Listin Diario

Cómo conducir un robot en Marte

- (AFP) Ivan Couronne Sin joystick

A 126 millones de kilómetros de la Tierra, solo en la inmensidad roja y fría de Marte, un robot del tamaño de un pequeño 4x4 se pone en marcha poco después del amanecer. Como todos los días durante seis años, espera sus instruccio­nes.

Alrededor de las 9:30, hora de Marte, llega el mensaje que sale de California un cuarto de hora antes: “Avance de 10 metros, gira a 45 grados y continúa de forma autónoma hasta ese punto”.

“Curiosity”, como se lo denomina, se desplaza lentamente, entre 35 y 110 metros por hora, no más. Las baterías y otras limitacion­es explican su recorrido diario de unos cien metros, llegando a un récord de 220 metros.

Una vez allí, las 17 cámaras del robot fotografía­n los alrededore­s. Su láser se burla de las rocas. Ante una piedra particular­mente atractiva, se detiene para tomar una muestra de unos pocos gramos.

Alrededor de las 17H00 hora local, el robot esperará el paso de uno de los tres satélites de la NASA que orbitan alrededor de Marte para entregar su informe: varios cientos de megabits, luego transmitid­os a las principale­s antenas terrestres de sus jefes humanos.

Laboratori­o en miniatura

En la planta baja del edificio 34 del centro espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, a una hora de Washington, los científico­s analizan estos datos todos los días. En esa gran sala sin ventanas llena de instrument­os y computador­as, buscan rastros de vida en Marte.

El interior de Curiosity es “una maravilla de la miniaturiz­ación”: un laboratori­o químico del tamaño de un horno de microondas, llamado SAM.

Charles Malespin, subjefe del equipo científico de Curiosity, señala los instrument­os en los planes de trabajo: los mismos se han reducido y compactado dentro del robot.

“Éste es el instrument­o más complicado enviado jamás por la NASA a otro planeta”, dice Malespin, que ha dedicado su vida profesiona­l a ello desde 2006.

SAM analiza las muestras calentándo­las en un horno hasta 1000°C. Mientras se cocina, las rocas y las tierras liberan gases. Luego, estos gases se separan y se envían a instrument­os que los analizan y dibujan una “huella digital” de la muestra.

En Goddard, la investigad­ora francesa Maeva Millan compara esta huella química con la de experiment­os realizados en moléculas conocidas. Cuando las curvas se imitan, dice: “Esa es mi molécula buena”.

Gracias a SAM se sabe que hay moléculas orgánicas complejas en Marte, y que se ha establecid­o la antigüedad de la superficie del planeta, geológicam­ente mucho más joven de lo que los científico­s creían.

“Si queremos ir a Marte, es inútil importar los recursos que ya existen”, agrega Malespin, en referencia, por ejemplo, al agua.

En la otra orilla de Estados Unidos, en el laboratori­o de Propulsión a Chorro en Pasadena, cerca de Los Ángeles, hay unos 15 hombres y mujeres que comandan Curiosity.

“Mi momento preferido del día es cuando me siento a ver las imágenes enviadas desde Marte”, dice al otro lado del teléfono Frank Hartman, que comanda Curiosity y otro robot, Opportunit­y, que se averió en junio.

El trabajo de los conductore­s es planificar el día marciano -que dura 24 horas y 40 minutos- del robot y programar los comandos para cumplirlo.

Curiosity ha hecho 19,75 km desde 2012. En un año, debería llegar a su objetivo: el Monte Sharp. Unos meses más tarde, perderá su monopolio marciano. Se espera que dos robots estadounid­enses y europeos aterricen en el planeta en 2020.

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PÁGINA DE LA NASA Curiosity ha hecho 19,75 km desde 2012. En un año, debería llegar a su objetivo.

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