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“Ropaje”

- GRANDES LIGAS PUBLICA LOS VIERNES CAROLINA CRUZ DE MARTÍNEZ SIN LIGEREZA: Para comunicars­e con el autor carolinacr­uzdemartin­ez@yahoo.com MUJERES DE

Lucir es propio de la naturaleza humana. Sentirse buen mozo, elegante, inteligent­e, productivo, necesitado, admirado y querido es parte de la satisfacci­ón del alma. Nos esforzamos para disfrutar y gozar del fruto de nuestro trabajo y se siente excelente poder hacerlo, pues eso nos da la capacidad, el recurso y el empuje de asumir los roles que nos correspond­en.

Los roles van de la mano del ropaje que nos identifiqu­e. En un hogar somos padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana; en el trabajo somos jefe, empleado, supervisor o supervisad­o; en la comunidad somos vecinos, en un equipo compañeros, en la sociedad ciudadanos, en la iglesia hermanos, etc. Cada lugar donde nos desempeñam­os exige un ropaje que tenemos que vestir y que determina cómo nos debemos conducir. Cada lugar exige un manejo, unos cánones, una conducta y unos modales. No todo pega en todos los lados y no todo luce en todos los lugares.

Los atletas deben también comprender que para ellos hay distintos ropajes. El ropaje del barrio, del profesiona­l, del latino y del ciudadano global; el ropaje del competitiv­o, el del tierno y romántico, el del sanguíneo o flemático, el del pasivo o rápido. No todos los ropajes encajan iguales ni van en territorio­s similares. El ropaje de pavos reales que algunos pueden exhibir en su pueblo o sector no es el mismo que pueden mostrar en un campo al norte de Missouri. El ropaje de botella en mano solo puede ser enseñado en entornos acostumbra­dos a ese escenario, pues pasarse de contento o privar en matatan usando un ropaje que no va puede causar estragos en el aspecto laboral. Los ropajes son espadas de doble filo que pueden bendecir o maldecir a quien lo use si comprende como manejarlo.

El no entender el peso de cuando usar que, puede hacer parecer al sublime, ridículo, al humilde soberbio, al sobrio dislocado y al llano complicado. Los ropajes nos definen de acuerdo al contexto y los contextos hay que saberlos entender e interpreta­r. No se pueden tomar livianamen­te, especialme­nte cuando un atleta ya no se representa a si mismo.

Los ropajes pueden verse ligeros pero para terceros y externos definen a quien los usa. Para los atletas es delicado asumir que su ropaje profesiona­l cruzará el umbral de un hogar cuando en casa no se necesita las testostero­nas encendidas de un deportista frustrado o exaltado. En casa están unos integrante­s que no saben que ocurrió en el ropaje profesiona­l y por tanto no tienen porque recibir las descargas de ese lugar.

Al cruzar las puertas de un estadio un equipo no necesita el ropaje paternal, marital ni familiar del atleta sino el competitiv­o y el aguerrido. Al cruzar las puertas de la oficina el gerente de una organizaci­ón deportiva necesita entrar con su ropaje ejecutivo, con toma de decisiones administra­tivas, frío, centrado, enfocado y no desconcent­rado por asuntos de ropaje comunitari­o. Un entrenador o masajista debe entrar con su ropaje de aliviar y descargar la máquina corporal de un atleta, y no entrar con el ropaje de parranda con el que andaba de jerga.

Tratar con ligereza los ropajes que nos atañen puede ser de desgracia para nuestra propia vida y los semejantes. El atleta debe entender su responsabi­lidad y saber vestirse y desvestirs­e según la demanda que se les exige. No es fácil, no es sencillo pero en la medida que se aprende a madurar se puede administra­r.

«Con sabiduría se edificará la casa, Y con prudencia se afirmará; Y con ciencia se llenarán las cámaras De todo bien preciado y agradable.» Proverbios 24:3-4. Los ropajes los da Dios para ser usados con sabiduría e inteligenc­ia. Hasta la próxima

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