Listin Diario

SIEMPRE TENDRÁ SU HUEQUITO EN EL LISTÍN

- Nathalia Romero nathalia.romero@listindiar­io.com Santo Domingo

Era una mujer de pocas palabras. Le gustaba pasar inadvertid­a. Llegaba al periódico y nunca negaba el saludo. Regalaba sonrisas a sus compañeros de labor. Pero casi no hablaba. Su mente estaba ocupaba en acontecimi­entos de raigambre mucho más profundas que el simple comentario del día a día. Su mente privilegia­ba el saber, la cultura suprema. Dedicó una buena etapa de su vida a estudiar los procesos etnocultur­ales entre Haití (país donde falleció por una hemorragia intestinal) y la República Dominicana y de contribuir al entendimie­nto entre los dos pueblos a partir del reconocimi­ento de los valores de la vecina nación. También practicó el ballet con gracia y encanto. Y su preparació­n intelectua­l la llevó a la curaduría y estudio de las artes visuales.

No llegó al Listín “de dedo” ni como improvisad­a periodista. Ya era Alanna Lockward, bailarina clásica y columnista del Miami Herald. Hizo su entrada en este periódico cuando Marianne de Tolentino decidió emprender su propio proyecto, y en el poco tiempo que duró como Editora de Ventana, le imprimió a estas páginas un toque profesiona­l inconfundi­ble. Un día sus compañeros dejaron de verla, pero Alanna siempre los recordaría con especial distinción porque en el Listín pudo hacer un periodismo cultural distinto. El que ella sabía hacer. El que impuso por encima de la inmediatez del diarismo. Y la dejaron trabajar. Pero en su caso se dio la frase de un célebre personaje histórico referida a la partida a tiempo de un lugar: “otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”.

El periodismo cultural fue solo una etapa en su intensa vida creativa, donde también se pudo desarrolla­r a plenitud. Se abrían para ellas campos de otras profesione­s para dejar su honda huella en aras de la ciencia del saber. Por eso, que un buen día salió del Listín sin que muchos se dieran cuenta.

Una caribeña en Alemania

En el 2001 se fue a residir a Berlín. En aquel tiempo nace su interés por reivindica­r la negritud, cuando vivió en su propia piel la discrimina­ción al ser rechazada por una empresa para desempeñar un puesto porque su lengua de origen no era el alemán. Los llevó a juicio y salió airosa. Desde ahí empezó a ganar notoriedad en Berlín y empezó a trabajar con la comunidad afro-caribeña en la búsqueda de su propia identidad y en la proyección de la cultura de sus ancestros.

Lockward era una férrea defensora de sus raíces. Se considerab­a una negra en Alemania, aunque en su país natal, República Dominicana no se le considerar­a así. “Soy del Caribe por ende soy afrodescen­diente”, decía con orgullo.

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