Haití y el Consejo de Seguridad
La República Dominicana ya ocupa oficialmente un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, y por tanto, durante los próximos dos años, estaremos sentados en la mesa donde las potencias del mundo debaten y toman las decisiones geopolíticas sobre los principales conflictos que impactan el planeta.
El pasado septiembre, en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el presidente Medina estableció que desde esa posición el país trabajará para el mantenimiento de la paz y para fomentar el respeto a los derechos humanos, la democracia, la libertad y la diversidad. Lo cual está muy bien. Y suena aún mejor.
El Presidente también estableció que la República Dominicana priorizará en su agenda diplomática la lucha contra el narcotráfico y la mitigación de los efectos de los desastres naturales consecuencia del Cambio Climático en los países vulnerables. Muy correcto también, ya que se trata de asuntos que impactan directamente a nuestro país y que no podemos abordar unilateralmente, pues sus soluciones requieren de enfoques colectivos que involucren el concierto de naciones.
Pero nuestra política diplomática continúa obviando el tema haitiano. Compartimos frontera con un país en permanente estado de crisis, que evacúa hacia este lado de la isla decenas de miles de seres humanos que huyen de la espantosa realidad de su país.
Una migración que constituye una pesada carga, y es un problema que no vamos a solucionar de manera unilateral. Ya que por mucha cháchara populista que se haga, utilizando el tema migratorio, que los políticos prometan expulsar ilegales y defender la frontera o parloteen disparates sobre un muro fronterizo, mientras los haitianos no encuentren empleos y la forma mínimamente digna de vivir en su país, van a buscar la forma de salir de ahí. Y lo más fácil siempre será cruzar la frontera.
Haití es un estado inviable que no puede valerse por sí mismo, y mucho menos aplicar políticas públicas que al menos mitiguen sus innumerables y profundos problemas. Es un país sin estructuras productivas, profundamente devastado y que encabeza los índices de pobreza en la región con niveles de desarrollo humano propios del África Subsahariana…
Un desastre en gran medida producto de las nefastas políticas aplicadas por la Comunidad Internacional, sus constantes intervenciones militares y políticas, y su absurdo asistencialismo enfocado más en nutrir de recursos a ONG’s y emplear cooperantes, que en crear estructuras productivas y levantar infraestructuras para el desarrollo y la creación de empleo.
Y esa gente abandona lentamente a Haití. Ya salió la fuerza de “pacificación” de la ONU bajo el cínico alegato de que su labor había concluido satisfactoriamente, los organismos multilaterales y países donantes han abandonado prácticamente todos sus proyectos, y poco a poco van partiendo ONG’s que ya no reciben financiamiento para sus programas en Haití… Han pasado muchos años desde el terremoto, y la moda ya no es asistir a los haitianos. Y nos estan dejando ese problema a los dominicanos.
En las actuales circunstancias, para los haitianos, la única opción es salir huyendo de ese desastre. Y buena parte lo hará cruzando la frontera, aumentando la presión migratoria que recibe la República Dominicana, ya de por sí insoportable social y económicamente.
Y si algo nos ha enseñado la historia es que las olas migratorias son indetenibles. No hay muros ni barreras que la frenen completamente. Ni físicos ni tecnológicos, ni en Estados Unidos ni en Europa. El ser humano, cuando huye de la muerte o del hambre, encontrará el camino para llegar a un destino donde pueda sobrevivir.
Así que por muchas promesas y compromisos de “blindar” la frontera y detener y deportar a los inmigrantes indocumentados que hagan este Gobierno o quienes aspiren a sustituirlo, lo único que en realidad puede moderar el flujo migratorio de haitianos hacia República Dominicana, de forma consistente y sostenible en el tiempo, es que los vecinos tengan alguna esperanza de ganarse la vida en su país.
Y para eso la Comunidad Internacional debe intervenir decididamente en Haití, con programas de estabilización, social política y económica, y con la construcción de infraestructura para el desarrollo y la creación de empleos.
La sociedad dominicana es la más afectada por el progresivo deterioro de la crisis política, social y económica que sacude Haití. Y es deber del Estado exigir a la Comunidad Internacional que asuma y cumpla su compromiso con esa nación.
Y debemos aprovechar la coyuntura… Ahora que el volumen de nuestra voz diplomática aumenta considerablemente desde el Consejo de Seguridad, el Gobierno está en la obligación de denunciar con energías el abandono de Haití por parte de la Comunidad Internacional, y exigir respuestas efectivas que detengan la catástrofe humanitaria y desactiven la bomba demográfica a punto de estallar al oeste de la isla Hispaniola… Ya que la intensidad de su onda expansiva amenaza la estabilidad social, económica y política de la República Dominicana.