Autoridades seudodemocráticas
Estaba leyendo una entrevista al escritor inglés Robert Harris, autor de la trilogía sobre el jurista romano Cicerón, libros premonitores de lo que vive el mundo. Dibuja a mano fuerte la crisis por el Brexit y la emergencia de Donald Trump, entre otros temas, pero lo que me dejó helado fue su idea de que las potencias se quitarán la careta y al suelo de la historia caerá la democracia.
Asegura que la república romana desapareció porque estaba diseñada para una ciudad estado, no para albergar un imperio. Harris dice que 150 años es la duración de la democracia. En la entrevista apunta que las fuerzas que gobiernan el mundo están diseñadas en las novelas.
Indica Harris que el mundo vive “la entrada atronadora del populismo en la escena política, hombres sin escrúpulos desvirtuando una constitución incapaz de contener las fuerzas que se debaten dentro de ella”.
Los enemigos de la Constitución son asaltantes de poder. Son medio demócratas. La mitad de esa democracia es para ellos y dictadura para el resto. Viven desvirtuando el libre juego de las ideas. Estas opiniones de Harris dibujan este país, donde vivimos entre fuerzas seudodemocráticas, comenzando por los empresarios que operan el Poder Ejecutivo, pasando por ambas caras del Poder Judicial y la Junta Central Electoral.
Mirar al Poder Ejecutivo es ver la salida a escena un grupo de muñecos de ventrílocuo detractando a los que no apoyan la soñada nueva repostulacion de Danilo Medina. Es un drama que no llega a teatro pero que aterra sólo de pensar que el país se aboca a una crisis política de imprevisibles consecuencias.
Un poco más allá, y como parte del sainete político está la disposición de la JCE que pretende impedir las labores proselitistas de los aspirantes políticos. Es una medida antidemocrática que ninguno respeta, pero que está diseñada como parte del cerco y aniquilamiento contra Leonel Fernández. Todos los demás pueden activar, pero no el expresidente.
Tenemos también las acciones, atropellando el libre proceso, por parte de la Procuraduría de la República en maridaje con la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. De consuno quieren acogotar a los magistrados de la Suprema y como en el vudú, sacan agujetas mediáticas para pinchar la figura de Miriam Germán, porque no pueden hacerle otra cosa. La burla de las leyes por los obligados a hacerlas cumplir es la pus de la reelección. “La leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna”. 2 Cor. 4: 17. ¿Es la fe optimismo? Igual podríamos preguntarnos: ¿es la fe conformismo? Dependiendo de la situación en que se manifiesta la expresión de fe, podríamos dejarnos seducir por la ligereza de concederle uno u otro concepto como sinónimo. La fe encierra certidumbre. La persona de fe sustenta la certeza en aquello en lo que cree: ‘Creo en Dios y en su promesa para mi vida’, por ejemplo; esa seguridad y ese convencimiento llevan a la persona a entender que aun en condiciones des- favorables, aterradoras, humanamente insuperables, Dios puede obrar de manera favorable en su vida. Certeza. La fe no encierra garantía, pues la persona de fe no tiene control sobre lo que ocurrirá; el resultado de su fe no depende de ella, sin embargo, está convencida de que quien tiene el control o el poder obrará en su favor independientemente del resultado. Por eso la fe se sustenta en la convicción. La fe espera lo bueno para lo que trasciende a lo material y no se conforma a lo temporal, a lo que materialmente está sujeto a la caducidad, por tanto, no es tan simplista y potencialmente decepcionante como el optimismo, ni limitada como el conformismo; es convicción, certeza, seguridad, certidumbre. “Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día” (II Cor. 4: 16).