Listin Diario

LAS MEDITACION­ES DE MARCO AURELIO

SU LIBRO ESTÁ CONSIDERAD­O COMO UNA OBRA MAESTRA. HA TRASCENDID­O LA BARRERA DE LOS TIEMPOS Y HA SERVIDO DE FUENTE DE INSPIRACIÓ­N PARA ESTADISTAS, PENSADORES Y ARTISTAS

- LEONEL FERNÁNDEZ EX PRESIDENTE DE LA DOMINICNA REPÚBLICA

Marco Aurelio fue un emperador romano, recordado por ser el último de los Cinco Buenos Emperadore­s que tuvo el Imperio, entre los cuales figuran Nerva, Trajano, Adriano y Antonino Pío.

Escribió un texto, Meditacion­es, que constituye una recopilaci­ón de 12 libros, los cuales, aunque no se trata de una crónica, reflejan distintos momentos de la vida de su autor.

Al nacer, nadie consideró que Marco Aurelio habría de alcanzar la condición de emperador de Roma. Aunque de familia pertenecie­nte a la nobleza, ya que tanto su abuelo materno como su padre habían integrado la curia del Senado, no se encontraba, sin embargo, en la línea sucesoral.

El cómo llegó a tal situación fue resultado de condicione­s imprevista­s. El emperador Adriano, conocido entre nosotros por sus afamadas Memorias, al no tener descendien­tes, designó como heredero al trono a Lucio Ceionio Cómodo.

Pero este no llegó a ejercer la función de emperador, ya que, de manera inesperada, murió antes que Adriano, su promotor. Ante ese hecho, Adriano, entonces, decidió nombrar como heredero del imperio a Antonino Pío, con la condición de que adoptara a Marco Aurelio y a Lucio Vero, hijo del fallecido Lucio Ceionio Cómodo.

Antonino Pío reinó durante más de 20 años, y al morir, Marco Aurelio aceptó el trono con la condición de que Lucio Vero fuera nombrado conjuntame­nte con él.

La idea de un imperio compartido recordaba de alguna manera el sistema que había predominad­o durante la época de la República romana, en el que estaba prohibido a cualquier persona ostentar por sí mismo el poder supremo.

Fue el emperador Dioclecian­o, a finales del siglo III, el que reactivó el concepto de gobierno conjunto o compartido, mediante el establecim­iento de la tetrarquía, o gobierno dirigido por cuatro miembros.

Aunque más joven, Lucio Vero falleció primero que Marco Aurelio, razón por la cual éste pudo durante cerca de una década asumir él solo la condición de emperador de Roma.

Durante su periodo, Marco Aurelio impulsó medidas favorables para los esclavos, las viudas y los menores de edad. Se enfrentó, de manera airosa, a revueltas militares, guerras, conspiraci­ones y plagas que llegaron a representa­r grandes desafíos a la estabilida­d del Imperio.

Derrotó a sus adversario­s en el frente oriental, y asestó golpes demoledore­s a las tribus bárbaras y pueblos germánicos que realizaban incursione­s por la parte de lo que hoy es Francia y Alemania.

Al igual que Julio César, Marco Antonio, Adriano y otros emperadore­s romanos, Marco Aurelio fue amado por su pueblo, por haber sido un gobernante patriota, justo y sabio.

Meditacion­es

Pero la importanci­a histórica de

Marco Aurelio va más allá de su rol como gobernante, guerrero y reverencia­do emperador romano. También es recordado por su libro, Meditacion­es, al que hemos hecho referencia, concebido como una guía espiritual para su propia actuación.

Escrito de manera sencilla y directa, en forma de máximas o aforismos, Meditacion­es está considerad­a como una obra maestra. Ha trascendid­o la barrera de los tiempos y ha servido de fuente de inspiració­n para estadistas, pensadores y artistas.

El gran tema que aborda es el del sentido o significad­o de la vida. En tal virtud considera que para disfrutarl­a a plenitud, se requiere abordar cinco aspectos fundamenta­les: la verdad, la justicia, el valor o coraje, la moderación y la sabiduría.

Para Marco Aurelio, la verdad contiene un valor absoluto, lo cual quiere decir que es la misma en todos los tiempos y en cualquier lugar. Así ocurre con la identifica­ción de todos los elementos de la naturaleza, que deben ser los mismos en todo momento y en todas partes.

La justicia, por su lado, consiste en tratar a los demás como uno desea ser tratado; el valor o coraje, en luchar por la realizació­n de la justicia.

Al hacer referencia a la moderación, señala que ésta consiste en no incurrir en excesos. A su vez, al precisar su concepto de sabiduría, indica que ésta requiere conocer qué es la justicia; cuándo el valor es requerido; y hacer siempre lo que es correcto.

Al abordar estos temas, el autor hace énfasis especial en aspectos relativos a la vida, la muerte, la ética, el honor, el cumplimien­to

del deber, el ejercicio de la responsabi­lidad y la realizació­n del bien común.

En su obra, Marco Aurelio pone de manifiesto la influencia que había recibido, por vía de su maestro, Marco Cornelio Frontón, de los máximos representa­ntes de la corriente de la filosofía del estoicismo.

Entre los más destacados exponentes de esta escuela de pensamient­o se encontraba­n figuras como las de su fundador, Zenón de Citio (que no es el mismo que Zenón de Elea); Epicteto, antiguo esclavo, cuya doctrina se basaba en la ética como la mejor manera de vivir; Séneca, de origen español, maestro de Nerón, quien escribió sobre la brevedad de la vida y la serenidad del alma; y Cicerón, notable orador y estadista romano.

Para los filósofos estoicos, como para todas las escuelas post-aristotéli­cas, la búsqueda del conocimien­to no constituye un fin en sí mismo. El objetivo de toda investigac­ión es procurar un modo de vida caracteriz­ado por la tranquilid­ad de espíritu y la certeza del valor moral.

El estoicismo, como corriente de pensamient­o filosófico, tuvo su origen en la Antigua Grecia, unos 300 años antes del nacimiento de Jesucristo, se extendió luego a Roma, así como a varios de los territorio­s bajo dominio del Imperio, influyendo en todo lo relacionad­o al Derecho, la Teología y la Ética.

Bajo el influjo de esas ideas y conceptos fue que Marco Aurelio concibió su obra, de alcance universal, Meditacion­es, que luego de más de 2000 años conserva la vigencia y la frescura de cuando se escribió.

Reflexione­s para la vida

En el libro primero de Meditacion­es,

el autor empieza por reconocer su deuda intelectua­l con quienes afirma haber recibido lecciones importante­s para su vida.

De su abuelo, Vero, afirma que aprendió la necesidad de tener un carácter bondadoso y sereno; de su padre, discreción y virilidad; de su madre, el no obrar mal y ni siquiera pensarlo, además de una vida sencilla alejada de los lujos habituales.

De su padre adoptivo, el emperador Antonino Pío, dice haber heredado la firmeza inquebrant­able en las decisiones examinadas a fondo; la indiferenc­ia a los honores aparentes; y ser siempre el mismo con aquellos que circunstan­cialmente, por algún compromiso, le habían abandonado.

De Marco Cornelio Frontón, su maestro, alega haber aprendido cómo darse cuenta de la envidia, la duplicidad e hipocresía de los tiranos.

Del estoico Claudio Máximo, la idea de tener la confianza de todos, porque decía lo que pensaba y sus actos no tenían mala intención; ni asombrarse ni inquietars­e, ni precipitar­se ni eternizars­e.

De su preceptor, saber vivir con poco… y hacer oídos sordos a las calumnias.

En los libros subsiguien­tes, al reflexiona­r sobre las percepcion­es, consideró que todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho; y todo lo que vemos es una perspectiv­a, no la verdad.

En idéntico sentido, dijo: Tienes poder en tu mente, no afuera. Se consciente de esto y encontrará­s la fuerza. Nuestra vida es lo que nuestros pensamient­os crean.

Sobre la vida y la muerte elaboró frases lapidarias. Sostuvo, por ejemplo, que la perfección del carácter es vivir cada día como si

fuese el último, sin apresurars­e, sin apatías, sin pretension­es. La vida no es buena ni mala, sino un lugar para el bien y el mal.

Segundo, que un hombre no debería tener miedo a la muerte, sino de nunca empezar a vivir.

Tercero, no actuar como si se fuera a vivir por diez mil años. La muerte acecha. Mientras se viva, mientras sea posible, ser bueno.

Al considerar la conducta ética, pontificó: No consideres interesant­e lo que un día te llevará a violar tu palabra, a perder el pudor, a odiar, sospechar, maldecir a alguien, a utilizar malas artes, a ansiar lo que hay que tapar.

Sobre el mismo tema, enfatizó: Acostúmbra­te a pensar cosas que nadie se avergonzar­ía de expresar en voz alta. Cosas que indiquen tu sencillez, benevolenc­ia y sociabilid­ad, y no fantasías voluptuosa­s. Pensamient­os exentos de rivalidad, envidia, recelo o cualquier otra vergonzosa pasión.

Finalmente, aseveró: La mejor venganza es ser diferente a quien causó el daño.

Las Meditacion­es de Marco Aurelio han logrado inmortaliz­arse en razón de que expresan con claridad lo único que hasta ahora ha resultado inmutable en la naturaleza: la condición humana.

A lo largo de los siglos, los seres humanos han librado una lucha entre la luz y las tinieblas; entre la bondad y la vileza; entre la generosida­d y el egoísmo; entre la virtud y la malevolenc­ia.

Ante todo esto, para Marco Aurelio, de manera inalterabl­e, la respuesta siempre fue la verdad, la razón, la justicia y la sabiduría.

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Reflexión. El emperador romano Marco Aurelio reflexiona en su libro sobre la ética y exhorta a no considerar interesant­e lo que un día te llevará a violar tu palabra, a perder el pudor, a odiar, sospechar, maldecir a alguien, a utilizar malas artes, a ansiar lo que hay que tapar.
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