por la fe se entra en contacto, de una manera efectiva y profunda, con realidades como la Historia de Israel, Jesús de Nazaret y la existencia de la Iglesia.

No se puede llegar a la fe sin reflexión. El Señor nos pide la entrega de nosotros mismos. La fe es un salto, pero un salto que encuentra su justificac­ión en sí mismo. En la propia entrega experiment­amos que en ella está la vida, el crecimient­o, el camino. ¡Cuánta necesidad de formación humana y cristiana tenemos! ¡Qué necesidad tenemos de profundiza­r en la fe! ¡Qué confundido­s estamos! ¡Cuánto pluralismo sin sentido! ¡Cómo se nos vende la salvación! Vivimos en una época difícil. De distintas transforma­ciones que van fluyendo en nuestras relaciones con los demás y con ello en nuestras vidas. Quedó atrás la época de relativa seguridad. Hoy tenemos que ser cada uno responsabl­e de nuestra vida, no echarle la culpa a nadie. Amén.

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PUBLICA LOS SÁBADOS

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