Al final quieren legado, no vanidad

Si va a incurrir en sacrificio para darle una buena vida a sus hijos, asegúrese de hacerlo por la vía correcta. Cuando incurre en malas acciones para lograrlo debe tener presente que la verdad siempre sale a flote y, que son ellos los primeros en pedirle cuentas. No le agradecerán que haya llegado a lo indigno para darle una buena vida. Al contrario, le castigarán por esto. Es que al final del camino, lo único que quiere un hijo es poder hablar bien del legado de sus padres, y escuchar a otros referirse a los valores que caracterizan a sus progenitores. Con este tema, que sé a muchos les llevará a la reflexión, me fui a una ciudad fabulosa a ver cuál es el patrón de crianza que utilizan para lograr los mejores resultados. Me bastó con preguntarles a unas cuantas personas sobre este tema, y escuchar la coherencia de sus respuestas para saber cuánto cuidado ponen a su accionar para evitar ser juzgados por sus vástagos. “Preferimos darles un arroz vacío con dignidad y no un manjar que nos cueste la moral”. Esa era la respuesta común que me ofrecía para llevar la compleja situación a la sencillez. Basan su discurso en lo que creen es el peor castigo para los padres: el repudio de sus hijos. Y ciertamente tienen razón. Cuando estos descubren que lo que le hemos dado no llega de forma lícita, no se detienen a ver lo bien que se sintieron en un momento dado por estar rodeados de vanidad, sino que rechazarán de forma contundente nuestro mal accionar. Si usted está a tiempo de revocar su estilo de mala crianza en este sentido, hágalo. Recuerde que no hay más premio para un hijo que saber que Dios le ha dado los padres más serios y honestos del planeta.