El hombre creador de sus circunstancias
Las situaciones o circunstancias en la vida ordinaria del ser tienen sus razones y fundamentos en las “causalidades” o, mejor dicho, por las causas creadas por su libre voluntad.
Se infiere, en tanto, que cuando estas se presentan como eventos negativos, son derivadas por las imprudencias que a diario comete. Quiere esto decir que el hombre tiene una responsabilidad directa e implícita de organizar en conciencia todo el accionar o comportamiento como ente espiritual y humano, como parte integral o fundamento del contexto familiar y social.
“Yo, y mis circunstancias”, decía Ortega y Gasset. Se colige, y con acierto se observa, que el hombre las admite como simples “casualidades” sin entender que son sus propiedades, y por demás, forman parte de sus debilidades anímicas con las que con autoría participa en la incidencia de dichos eventos negativos, que, obviamente, le causan inarmonía a sí mismo y al colectivo familiar y social que lo asiste. En este tenor, y para hacerlo comprensible, existe un universo en perfecto sincretismo con sus leyes que se accionan para mantener el equilibrio de sus mundos y soles, y que a su vez manifiestan exactitud en sus procesos cósmicos, no existiendo improvisación ni casualidad en ellos, pues se derivaría un caos en sus procesos. Con esta observación se puede entender de forma sencilla cómo se interrelaciona el macrocosmos en nosotros como una fidedigna expresión en microcosmos.
Todas sus leyes se hacen objetivas en el hombre, y sus causahabientes manifestaciones en circunstancias, que se hacen tangibles por el modo que acompañan con sus eventos, tanto positivos y no positivos, incidiendo este último aspecto en las erráticas conductas, y las que en compromiso, deberán trascenderse en idóneos modelos para hacerlas óptimas en nuestras vidas porque, finalmente, redundará todo ello en felicidad.
Bien es sabido que esta felicidad se vulnera y se hace irrelevante para el hombre que está sometido a las presiones de sus placeres y gozos hedonistas, que aturden por demás los sentidos, obligando al hombre a concurrir con ellos, teniendo traumáticos resultados para su desarrollo y realización integral.
Se hace objetivo y puntual que el hombre como género recurre a la experimentación del gozo en la ilusión que le dan los sentidos, y con esto elabora estampas para justificar todo aquello que no logra desenvolver a voluntad o capricho. Culpa entonces al destino como promotor de sus acontecimientos. Lo incrimina y lo hace partícipe a un azar o casualidad en buena o mala suerte. Sin embargo, cabe reseñar: ¡No se debe culpar al destino, porque lo creamos! Y lo creamos bajo el lema: “Se cosechará lo que se siembra y sin apelación a la ignorancia, la que no redime de los efectos”.
Cabe entonces indicar que con una consciente actitud, firme voluntad y decisión, se eleva la estatura del humano a un bagaje espiritual para, con exultante gozo, disfrutar del conocimiento de las verdades que le son inherentes a su ser como conciencia, y en la dimensión del espíritu, más allá de lo transitorio, lo cual le será siempre paradigma de realización integral.