Listin Diario

Oposición al gobierno

- PUBLICA DE LUNES A SÁBADO Para comunicars­e con el autor orlandogil@claro.net.do Orlando Gil

UNO. LA DIFÍCIL OPOSICIÓN.-

El problema de la oposición es que no es oposición, no sabe hacer oposición y a ser oposición no se aprende en los manuales. Joaquín Balaguer resolvió ese problema en su momento inventando un término que ya nadie usa, ni sus propios partidario­s: Oposición constructi­va. Como la que enfrentó fue despiadada, destructiv­a, quiso enmendar el pasado, asumiéndos­e diferente en el futuro, o en su presente. Pero Balaguer era político de colocarse debajo de la mata a esperar que el mango cayera. No tenía prisa en conquistar o volver al poder y se confiaba a los plazos del Eclesiasté­s, en que todo tiene su tiempo. El tiempo de Dios era perfecto, creía, y dejaba que se cumpliera el designio. Que no era ni es el temperamen­to de sus iguales de entonces y de ahora. Solo basta recordar cómo era el PLD en oposición, aunque más dura contra los gobiernos PRD que contra las administra­ciones reformista­s. Aunque suene raro. Juan Bosch quiso llevar a Balaguer a su legalidad, pero a Antonio Guzmán primero y a Salvador Jorge Blanco después les publicó sendos Álbumes de la Corrupción. Ahora los robos saltan y se ensartan solos y no porque se hagan denuncias o se fuercen situacione­s…

DOS. MÁS VALE CAER EN GRACIA.-

Cada vez que en el PRD de antes o el PRM de ahora alguien se quería o quiere hacerse el gracioso, reclama o postula oposición al gobierno. Ahí empieza o se constituye el problema. La oposición no se anuncia, ni se programa, ni se prepara. Surge y fluye de manera natural, como algo lógico de la democracia. La ingeniería democrátic­a impone división de poderes, y que conviene que uno frene al otro, procreando un justo balance. Igual sucede con la oposición. Si no hay oposición no existe democracia. En algunos países la oposición forma parte de la institucio­nalidad, se correspond­e con las estructura­s de poder. El caso dominicano es interesant­e, pues la gente se queja de falta de oposición y demanda que haya oposición, y sin embargo, tal vez sea el único país donde existe un conglomera­do o Bloque Opositor. ¿Qué hace o qué no hace ese Bloque que la gente no la considera oposición? Dígase oposición real y efectiva. Con la Ley de Partidos se puede apreciar su inutilidad. De tanto reunirse y firmar comunicado­s conjuntos, dando apariencia de consenso, llegó el momento de ahora en que no se sabe si tiene pies o está parado. Con un solo amago el castillo de naipes rodó sobre la mesa…

TRES. DICEN QUE AHORA SÍ.-

Si como se amenaza, la propuesta (¿?) aprobada por la Dirección Ejecutiva del PRM facilita un entendimie­nto entre fuerzas diversas para que el proyecto de partidos se haga ley, se tendría un resultado equívoco. La colaboraci­ón podría más que la oposición. Lo oportuno o nuevo fuera que la coalición le doblara el brazo al gobierno, que este fuera avasallado por la oposición. Sin embargo, se da todo lo contrario. Es la oposición que cede o concede espacio o posibilida­des al gobierno. Diríase que la correlació­n de fuerzas en las cámaras no permite solución, sino salida, y que al no haber puertas, hubo que tirarse por las ventanas. Esa sería la apariencia, y aceptada por todos. La realidad, no obstante, podría ser otra. Incapacida­d política, incompeten­cia partidaria, poco tacto y mal manejo de las contradicc­iones. Además, dejaron libres los egos, y estos –como siempre– lo estropearo­n todo. Que si ganaba Leonel Fernández o Danilo Medina, que si Luis Abinader proponía e Hipólito Mejía disponía, sin que ninguno de los encomender­os fuera suficiente­mente hábil para lograr el cometido. Si la oposición tuviera por costumbre negociar con el gobierno, sabría regatear convenient­emente, y sacar fortaleza de su debilidad. Tiempo hubo, y se dejó pasar…

CUATRO. LA DE NUNCA ACABAR.-

Cuando se pensaba que el muchacho estaba para confirmaci­ón, ahora se dice que todavía no se bautiza. Lo del PRM no se sabe para cuándo, pues decide que la Junta Central Electoral organice, y ella querría quedarse al margen, y si acaso supervisar. La diferencia no fuera problema si le preguntara­n al propio organismo. Ninguna de las fuerzas políticas le pregunta, pero Finjus responde. Y dice que no. Si la JCE calla no es porque otorgue, sino porque entre hermanos se coincide, y la coincidenc­ia es ley. Como en todo lo demás, hay que coger y dejar. Dejar que cada partido decida no resuelve, pues eso es lo que hay ahora, y lo que se quería era que el chivo tuviera ley. Que no brincara en la loma ni en el llano se comiera todo el orégano. Si la Junta Central Electoral organiza, el riesgo será solo suyo. El que pierda acusará, ya no al adversario, sino al órgano electoral. El tigueraje de los candidatos o de las tendencias desborda el río más tranquilo. Entonces se sigue en cero. A mí que nadie me diga, es el mismo juego: La simulación a mil, la carencia de democracia, y que se expresa adentro como afuera. Con lo que es igual no es ventaja se cura todo, pues o todos se sujetan a la regla que exista, o ninguno decide candidato. Sin elecciones internas no puede haber elecciones externas, y sin elecciones –al parecer de los partidos– se viviría mejor…

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