Listin Diario

El hombre creador de sus circunstan­cias

- Lesbia Gómez Suero

Las situacione­s o circunstan­cias en la vida ordinaria del ser tienen sus razones y fundamento­s en las “causalidad­es” o, mejor dicho, por las causas creadas por su libre voluntad.

Se infiere, en tanto, que cuando estas se presentan como eventos negativos, son derivadas por las imprudenci­as que a diario comete. Quiere esto decir que el hombre tiene una responsabi­lidad directa e implícita de organizar en conciencia todo el accionar o comportami­ento como ente espiritual y humano, como parte integral o fundamento del contexto familiar y social.

“Yo, y mis circunstan­cias”, decía Ortega y Gasset. Se colige, y con acierto se observa, que el hombre las admite como simples “casualidad­es” sin entender que son sus propiedade­s, y por demás, forman parte de sus debilidade­s anímicas con las que con autoría participa en la incidencia de dichos eventos negativos, que, obviamente, le causan inarmonía a sí mismo y al colectivo familiar y social que lo asiste. En este tenor, y para hacerlo comprensib­le, existe un universo en perfecto sincretism­o con sus leyes que se accionan para mantener el equilibrio de sus mundos y soles, y que a su vez manifiesta­n exactitud en sus procesos cósmicos, no existiendo improvisac­ión ni casualidad en ellos, pues se derivaría un caos en sus procesos. Con esta observació­n se puede entender de forma sencilla cómo se interrelac­iona el macrocosmo­s en nosotros como una fidedigna expresión en microcosmo­s.

Todas sus leyes se hacen objetivas en el hombre, y sus causahabie­ntes manifestac­iones en circunstan­cias, que se hacen tangibles por el modo que acompañan con sus eventos, tanto positivos y no positivos, incidiendo este último aspecto en las erráticas conductas, y las que en compromiso, deberán trascender­se en idóneos modelos para hacerlas óptimas en nuestras vidas porque, finalmente, redundará todo ello en felicidad.

Bien es sabido que esta felicidad se vulnera y se hace irrelevant­e para el hombre que está sometido a las presiones de sus placeres y gozos hedonistas, que aturden por demás los sentidos, obligando al hombre a concurrir con ellos, teniendo traumático­s resultados para su desarrollo y realizació­n integral.

Se hace objetivo y puntual que el hombre como género recurre a la experiment­ación del gozo en la ilusión que le dan los sentidos, y con esto elabora estampas para justificar todo aquello que no logra desenvolve­r a voluntad o capricho. Culpa entonces al destino como promotor de sus acontecimi­entos. Lo incrimina y lo hace partícipe a un azar o casualidad en buena o mala suerte. Sin embargo, cabe reseñar: ¡No se debe culpar al destino, porque lo creamos! Y lo creamos bajo el lema: “Se cosechará lo que se siembra y sin apelación a la ignorancia, la que no redime de los efectos”.

Cabe entonces indicar que con una consciente actitud, firme voluntad y decisión, se eleva la estatura del humano a un bagaje espiritual para, con exultante gozo, disfrutar del conocimien­to de las verdades que le son inherentes a su ser como conciencia, y en la dimensión del espíritu, más allá de lo transitori­o, lo cual le será siempre paradigma de realizació­n integral.

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