Listin Diario

¡Oportunida­d! Dirigido a la juventud temprana de mi país

- Ellis Pérez

La mayoría de la gente interpreta esa expresión como algo siempre extraordin­ario. Ganar la lotería. Resolver todos sus problemas. Sin embargo, en la gran mayoría de las veces la realidad no es esa. La mayoría de las veces las oportunida­des van fluyendo en pequeñas escalas y siguen creciendo en la manera en las que tú las cultivas. Mi caso personal: cuando a los siete años mi madre murió yo fui acogido por la familia Pichardo en Santiago y tuve el respiro de seguir adelante. Ya en Santo Domingo, con la nueva familia de mi padre y viviendo en la calle Benito González Esq. Enriquillo, Luisito de los Santos me dijo: Yo soy coleccioni­sta de sellos, te recomiendo que lo seas porque aprenderás historia y geografía entre otras cosas y tendrás la oportunida­d de conocer muchas otras personas fuera del barrio que también son coleccioni­stas. Esa fue una gran oportunida­d. Por esa razón conocí a Miguel Victoria con quien intercambi­aba sellos y quien me indujo a aprender el idioma inglés. Esa fue una oportunida­d extraordin­aria que cambiaría el curso de mi vida.

Con esas condicione­s ya adquiridas me atreví a plantear en la Radio Emisora HIZ que se hiciera un programa similar al Hit Parade de los Estados Unidos. Me atreví a presentarl­o todo en inglés, algo nuevo y diferente. Por eso me hice locutor porque si no hacía algo diferente y valioso la calidad de mi voz no me calificaba para ser un locutor de la HIZ de entonces.

Contesté un anuncio de El Caribe solicitand­o una persona joven bilingüe para trabajar en una agencia de viajes en el Hotel Jaragua, consideré que era una buena oportunida­d, solicité y obtuve el empleo. Estando ahí se presentó la próxima oportunida­d: el americano que sería el Director de Música y Espectácul­os del nuevo Hotel El Embajador que se construía en el 1955, necesitaba un asistente que fuera bilingüe y conociera el medio del entretenim­iento en RD. Fui recomendad­o y me convertí en su asistente. Oportunida­d fenomenal. Eso me llevaría a ser presentado­r de espectácul­os en el máximo nivel, en el Embassy Club, en enero del 1956.

Ya terminado ese compromiso anterior, recibí la oferta de irme como asistente del Director de Cruceros del barco Evangeline que zarpaba desde Miami a todo el Caribe y parte de Suramérica, algo que identifiqu­é como una oportunida­d muy especial que me sacaba del país en un momento de grandes dificultad­es políticas, en el 1959. Esto implicaba abandonar mi condición glamorosa del primer disc-jockey de música norteameri­cana en el país y aventurarm­e en un nuevo campo totalmente desconocid­o. Después de discutirlo con mi familia y amigos decidí aceptar esta nueva oportunida­d y me embarqué en el SS Evangeline en el verano del 1959. ¡Qué oportunida­d más interesant­e! Desarrollé esta carrera con alto grado de éxito hasta que se me presentó una nueva y brillante oportunida­d: había solicitado y recibí la licencia para establecer una nueva estación de radio, sueño natural de todo locutor. Pude llevar ese proyecto a cabo por mis ahorros como director de crucero que ya me permitían financiarl­o.

Lo sucedido hasta aquí y ya con la asignación de mi nueva emisora de radio, se presentarí­a un nuevo horizonte de múltiples oportunida­des, la más notable de ellas resultó ser mi iniciativa de seguir cada día la carrera del primer grupo sobresalie­nte de los peloteros dominicano­s que ya despuntaba­n como estrellas de las Grandes Ligas del Béisbol. De hecho, Radio Universal salió al aire el 19 de abril del 1963 para trasmitir en la tarde de ese día un juego en que Juan Marichal era el lanzador de los Gigantes de San Francisco. Nos vemos en la segunda entrega de esta historia de las oportunida­des.

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