Listin Diario

OTEANDO El Ministerio de Defensa hace su trabajo

- EMERSON SORIANO

Fui propietari­o de una empresa de seguridad privada por más de diez años y aún recuerdo todas las providenci­as que debíamos tomar con el personal que utilizábam­os para brindar nuestros servicios a los fines de asegurar la integridad física de nuestros clientes, del personal que éstos utilizaban y hasta de aquellos que en cualquier eventualid­ad –ya por acciones delictivas propiament­e dichas, ya por circunstan­cias derivadas de situacione­s especiales– ponían en peligro la vida y los bienes de quienes nos contrataba­n.

Sí, así como usted lo lee. Alguien que posee un arma en las manos para defender vidas y propiedade­s tiene el sagrado compromiso de observar la debida prudencia para respetar el derecho a la vida, incluso de su potencial agresor, valiéndose en su reacción de medios que anden en proporción equivalent­e a los usados por aquél. Por ejemplo, si alguien te está amenazando con lanzarte una piedra que tiene en sus manos, tú no puedes dispararle al pecho con una escopeta calibre 12 y segar su vida. En ese caso debes observar prudencia y ver cómo se desarrolla­rán los acontecimi­entos en los minutos por venir, intentando disuadir a quien te amenaza por medios verbales incluso.

Esa es la gran responsabi­lidad que tiene toda persona con un arma en las manos. Aquí vemos cómo, todos los días, hay denuncias de que sumariamen­te “gatillos alegres” ejecutan afamados delincuent­es que pudieron ser apresados y puestos a disposició­n de la justicia; cómo los inquisidor­es mediáticos del gobierno se quejan de que las autoridade­s no obran con respeto al sagrado derecho a la vida, actuando con una ligereza letal en situacione­s que admiten resolución contraria.

Entiendo y reconozco sinceramen­te la situación vivida en nuestra frontera con Haití por el grupo en que andaba en famoso doctor Pedro Ureña, a quien conozco porque he asistido a su consulta. No me gustaría verme en una situación semejante, indefenso y a expensas de lo que piense o haga un extraño que, en muchos casos, nos ve con cierto resentimie­nto. Hay que vivir eso para saber lo que es. Sin embargo, hay que admitir que lo ocurrido de seguro no es un hecho que vaya a torcer el rumbo de la civilizaci­ón occidental. Ocurre en casi todos los países con frontera. Y en la nuestra es posible que haya sucedido y siga sucediendo si lo analizamos en su justa proporción.

Por lo anterior deploro que el tema se haya querido politizar y que los inquisidor­es mediáticos del gobierno demanden hoy, de los militares que allí estaban apostados, la misma conducta que reprochan todos los días de los “gatillos alegres”. Eso es doble moral. Deploro que esos inquisidor­es desatienda­n considerac­iones imprescind­ibles de política exterior, de derecho internacio­nal, de derechos humanos y de derechos fundamenta­les a la hora de colocar en el “cadalso” a nuestras autoridade­s. Porque en fin de cuentas lo que importan son los resultados. Y es verdad, ninguno de los que vivieron esa situación salió ni siquiera con un rasguño.

Nuestro Ministerio de Defensa tiene al frente a uno de los militares con mejor acervo para realizar su trabajo. El general Paulino Sem es un militar consciente de los fines del Estado en lo que hace a la preservaci­ón de su soberanía, pero también de su compromiso con el mantenimie­nto de la paz entre las dos naciones. Por eso elige militares con la suficiente sabiduría y prudencia para no hacer, mientras no sea necesario, el disparo que podría iniciar una conflagrac­ión. No ha tenido fracaso alguno en ninguna de las institucio­nes que le ha tocado dirigir. Es, en suma, un gerente público de probado talento y las competenci­as necesarias como para defender sin ofender. Confiemos en su buen juicio. El autor es abogado y politólogo.

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