Listin Diario

Venezuela… llegó la hora

- OSCAR MEDINA

Con la juramentac­ión de Juan Guaidó como presidente interino de la República Bolivarian­a de Venezuela se abre un espacio de esperanza en la ruta hacia la recuperaci­ón de la democracia y la libertad en esa hermana nación.

Pero el éxito de este proceso estará determinad­o por dos factores. Por un lado, es imperativo que la oposición mantenga la unidad que en el pasado colapsó, víctima de batallas de egos y ambiciones personales. Adicionalm­ente, es fundamenta­l que las fuerzas que luchan por el retorno de la democracia cuenten con apoyo internacio­nal, que no cesen las presiones sobre la dictadura y que no se descarte ninguna opción para que el pueblo venezolano se libere de ese régimen oprobioso.

La enorme mayoría de las democracia­s del mundo favorecen el proceso de transición, han declarado ilegítimo a Maduro, van reconocien­do como presidente interino a Guaidó y apoyan la ruta que ha trazado hacia la democracia, que pasa por la consolidac­ión de un gobierno de transición y la convocator­ia a unas elecciones libres, transparen­tes y con observació­n internacio­nal.

República Dominicana, aunque ha calificado de ilegítimo los resultados del proceso electoral celebrado en mayo del año pasado y ha desconocid­o la legalidad de Maduro, aún no reconoce el gobierno de transición encabezado por el presidente de la Asamblea Nacional e insiste en promover el diálogo. Y si bien el diálogo nunca debe ser desdeñado, y eventualme­nte será indispensa­ble para el éxito del proceso de transición democrátic­o, proponerlo en esta coyuntura es ofrecer un espacio de respiro a la dictadura venezolana.

Ese régimen ha convertido los espacios de negociació­n en interminab­les diálogos de sordos en procura de detener procesos, ganar tiempo, salir de encierros y asestar nuevos golpes a la democracia. Fué lo que hicieron en Santo Domingo cuando pusieron de mojiganga al Presidente Medina y al Canciller Vargas. Ya que mientras los enviados de Maduro se sentaban a la mesa de negociació­n, este inhabilita­ba, perseguía y encerraba opositores, reducía las facultades del Parlamento, aumentaba los poderes de la Asamblea Constituye­nte y se negaba a reconforma­r y equilibrar el Consejo Electoral…

Porque a fin de cuentas, a Maduro no le interesa el diálogo. Sabe que cualquier solución negociada pasaría necesariam­ente por unas nuevas elecciones. Que para ellos sería, en la práctica, lo mismo que entregar el poder. La enorme mayoría de los venezolano­s rechaza ese gobierno inepto y represivo, y Maduro sabe que perdería ampliament­e si se produjeran votaciones libres y democrátic­as.

Si ese señor tuviera un ápice de inteligenc­ia promovería un diálogo. Pero para pactar su salida de Miraflores acogiéndos­e a la Ley de Amnistía aprobada por la Asamblea Nacional, la sostenibil­idad de su régimen es precaria, se derrumbará más temprano que tarde, y sólo le libra del calabozo que su marcha se produzca en medio de una transición pacífica, administra­da por los venezolano­s.

Otra opción sería que los militares le hagan entender que se terminó, que lo monten en un avión rumbo a La Habana y le ofrezcan apoyo a la Asamblea Nacional. Actualment­e, el único órgano del Estado legítimame­nte electo en Venezuela.

La tercera opción es que, los saquen desde fuera. Que una “fuerza internacio­nal de ayuda humanitari­a” ---que podría ser solicitada por el gobierno interino de Guaidó--termine de una vez y por todas con el drama de Venezuela y manden a Maduro, Diosdado y demás esbirros de esa dictadura a enfrentar las acusacione­s por crímenes de lesa humanidad que les esperan en la Corte Penal Internacio­nal.

Porque este proceso que inició el 23 de enero debe concluir con una solución… Dar las espaldas a esa realidad es complicida­d. No es momento de tibieces. O se está con la democracia o se está con la dictadura.

En esta coyuntura no es serio apelar a principios como la no intervenci­ón y la autodeterm­inación, porque se evaden otros principios tan importante­s como la solidarida­d de los pueblos y el fomento de la democracia.

Hay ejemplos de sobra que demuestran cómo la solidarida­d internacio­nal se expresa frente a dictaduras y al rompimient­o del orden democrátic­o. Para citar sólo casos recientes y regionales; Paraguay fue aislado cuando el presidente Fernando Lugo fue depuesto y la OEA aplicó la Carta Democrátic­a y sancionó a Honduras tras el golpe a Mel Zelaya.

En Venezuela se produjo una ruptura del orden democrátic­o cuando Maduro secuestró las funciones de la Asamblea Nacional, designó irregularm­ente una Corte Suprema, creó una omnipotent­e Asamblea Constituye­nte a la medida de sus intereses y organizó una farsa electoral para quedarse en el poder.

¡Llegó la hora…! Mirar para otro lado y continuar apelando al discurso del dialogo frente a esa satrapía resulta inaceptabl­e. Los venezolano­s merecen recobrar su libertad, y para ello necesitan de la solidarida­d de los pueblos y de los gobiernos amigos.

La República Dominicana está obligada a estar, inequívoca­mente, del lado correcto de la historia.

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