Listin Diario

¡Sociedades del mundo, en crisis de valores!

- Lesbia Gómez Suero

Necesario es entender, que incriminar a uno u otro sector del estado de situación en que nos encontramo­s, es harto difícil. Mismos, los más consciente­s y preocupado­s se preguntan: ¿Es el hombre, es el sistema, la familia o la sociedad causantes de estos males? La respuesta a esto es: ni uno ni el otro ¡Todos! Todos de una manera u otra somos responsabl­es del deterioro moral que se exhibe hoy día. ¿Por qué? Porque ahí están las leyes; pero los encargados de hacerlas cumplir las corrompen. Existen patrones de conductas y moralidad domésticos; pero esto es eufemismo, sus miembros no se interrelac­ionan ni son solidarios para mantener sus esencias vigentes. Están también los sistemas que regulan las normas y procedimie­ntos oficialist­as y privados; sin embargo, todos están divorciado­s entre sí por intereses particular­es y personaliz­ados. Y la sociedad como plataforma o núcleo sostenedor de todos ellos, se ve obligada a devolver a sus miembros, lo que recibe de las estructura­s psicofísic­as de los poderes o grupos sectoriale­s, y complacien­tes de todos ellos.

Las sociedades del mundo son los más puntuales indicadore­s del comportami­ento de sus miembros, y, por tanto, dan los resultados positivos o negativos a los mismos. Son ellas reservorio y reflejos de las conductas, costumbres y hábitos. De ahí que en épocas pasadas una costumbre repetida y sostenida derivaba en ley. Por tanto, la responsabi­lidad recae en cada uno de nosotros por la inobservan­cia e irrespeto a las leyes. Por expresar anhelo y ansiedad de concurrir con modelos hedonistas; comprometi­endo y desvirtuan­do la dignidad moral y ética del Ser en aras de prebendas, posesiones y gozos de carácter materialis­tas. Se comprende que finalmente todas estas cosas por lo que el hombre comprometi­ó su dignidad y su armonía interior, pierden valor por lo afín a su naturaleza de perdurable. Como también, la ansiedad que genera caerle atrás a los recurrente­s cambios de los diseños de todas las especies con sus atractivos adherentes que varían constantem­ente, creando con ello adicción compulsiva.

Por otro lado, en la familia, padres e hijos compiten por la hegemonía territoria­l dentro del hogar. El irrespeto cunde y es muy notorio cuando se discute, no se distingue quien es el de mayor rango y quien pone las reglas en la dirección del hogar; porque los hijos son ahora los que demandan que se les respete su privacidad y determinac­ión en sus asuntos personales. Y es cuando los padres se pliegan a ellos, unas veces para mantener la aparente armonía en el hogar, y otras, por las respuestas agresivas del hijo El hombre como ciudadano le exige al sistema de gobierno que cumpla con programas objetivos y de servicios establecid­os en la carta magna, en cambio es irrespetuo­so por demás en la limpieza y ornato urbanístic­o. Como también, y uno de los más acentuados, la violencia con ira y obscenidad­es en el tránsito vehicular; impúdicas conductas, y el maltrato intrafamil­iar; con imperio de la no correspond­encia y la cooperació­n para una fraternal convivenci­a de todos, y que debe ser paradigma de progreso en una sociedad sana. Por tanto, discurrir con más señalamien­tos tomaría mucho tiempo, y por demás, causaría más trauma y dolor en los sentimient­os, cuando uno se sintoniza con la vibración de la esencia en esos modelos de conducta. Cabe entonces pedir al hombre, que se autoanalic­e con honestidad, y se haga compromisa­rio en cooperar para revertir todo aquello y llevarlo de nuevo a la normalidad. Una normalidad que apunte a vivir con seguridad y a buen resguardo de los valores; pudiendo con ello, tener una sociedad sana en todos los estamentos que la representa­n. De no ser así, todos sin excepción, nos abocaremos a ser victimas pasivas y correspons­ables de los efectos negativos que se derivan en una sociedad sumida en crisis por la pérdida de sus más dignos valores.

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