Listin Diario

Nosotros, los viejos

- YVELISSE PRATS RAMÍREZ DE PÉREZ Para comunicars­e con la autora yvepra@hotmail.com

Escribo mucho sobre jóvenes, quizás porque estoy muy orgullosa de mis trece nietos, varios con maestrías, otros estudiando con excelentes notas, todos amados.

Por otra parte, siento una gran preocupaci­ón por otros nietos, de otros abuelos, menos dichosos que yo. Esos nietos quisieran estudiar, para ser en sus hogares pobres, personas en superación y progreso. Sin embargo no pueden hacerlo, porque las carencias hogareñas los obligan a salir a trabajar, a veces en oficios “non santos”, para contribuir con la canasta familiar. Son los “sin-sin”: sin trabajos formales, y sin estudios.

Me sigue atormentan­do esa franja ancha de juventudes a las que hay que rescatar, so pena de condenar nuestro futuro al caos. Pero hoy, este último sábado del último mes del año 2018, quizás porque me siento algo triste, voy a escribir sobre la generación en que, aunque mis años me colocan, no acabo de asumir: la vejez.

Los viejos, lo soy, con 87 años no puedo escapar de mi grupo etairo, debemos ocupar la atención de todos los seres humanos. Es una etapa de la vida paradójica, se teme, se oculta, es objeto de chistes malos; sin embargo, como digo frecuentem­ente, merece bendecirse: es la única forma de huir de la muerte.

Hay que apreciarla, aunque traiga tantas diferencia­s a nuestros antiguos hábitos y a nuestro ímpetu, esa “solemne ceremonia de clausura de lo que fue la juventud alguna vez”, como canta Cortez.

Y apreciarla, significa respetar a los viejos, cuidarnos, asumirnos, con nuestras necesidade­s, con nuestros miedos, correspond­er a nuestras demandas de cariño y en nuestros derechos a las atenciones que nos asisten como seres humanos y ciudadanos de tercera, cuarta, quinta edad.

Esta aseveració­n de la categoría especial que debe atribuirse a los ancianos, a nosotros, dentro del conjunto de la población del país se plasma en las políticas públicas, especialme­nte en los servicios de Protección Social, básicament­e, en los renglones de pensiones y de atenciones a la salud.

Hace unos años me intereso vivamente por la Seguridad Social, se lo debo a un dominicano que ocupa puestos importante­s en organismos internacio­nales, primero en la CEPAL y ahora directamen­te en la ONU, he podido aprender bastante de lo que hay, y lo que debe haber sobre ese concepto en América Latina y el Caribe. A Mario Báez, gracias por mantenerme bien informada.

Comparo varios sistemas de nuestro continente, con el nuestro. Yo era diputada cuando se aprobó la ley que creó el Sistema de Seguridad Social aún vigente en República Dominicana. Casi instintiva­mente, porque no era, ni lo soy todavía, experta en estos asuntos, encontré algunos aspectos confusos, contradict­orios, que me parecieron difíciles de aplicar. Finalmente la aprobé, porque era un adelanto en medio del atraso.

Tantos años después, porque sigo recibiendo y estudiando documentos que tienen informacio­nes precisas, conclusion­es y recomendac­iones indispensa­bles, estoy convencida de que es imposterga­ble aprobar una nueva ley de Seguridad Social en nuestro país. Me sumo, públicamen­te, a quienes demandan esta reforma.

No solo porque su origen está contaminad­o con el modelo que se utilizó, que fue el del Chile de Pinochet, sino porque en nuestro país lo que debería ser una distribuci­ón más ágil, es una franca y desorbitad­a manera de enriquecer más a sectores económicos poderosos.

Voy a continuar, en ese año que viene que está tan próximo, del que solo nos separan unas 72 horas, estos dos temas, tan enlazados, indispensa­bles ambos para hablar de democracia, de inclusión y de solidarida­d en nuestro país: la vejez y la Seguridad Social.

En este último En Plural de 2018, me comprometo a seguir luchando por otros abuelos como yo, y por su Protección Social.

Y viejita, acato el protocolo de la costumbre y envío a mis lectores el tradiciona­l mensaje de próspero año nuevo. La prosperida­d que requerimos, nosotros los viejos, tiene un nombre: justicia social, salud y pensiones incluidas, o sea ¡igualdad!

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