El relato de RAFAEL PERALTA ROMERO
Esta es la historia de un niño que pudo ser pescador porque nació y creció a la orilla de la mar. O quizá debió ser agricultor, pues su padre era un fecundador de la tierra. Además de la costa, el pueblo donde creció este chico estaba rodeado de bosques y de ríos.
- ¿Entonces este muchacho era un aventurero?
- No, era tranquilo, de esos que los mayores llaman obedientes. No era rebelde ni pícaro y pocas veces anduvo buscando la quinta pata al gato.
Su vida nada ha tenido que ver con la de un niño abandonado por sus padres, pero tampoco pasó por su mente escapar de la casa y dormir en zaguanes, callejones o vehículos abandonados.
- Entonces ¿qué hizo este niño que merezca contarse?
Bueno, lo más notorio de este niño es que ha sido un niño normal: cumplir con las tareas escolares y hogareñas y relacionarse con sus hermanos, primos y amigos. Y claro… era soñador.
Nació en un pueblo pequeño y muy incomunicado llamado Miches, en un hogar de gente común. Nació a mitad del siglo. Fue precisamente el quinto de los diez hijos de Alejandro y Herminia.
Tuvo escasos juguetes y ningún libro de cuentos o poesías infantiles, más bien hubo, como los demás niños, de usar para sus juegos elementos de su entorno: caracoles, ruedas de javilla, plumas de gallo, y caminar por la periferia del pueblo capturando cangrejitos o recogiendo almendras en la playa.
En aquella existencia lenta y apacible disfrutó también el privilegio de reunirse de noche con hermanos, primos y vecinos a contar cuentos. Todo empezaba cuando uno de los muchachos preguntaba a los demás: Si del cielo cae una canasta de huevos ¿cuántos tú coges? Según la respuesta sería la cantidad de cuentos a contar. Qué miedo. Nunca se cumplía porque a cierta hora una voz adulta instaba a romper la taza y cada uno para su casa.
-Entonces ¿cuándo usted contará algo importante que haya hecho ese muchacho?
Bueno, no desesperes, él asistía a la escuela primaria de su pueblo y ayudaba en la