La Habana, Dic. 31, 1959
Cuando me embarqué en el SS Evangeline, en el verano del 1959, al revisar el itinerario del resto del año pude notar que para el mes de diciembre había programado un viaje de cuatro días y tres noches para La Habana, Cuba.
En esa época, de las décadas de los 40 y 50 La Habana ya tenía la resonancia y el prestigio de ser considerada como el París del Caribe, o el París de América. Su reconocido malecón, sus acomodadas residencias de la clase media alta y rica en el Vedado, sus casinos y espectáculos repletos de música y ritmo y su vieja ciudad colonial, culminando con el fabuloso night club Tropicana, comparado con el celebrado night club, El Lido de París, hacían de La Habana una joya especial de la corona caribeña y Latinoamericana.
Aunque la revolución de Fidel ya estaba instalada desde el día primero de enero, todavía lo que se definiría como un Estado comunista no estaba firmemente formalizado y Fidel negaba que así fuera, ya el proceso de transformación se había iniciado, aunque todavía pudieran apreciarse remanentes del Estado capitalista que había imperado.
Dentro de este período de transición, el Evangeline entró al puerto de La Habana, el jueves 29 de diciembre, temprano en la mañana. Aunque en los últimos meses ya se comentaba de las posibles restricciones de viajes a Cuba, todavía esto no se había convertido en realidad. Fidel amagaba, pero todavía no daba. La primera impresión estuvo constituida por la gran cantidad de soldados en trajes de faena en las calles, y tal y como se comentaba en el exterior La Habana se había llenado de “barbudos”.
Pudimos notar en el transcurso del día que los revolucionarios habían estado organizando una gran celebración para la noche del 31 y que fue en esa ocasión, la noche del 31 de diciembre del 1958, cuando los revolucionarios entraron a La Habana y llegaron directamente al Palacio Nacional, donde se celebraba la fiesta de despedida del año, causando el despelote o corre-corre que se armó, en la medida en que el presidente Fulgencio Batista y sus funcionarios con trajes largos y corbatitas negras tuvieron que emprender la huida a gran velocidad, para salvar su pellejo. Efectivamente, la noche del 31 de diciembre del 1959 tuve la oportunidad de pernoctar en La Habana y ser testigo de la celebración del primer aniversario de la toma del poder de parte de Fidel Castro y su grupo de revolucionarios. Imagen histórica que nunca olvidaré.