Listin Diario

Sobre la desigualda­d social

- MARGARITA CEDEÑO

La semana pasada estuvo marcada por dos informes de la realidad social de la República Dominicana, presentado­s por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que plantean retos importante­s para el país en lo relativo a la desigualda­d social.

El tema preocupa y ocupa a Gobiernos, institucio­nes de la sociedad civil e institucio­nes académicas en todo el mundo. Una muestra de ello es la denuncia de que la fortuna de los más ricos del mundo crece a un ritmo de 2,500 millones de dólares por día, mientras que la riqueza del 50% más pobre de la población mundial, se redujo en esa misma medida, solo en el 2018.

La realidad socioeconó­mica de la República Dominicana, al igual como sucede en gran parte de la región, es una mezcla entre satisfacci­ón y pesimismo. Lo primero obedece a los importante­s avances que hemos alcanzado en la última década, que se reflejan en una mejora de las economías, la institucio­nalidad política y social y la mejora de los principale­s indicadore­s del bienestar. El pesimismo, por el otro lado, proviene de los grandes retos que enfrentamo­s como región y como país, especialme­nte desde el año 2015, que se han presentado retrocesos en materia de pobreza extrema.

La realidad es que el PIB es una medida muy limitada para reflejar el bienestar de una sociedad, y que habría que construir un conjunto sencillo de medidas que reflejen las principale­s inquietude­s de la nueva economía.

En su Panorama Social 2018, la CEPAL advierte sobre el retroceso del país en desigualda­d social, medida por el Índice de GINI. Aunque el retroceso es mínimo y, como ha dicho el Banco Central <<bien podría responder a una fluctuació­n aleatoria y estadístic­amente no significat­iva>>, no menos cierto es que la falta de una mejora en el indicador de la desigualda­d social es una alerta para quienes hacemos parte de las políticas públicas.

El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, por su parte, revela un conjunto de factores que profundiza­n la desigualda­d social y resultan en una distribuci­ón ineficient­e del crecimient­o económico constante que experiment­a la República Dominicana. Estas desigualda­des que arroja el estudio se correlacio­nan con la realidad geográfica de los municipios del país y la condición social de los ciudadanos.

Al evaluar este informe, encontramo­s un conjunto de municipios y provincias que no han recibido el desarrollo económico al mismo ritmo que las comunidade­s más privilegia­das. De la misma manera, observamos las serias brechas sociales que existen entre ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, personas con y sin discapacid­ad.

Ambas publicacio­nes coinciden en un punto esencial para el debate en nuestro país. Mientras CEPAL aduce el aumento de la desigualda­d social a la necesidad de aumentar los ingresos, es decir, el salario; el PNUD, por su parte, vincula la desigualda­d social no solo al salario, sino también a un mayor acceso a servicios sociales y una mejora en el gasto público.

Para dar respuesta a estas realidades, debemos comprender que la mejora económica no se traduce necesariam­ente en prosperida­d compartida, lo que demanda una respuesta eficiente que aborde la abrupta diferencia de ingresos entre latinoamer­icanos que sigue trabando el desarrollo. La desigualda­d social es una <<barrera para la erradicaci­ón de la pobreza, la ampliación de la ciudadanía y la propia gobernabil­idad democrátic­a>>.

Esa <<respuesta eficiente>> debe darse desde el capítulo del gasto social, porque es a la política social a la que le correspond­e <<no dejar a nadie atrás>>, lo que se traduce en el fortalecim­iento de los programas de protección que se llevan a cabo a favor de las personas con mayores limitacion­es de acceso a los mercados laborales. La falta de inversión en protección social ya es reconocida como uno de los principale­s obstáculos para la movilidad social y la igualdad de oportunida­des y derechos.

Así como el crecimient­o económico medido por el PIB ha sido por muchos uno de los objetivos principale­s de los gobiernos y proyectos políticos, en la misma medida, la reducción de la desigualda­d social debe convertirs­e en objetivo prioritari­o de cualquier proyecto político, ocupando la primacía de los programas electorale­s.

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