¿Quién podrá defendernos?
Los asaltos a plena luz del día no se detienen. A punta de pistola despojan a los inermes conductores que pacientemente hacen las interminables filas en calles y avenidas. La inseguridad ha arropado a la ciudadanía, como si hubiésemos vuelto a la época de Concho Primo. No se trata solo de las molestias y estrés que causan los interminables tapones, sino también de la incertidumbre y sobresalto que causa el saberse acechada para ser la próxima víctima de un asalto que puede resultar en atentado contra la vida misma. A bordo de una moto, los delincuentes cometen fechorías, escapando luego por entre los vehículos detenidos en las interminables filas. A cualquier hora y en cualquier sitio. Las mujeres de cierta edad eran las víctimas favoritas, ahora lo es cualquiera, los delincuentes son cada vez más osados y más duchos en su oficio, han perfeccionado la técnica, son capaces de asaltar frente a las autoridades y escaparse como liebres por entre la maraña del tráfico. En esta mal halada ciudad, en donde no se puede ser peatón, porque constituye una aventura de alto riesgo ir a pie por nuestras calles; también conducir un vehículo ha pasado a ser igualmente peligroso ante la vorágine de criminalidad que nos arropa y amenaza con destruir sin remedio nuestra vida cotidiana. Emma se persigna y reza tres padrenuestros cada vez que yo salgo en mi carro al supermercado. ¿Quién podrá defendernos?