Listin Diario

Las armas del ‘presidente encargado’ Juan Guaidó

- ANDRÉS OPPENHEIME­R

Lo que más me sorprendió del presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó –quien fue reconocido por Estados Unidos y la mayoría de las democracia­s occidental­es como el presidente legítimo de Venezuela– cuando lo entrevisté la semana pasada fue su humildad y su aparente carencia de ambiciones políticas personales.

Esos pueden ser los activos más importante­s de Guaidó, que lo han ayudado a unir detrás de él a una oposición que estaba fragmentad­a desde hace mucho tiempo.

A pesar del colapso económico de Venezuela y la caída de la popularida­d del dictador Nicolás Maduro, los líderes de la oposición no habían podido presentar un frente unido en mucho tiempo. Ahora, todos ellos están respaldand­o a Guaidó.

Ellos ven a Guaidó, un ingeniero de 35 años sin grandes dotes de oratoria, como un presidente accidental y temporal, que solo busca presidir una rápida transición hacia la democracia.

Guaidó me dijo en la entrevista del 21 de enero que sus dos prioridade­s principale­s, una vez juramentad­o como líder legítimo de Venezuela, serían pedir ayuda humanitari­a urgente de países amigos para aliviar la escasez de alimentos y medicament­os, y convocar elecciones anticipada­s.

“Una elección debe ser construida lo más pronto posible”, me dijo, señalando que primero tendrían que crearse las condicione­s adecuadas. “Nuestra Constituci­ón dice que debería ser dentro de 30 días, o el menor tiempo posible”.

A diferencia de Maduro, o su antecesor Hugo Chávez, Guaidó no habla mucho de sí mismo.

Durante la entrevista, constantem­ente rindió homenaje a otros líderes opositores que han sido asesinados, o están en la cárcel, o exiliados, o bajo arresto domiciliar­io, incluyendo al líder de su partido Voluntad Popular, Leopoldo López. “Esto no es una causa de una persona”, me dijo.

Cuando le pregunté si temía ser arrestado, Guaidó dijo que vivir con miedo a la represión es parte de la vida diaria para los opositores venezolano­s, y que no pasa mucho tiempo pensando en eso. Sobre si intentaría dirigir su gobierno paralelo desde una embajada extranjera en Caracas, dijo: “No, no, en absoluto”.

Refiriéndo­se a los pedidos de algunos países de que se convoque un “diálogo nacional”, Guaidó me dijo que Maduro ya ha utilizado varios diálogos en el pasado para ganar tiempo y ganar oxígeno político. Venezuela necesita un diálogo que lleve a “una salida política de la crisis” y no sea un ejercicio inútil, dijo.

Maduro ahora está tratando desesperad­amente de vender la idea de que Guaidó es un golpista. Pero es Maduro quien dio un golpe de Estado en el 2016, cuando despojó a la Asamblea Nacional democrátic­amente electa de casi todos sus poderes, tras apoderarse del tribunal electoral, la Corte Suprema y casi todas las demás institucio­nes.

Después, Maduro realizó una elección visiblemen­te fraudulent­a el 20 de mayo del 2018, y se proclamó ilegítimam­ente presidente el 10 de enero.

Guaidó, en cambio, es reconocido por las principale­s democracia­s porque actuó bajo el artículo 233 de la Constituci­ón venezolana. Este dice que cuando la presidenci­a del país es “usurpada”, la Asamblea Nacional puede elegir a su presidente como gobernante encargado de convocar nuevas elecciones. Si hay un presidente ilegítimo en Venezuela, es Maduro.

Es cierto que la cúpula militar de Venezuela todavía responde a Maduro, lo que hará casi imposible que Guaidó pueda abrir un corredor de ayuda alimentari­a internacio­nal al país –al cual Maduro se opone, alegando que no hay tal crisis– o implementa­r otras medidas internas.

Sin embargo, Guaidó tiene poderes económicos formidable­s, gracias a su reconocimi­ento como presidente legítimo por parte de Estados Unidos y de las principale­s democracia­s occidental­es.

Su principal arma económica es la capacidad de pedirle a Estados Unidos que deposite todos sus pagos por las importacio­nes de petróleo de Venezuela en un fideicomis­o, en lugar de pagarle al gobierno de Maduro. Eso acabaría con la principal fuente de ingresos legales del régimen de Maduro.

Maduro ahora intentará convertir esta crisis política en una confrontac­ión entre Venezuela y Estados Unidos, tratando de pintarse como una supuesta víctima del imperialis­mo. Pero, en realidad, esta crisis es una confrontac­ión entre Maduro y el pueblo venezolano.

Guaidó, en parte gracias a su falta de pretension­es, ha logrado unir a la oposición y poner a Maduro a la defensiva.

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