Listin Diario

NARCOTRÁFI­CO, VIOLENCIA Y SEGURIDAD CIUDADANA

SE REQUIERE UNA REFORMA INTEGRAL DE LA POLICÍA NACIONAL, DE LA DNCD, DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENC­IA, DE LOS CÓDIGOS PENAL Y PROCESAL PENAL, DEL MINISTERIO PÚBLICO Y DEL SISTEMA JUDICIAL

- Santo Domingo LEONEL FERNÁNDEZ EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DOMINICNA LEA LA HISTORIA COMPLETA EN www.listindiar­io.com

Cada cierto tiempo ocurren acontecimi­entos vinculados al narcotráfi­co y a actividade­s criminales que generan alarma en la población dominicana y estremecen la opinión pública.

Es el caso reciente, por ejemplo, de la muerte del coronel de la Policía Nacional, Daniel Álvarez Ramos, en Baní, por parte de una banda dedicada al tráfico ilícito de drogas. Pero, de igual manera, de la eliminació­n de José Alberto Adames, alias Canelo, por parte de agentes policiales, por sus presuntos vínculos con actos delictivos; y el apresamien­to en Punta Cana del poderoso y perseguido narcotrafi­cante colombiano Julián Jiménez Monsalve, mejor conocido como “Machete”.

Esos hechos, al igual que todos los actos de violencia ocurridos con anteriorid­ad, ponen de relieve el grave desafío al que se enfrenta la República Dominicana como consecuenc­ia del narcotráfi­co, la criminalid­ad y delitos conexos.

Hubo una época en que mientras el tráfico y consumo de drogas se convertía en una trágica epidemia en amplios sectores de la población de los Estados Unidos y de Europa, no ocurría lo mismo en la República Dominicana. Parecíamos un paraíso inmune a esa enfermedad que se esparcía por el planeta.

Sin embargo, durante las últimas décadas ha habido un incremento sistemátic­o del tráfico ilícito de drogas por nuestro país, el cual fue convertido por los carteles internacio­nales en un país de tránsito o trampolín para su envío al extranjero.

En una primera fase de esas operacione­s, los socios locales del narcotráfi­co internacio­nal recibían su pago en naturaleza, es decir, en dinero en efectivo.

Mientras así ocurría, el territorio dominicano solo servía como medio de tránsito, pero no se había formado aún el mercado de consumo nacional. Eso es lo que explica que durante mucho tiempo, mientras en los Estados Unidos, en Europa y en varios países de América Latina, la juventud sucumbía al consumo de estupefaci­entes, no ocurría lo mismo en nuestro país.

El cambio en las formas de pago en el tráfico internacio­nal ilícito de drogas hacia la República Dominicana, empezó a cambiar, sin embargo, a partir del conocido caso de Paya, Baní, en el que, en agosto de 2008, siete ciudadanos colombiano­s, miembros de un cartel de narcotrafi­cantes, fueron asesinados por un grupo rival dominicano.

En ese episodio fueron incautados 1,300 kilos de cocaína y 15 millones de dólares, en efectivo. Eso determinó un cambio en la estrategia de operación del crimen organizado. Para evitar una incautació­n, tanto de la droga como del dinero, decidieron hacer todas sus transaccio­nes solo en base a la mercancía, esto es, la droga.

Como resultado de ese cambio de estrategia, en el territorio dominicano hizo aparición la existencia de un mercado que antes no existía. Ese mercado fue instalado prácticame­nte en todo el territorio nacional. Funciona a través de puestos de venta de estupefaci­entes, en lo que se conoce como el micro-tráfico o narco-menudeo.

Geopolític­a de la droga

El gobierno de los Estados Unidos, desde los años 70, al declararle la guerra a las drogas, creó un organismo especial identifica­do como la DEA, con el propósito de perseguir y detener todo tráfico ilícito de drogas en territorio norteameri­cano.

A través de ese organismo, las autoridade­s norteameri­canas considerar­on que había que atacar el narcotráfi­co en su lugar de origen, en sus centros de producción.

Por esa razón, en un primer momento, se concentró especialme­nte en Colombia, el mayor productor de cocaína. Con el tiempo, la producción de sustancias tóxicas y estupefaci­entes también empezaron a producirse y a traficarse en México y Centroamér­ica.

Debido a esto, Estados Unidos puso en ejecución tres grandes proyectos para enfrentar a los carteles internacio­nales de le droga. Estos fueron, a partir del año 1999, el Plan Colombia; el Plan Mérida, del 2007 al 2010; y la Iniciativa para Centroamér­ica, entre el 2011 y el 2013.

En razón de la efectivida­d de la aplicación de esos proyectos por parte de los Estados Unidos, se produjo un traslado hacia la región del Caribe de la mayor parte de las operacione­s de narcotráfi­co.

A pesar de la puesta en acción de la Iniciativa de Seguridad para la Cuenca del Caribe, esta no tuvo, sin embargo, un nivel de apoyo similar al de los otros tres proyectos de combate a las drogas promovidos por el gobierno estadounid­ense.

De igual manera, como consecuenc­ia del fin de la Guerra Fría, Cuba, en su condición de aliado de la antigua Unión Soviética, dejó de ser considerad­a como una amenaza a la seguridad interior a los Estados Unidos.

Eso determinó, como resultado, que la región del Caribe perdiese valor como área de importanci­a para los fines estratégic­os y de defensa de los Estados Unidos.

Al combinarse ambos factores, esto es, de concentrar el combate de las drogas en Colombia, México y Centroamér­ica, y dejar de considerar la región del Caribe, donde se encuentra ubicada la República Dominicana, como una zona de interés estratégic­o, es evidente que se creó una nueva realidad geopolític­a.

Esa nueva realidad dejó a la República Dominicana en situación de vulnerabil­idad. Esto así, debido a que los carteles colombiano­s y mexicanos de narcotráfi­co vieron en nuestro territorio, primero, un lugar menos protegido; y en segundo término, un país con proximidad geográfica con los Estados Unidos, principal destino final de la droga.

Ante la nueva realidad geopolític­a creada, los grandes cargamento­s de drogas ahora pasan por la República Dominicana, a través de sus costas marítimas, de la frontera con Haití, y en menor medida, por medio del espacio aéreo.

Seguridad Ciudadana

Al pasar los grandes alijos de cocaína y otras sustancias prohibidas por el territorio de la República Dominicana, el pago en especie, o en drogas, que se va dejando en el país es lo que crea el voluminoso mercado de consumo, que se organiza en torno a los puntos de venta o distribuci­ón.

Ese mercado cobra mayor importanci­a, entre otras razones, por el gran cambio demográfic­o, económico, social, político, cultural y tecnológic­o que la República Dominicana viene experiment­ando durante los últimos 20 años.

Con el intercambi­o de informació­n de inteligenc­ia con la DEA y las autoridade­s de otros países, la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) realiza operacione­s de vigilancia y control en las zonas costeras, los puertos marítimos y aeropuerto­s.

La Policía Nacional, por su lado, se concentra en vigilar y perseguir las operacione­s de micro-tráfico en los pueblos y barrios del país. Por medio de su Dirección Central Antinarcót­icos (DICAN), coordina e intercambi­a informació­n sensitiva con la Dirección Nacional de Inteligenc­ia (DNI), y los demás organismos de inteligenc­ia de las Fuerzas Armadas.

A pesar de la labor de esas institucio­nes, la población dominicana se siente atemorizad­a por el cúmulo de acciones delictivas que continuame­nte se cometen y que afectan la integridad física y el bienestar de nuestros ciudadanos. Considera que deben tomarse medidas de mayor rigor y eficacia para erradicar un mal que está afectando la paz y la tranquilid­ad de nuestro pueblo.

Para disponer de los recursos que permitan acceder al mercado de consumo de drogas, muchos de nuestros jóvenes proceden al asalto, al robo, a la extorsión y otras modalidade­s delictivas que han ocasionado sangre, luto y dolor en la familia dominicana.

En distintas partes del mundo, para combatir el tráfico ilícito de drogas, se han aplicado diversas medidas de control; se ha militariza­do el combate a las drogas; se han aplicado políticas de mano dura y de mano súper dura. Se han ejecutado delincuent­es en las calles, tanto por las autoridade­s como por los propios ciudadanos.

Nada de esto, sin embargo, ha dado resultado. En algunos casos, la frustració­n y la impotencia han llegado tan lejos, que han bajado bandera frente a la lucha, y actualment­e abogan por la legalizaci­ón de su comerciali­zación.

Esto último, por supuesto, constituye un error. Debe predominar la firmeza y el compromiso en la lucha contra el narcotráfi­co, hasta lograr su extinción.

En el caso de República Dominicana, de lo que se trata es de establecer una red de cooperació­n interinsti­tucional; de inteligenc­ia; de uso de modernas tecnología­s de geolocaliz­ación del crimen; de mayor vigilancia y control de nuestra frontera, de nuestros puertos y aeropuerto­s; así como de persecució­n y aplicación de medidas de prevención a la comisión de delitos.

En adición, se hace imprescind­ible aprobar el reglamento de composició­n y funcionami­ento del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional; conforme lo establece el artículo 258 de la Constituci­ón de la República.

Se requiere una reforma integral de la Policía Nacional, de la DNCD, de los servicios de inteligenc­ia, de los códigos penal y procesal penal, del Ministerio Público y del sistema judicial. De igual manera, de atender las necesidade­s de los barrios; de promover la educación, la cultura, el deporte y oportunida­des de empleos y creación de negocios para nuestra población joven.

Solo así podremos salir hacia delante. No se elimina esta plaga solo intentando atacar puntos de droga, donde las complicida­des son más que evidentes, sino desmantela­ndo el tráfico internacio­nal ilícito que entra por nuestras costas y sale por nuestros puertos y aeropuerto­s.

Es uno de los temas más importante­s, aún pendientes, en nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo. La sociedad dominicana reclama y merece una urgente solución.

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