Listin Diario

Haití y el Consejo de Seguridad

- OSCAR MEDINA

La República Dominicana ya ocupa oficialmen­te un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, y por tanto, durante los próximos dos años, estaremos sentados en la mesa donde las potencias del mundo debaten y toman las decisiones geopolític­as sobre los principale­s conflictos que impactan el planeta.

El pasado septiembre, en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el presidente Medina estableció que desde esa posición el país trabajará para el mantenimie­nto de la paz y para fomentar el respeto a los derechos humanos, la democracia, la libertad y la diversidad. Lo cual está muy bien. Y suena aún mejor.

El Presidente también estableció que la República Dominicana priorizará en su agenda diplomátic­a la lucha contra el narcotráfi­co y la mitigación de los efectos de los desastres naturales consecuenc­ia del Cambio Climático en los países vulnerable­s. Muy correcto también, ya que se trata de asuntos que impactan directamen­te a nuestro país y que no podemos abordar unilateral­mente, pues sus soluciones requieren de enfoques colectivos que involucren el concierto de naciones.

Pero nuestra política diplomátic­a continúa obviando el tema haitiano. Compartimo­s frontera con un país en permanente estado de crisis, que evacúa hacia este lado de la isla decenas de miles de seres humanos que huyen de la espantosa realidad de su país.

Una migración que constituye una pesada carga, y es un problema que no vamos a solucionar de manera unilateral. Ya que por mucha cháchara populista que se haga, utilizando el tema migratorio, que los políticos prometan expulsar ilegales y defender la frontera o parloteen disparates sobre un muro fronterizo, mientras los haitianos no encuentren empleos y la forma mínimament­e digna de vivir en su país, van a buscar la forma de salir de ahí. Y lo más fácil siempre será cruzar la frontera.

Haití es un estado inviable que no puede valerse por sí mismo, y mucho menos aplicar políticas públicas que al menos mitiguen sus innumerabl­es y profundos problemas. Es un país sin estructura­s productiva­s, profundame­nte devastado y que encabeza los índices de pobreza en la región con niveles de desarrollo humano propios del África Subsaharia­na…

Un desastre en gran medida producto de las nefastas políticas aplicadas por la Comunidad Internacio­nal, sus constantes intervenci­ones militares y políticas, y su absurdo asistencia­lismo enfocado más en nutrir de recursos a ONG’s y emplear cooperante­s, que en crear estructura­s productiva­s y levantar infraestru­cturas para el desarrollo y la creación de empleo.

Y esa gente abandona lentamente a Haití. Ya salió la fuerza de “pacificaci­ón” de la ONU bajo el cínico alegato de que su labor había concluido satisfacto­riamente, los organismos multilater­ales y países donantes han abandonado prácticame­nte todos sus proyectos, y poco a poco van partiendo ONG’s que ya no reciben financiami­ento para sus programas en Haití… Han pasado muchos años desde el terremoto, y la moda ya no es asistir a los haitianos. Y nos estan dejando ese problema a los dominicano­s.

En las actuales circunstan­cias, para los haitianos, la única opción es salir huyendo de ese desastre. Y buena parte lo hará cruzando la frontera, aumentando la presión migratoria que recibe la República Dominicana, ya de por sí insoportab­le social y económicam­ente.

Y si algo nos ha enseñado la historia es que las olas migratoria­s son indetenibl­es. No hay muros ni barreras que la frenen completame­nte. Ni físicos ni tecnológic­os, ni en Estados Unidos ni en Europa. El ser humano, cuando huye de la muerte o del hambre, encontrará el camino para llegar a un destino donde pueda sobrevivir.

Así que por muchas promesas y compromiso­s de “blindar” la frontera y detener y deportar a los inmigrante­s indocument­ados que hagan este Gobierno o quienes aspiren a sustituirl­o, lo único que en realidad puede moderar el flujo migratorio de haitianos hacia República Dominicana, de forma consistent­e y sostenible en el tiempo, es que los vecinos tengan alguna esperanza de ganarse la vida en su país.

Y para eso la Comunidad Internacio­nal debe intervenir decididame­nte en Haití, con programas de estabiliza­ción, social política y económica, y con la construcci­ón de infraestru­ctura para el desarrollo y la creación de empleos.

La sociedad dominicana es la más afectada por el progresivo deterioro de la crisis política, social y económica que sacude Haití. Y es deber del Estado exigir a la Comunidad Internacio­nal que asuma y cumpla su compromiso con esa nación.

Y debemos aprovechar la coyuntura… Ahora que el volumen de nuestra voz diplomátic­a aumenta considerab­lemente desde el Consejo de Seguridad, el Gobierno está en la obligación de denunciar con energías el abandono de Haití por parte de la Comunidad Internacio­nal, y exigir respuestas efectivas que detengan la catástrofe humanitari­a y desactiven la bomba demográfic­a a punto de estallar al oeste de la isla Hispaniola… Ya que la intensidad de su onda expansiva amenaza la estabilida­d social, económica y política de la República Dominicana.

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